El Deportivo remata la faena
El grupo de Irureta no pasa del empate ante el Lille, pero asegura su clasificación
En un partido raro, que entremezcló fragmentos muy brillantes con fases de puro desconcierto, el Deportivo remató la faena de Old Trafford y aseguró su pase a la siguiente ronda. El grupo de Irureta se atuvo a lo estrictamente necesario, un empatito en Riazor ante el indigesto Lille.
El resultado -y el conjunto del partido- no fue gran cosa, pero la gente se marchó contenta porque el equipo cumplió con su trabajo y Valerón y Tristán volvieron a alegrarle los ojos en varios momentos de la noche.
De Old Trafford, hace una semana, puede que saliese una noticia incluso mejor que la inolvidable victoria del Deportivo y la sublime actuación de todo el conjunto de Irureta. En el venerable santuario inglés quizá se haya producido la transformación definitiva de un futbolista repleto de clase, de un chico que parecía haber extraviado su carrera por la melancolía y timidez que le caracterizan. Es pronto para decir si en la vida deportiva de Valerón habrá un antes y un después de Manchester, pero, de momento, los indicios no podían ser mejores. Porque el fino centrocampista canario parece haber vuelto de Inglaterra con la autoestima renovada. Valerón es ahora un jugador resuelto, atrevido, consciente de que lo suyo no era un problema de talento, sino de carácter.
Valerón volvió a estar gigantesco anoche y todo el equipo aceptó complacido cederle la batuta y acatar las órdenes de su maestría. Porque ya no se trata sólo del Valerón intuitivo y rápido en el pase. Ahora, coge la pelota, se la pega al pie, regatea a todo bicho viviente y se planta ante las narices del portero. El entrenador bosnio del Lille le tenía preparada anoche una trampa antediluviana, un marcaje policial a cargo del argentino D'Amico, que no daba respiro al canario ni para atarse la bota. A Valerón le trajo sin cuidado. Él fue a lo suyo, a coserse el balón a la bota, a tirar paredes inverosímiles con su socio Tristán, el otro héroe de Manchester, a oxigenar el juego siempre por el lugar adecuado.
Entre el portento de Valerón y Tristán y el acompañamiento de Duscher, Víctor y Amavisca, el Deportivo tuvo momentos espléndidos, combinaciones en las que el balón parecía pasar por el ojo de una aguja sin que los chicos de Irureta perdiesen nunca el hilo. Y, sin embargo, el Deportivo no acabó de liquidar el choque y hasta pasó momentos de apuro. ¿Cuál fue la razón?. En primer lugar, que Tristán parece desdeñar los goles fáciles. Cuando se trata de alguna jugada inverosímil, el delantero sevillano nunca defrauda. Pero si es cuestión sólo de empujarla ante el portero, Tristán se vuelve displicente, como pensando que lo suyo es el arte barroco y no las simplicidades del minimalismo.
El Deportivo fue dilapidando ocasiones y, al mismo tiempo, dejó al descubierto que aún le faltan algunos detalles para alcanzar la perfección que ha rozado en las últimas jornadas. Sobre todo, mayor fortaleza defensiva. Anoche se podía alegar que la zaga era casi inédita debido a las numerosas bajas, pero lo cierto es que el conjunto de Irureta, en contra de su tradición más reciente, tiende a partirse por atrás. El Lille no es nada del otro mundo, pero se trata de un equipo extraordinariamente correoso, duro de digerir, que nunca se rinde, que presiona con la misma intensidad al comienzo que al final del partido y que en tres pases es capaz de montar un contragolpe mortal. En los momentos en que el Deportivo hizo valer su jerarquía técnica, el Lille pareció fuera del partido. Pero no se resignó a abandonarlo y no dejó de acudir a la cita con puntualidad cuando menos se le esperaba.
La rapidez de los franceses para el contragolpe y la debilidad del Deportivo en su parte de atrás provocaron que Riazor viviese una noche extraña, a caballo entre los alardes de los suyos y los periódicos sustos del Lille, que, sobre todo en la segunda parte, tuvo varias ocasiones para despertar a los locales del sueño del Old Trafford. El Depor fue de más a menos y tuvo que acabar escondiendo la pelota. Pero finalmente cumplió su misión, y nadie le exigía más.
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