Netflix también querría haber dado un bofetón en los Oscar
El golpe de Will Smith a Chris Rock deja en la sombra la vuelta al cine más trillado en los premios de Hollywood con el triunfo de ‘CODA’ sobre ‘El poder del perro’
Hoy nadie se acuerda de ella, pero la película se titulaba Old Enough. La dirigió en 1984 con 23 años Marisa Silver, que tampoco hizo mucha carrera en el cine (se pasó a la literatura). Se desarrollaba en Nueva York, como mandan los cánones del cine indie estadounidense. Al menos en aquellos tiempos. Y tuvo el honor de ser la primera ganadora del festival de Sundance. Al año siguiente triunfó otra película rodada con muy poco dinero y dirigida por un debutante, en su caso los hermanos Joel y Ethan Coen: Sangre fácil. Aquellos dos años, el Oscar a mejor película lo ganaron La fuerza del cariño y Amadeus. Películas que entonces se consideraron para público adulto aunque accesibles: les fue bien en taquilla. Hace unas horas, por primera vez, una cinta ganadora en Sundance se ha llevado el Oscar a mejor película. Y CODA no es que ganara en el certamen más famoso del cine que actualmente lleva la etiqueta indie, es que arrasó: mejor película para el jurado, para el público, mejor dirección y reparto. A la vez, y tristemente, pocas veces un filme ha expresado tantas cosas sobre los tiempos que corren.
Es cierto que CODA nació fuera de Hollywood: es una coproducción francoestadounidense. Pero ahora es de una plataforma digital: la compró Apple TV por 25 millones de dólares (23 millones de euros) tras el certamen. Versión de una película francesa ya pensada para complacer al público, La familia Bélier (2014), es decir, solo han transcurrido siete años entre la original y el remake, CODA alberga dosis justas ―justitas― de autoría, muchas ganas de llegar al gran público y suficiente mensaje reivindicativo como para que el espectador salga satisfecho y moralmente estimulado de su visionado. Cumple los parámetros de lo políticamente correcto: los personajes sordos son encarnados por sordos. En un Sundance arrasado por lustros de esquilmo de Harvey Weinstein, primero, y de Hollywood, después, en Park City (Utah) queda poco cine de verdad diferente. Florecen títulos como CODA o Minari, ganadora en 2020. Tan feel good movies, que llegan a los Oscar y matan el pequeño repunte de autoría que había dejado la pandemia en los galardones. CODA pertenece a la categoría de Crash (la de Paul Haggis), Slumdog millionaire, Una mente brillante o Green Book. Y empuja a la sección de anécdotas los triunfos de Parásitos y Nomadland.
En los últimos días, académicos anónimos contaban que la japonesa Drive My Car se les había hecho larga (como para ponerse a revisitar El padrino), que El poder del perro les parecía fría (que es justo el sentimiento que Jane Campion, en su mejor película, quiere transmitir) y que CODA les había hecho pasar un rato agradable. A saber qué opinan, si las han visto, de La fuerza del cariño y de Amadeus. Con el actual sistema de votación, pensado como la ley D’Hont electoral española para apaciguar elecciones radicales, es mejor en los Oscar ser segunda y tercera opción que el todo o nada. Y por mucho que haya un 25% de votantes de los premios residentes fuera de EE UU, todavía la mayoría en la Academia responde a las señas de hombre blanco actor o ejecutivo de estudio de Hollywood. Y en los dos últimos años o no votaron o tuvieron epifanías temporales.
Así que la ceremonia se movió en los parámetros ya marcados en las últimas semanas. Solo el triunfo de Alberto Mielgo con su corto de animación The Windshelter Wiper, tan experimental como autoral y brillante, ha reventado los pronósticos. No hubo sorpresas en actuación ni en los otros apartados técnicos y artísticos. El ligero empate que había en la mejor canción al final se lo llevó No Time To Die, de Billie Eilish con su hermano Finneas O’Connell (los últimos tres títulos Bond se han llevado este galardón). Otro premio no previsto: el de guion original, en el que Kenneth Branagh (que ha sido candidato en siete categorías distintas de los Oscar en su carrera) triunfó con Belfast, su libreto más inane.
Al acabar la ceremonia, y tras la carcajada lograda con el chiste de la película más apoyada por los fans, un premio que se inaugura este año y que se ha llevado la horrenda El ejército de los muertos, de Zack Snyder, los cinéfilos habrán vuelto a su estado natural de huraños. Después de dos ediciones de ilusiones, vuelta a lo trillado. Y en Netflix se habrán quedado con ganas, tras otro año sin el Oscar a mejor película, de darle a la Academia un bofetón a la altura del que ha propinado Will Smith a Chris Rock: en una gala que apostó por la diversidad, medida en múltiples detalles, y en cantos a la paz y recuerdos a la situación en Ucrania, lo que recordaremos será ese golpe de violencia.
Babelia
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