Álvaro Núñez, un ganadero de toros bravos apasionado, aventurero y torerista
Separado profesionalmente de Núñez del Cuvillo, el hierro familiar, está radicado desde hace cinco años en el sur de Portugal
Álvaro Núñez (Algeciras, 1972) es el menor de los siete hijos del ganadero Joaquín Núñez del Cuvillo, de quien aprendió la pasión y el conocimiento del toro bravo. Estudió Derecho en Sevilla, pero nunca ha ejercido, porque su doctorado lo ha hecho sobre las ciencias de ese animal que le apasiona desde que era un niño y al que tiene dedicada su vida.
Cuenta que desde que se casó, en 2003, su esposa y él pensaron en poner en marcha una aventura como criadores, pero no contaban con el dinero suficiente para ello. Durante 14 años se involucraron en el negocio de la construcción, y en 2017 compraron dos fincas y alquilaron otra en el Alentejo portugués, se hicieron con vacas de la familia, Garcigrande y Talavante, y el matrimonio y sus cuatro hijos se marcharon a vivir al campo del país vecino, cerca de la costa atlántica, a siete kilómetros de la civilización de un pueblecito.
“Una ganadería es un tinglado muy grande”, afirma, “y necesita mucha logística; nos fuimos a Portugal como emigrantes porque allí las fincas eran entonces más baratas”.
Álvaro Núñez no necesita preguntas. Es tal el entusiasmo que siente por su labor y tan vasto su conocimiento que habla como un torrente, disfruta contando su experiencia como una auténtica aventura y reflexiona en voz alta sobre las mil aristas del toro bravo. Es un experto en genealogía torista, conoce al dedillo los nombres, el número y el parentesco de todos los toros que han sido importantes en su vida, y por supuesto, tutea a los que pastan en el campo portugués. Al mismo tiempo, es un teórico sobre la bravura, la casta, la viveza, la suerte de varas, la embestida…, pero insiste en que la suya es solo una opinión “porque la grandeza del toreo es su diversidad”.
“El toro es el gran protagonista con comillas; el animal es el eje, pero el que lleva gente a la plaza es el torero”
Y a poco de iniciar la conversación hace una profesión de fe: “Soy un ganadero torerista porque no puedo dejar de analizar el toro desde el lado humano; veo ese animal y me imagino delante de él, en la piel del torero”.
“El torero es el que se pone delante del toro y del ganadero” añade. “Y se crea un vínculo estrecho, porque son muchas tardes en las que los toreros te preguntan cómo va a salir ese toro, cuál elegimos, qué opinas tú… Ellos conocen la debilidad del ganadero, que vive permanentemente en el alambre; no hay tanta diferencia entre que las cosas salgan bien o mal. Y, en el fondo, aprendes mucho de ellos, y te acercan las sensaciones que solo se registran delante del toro”.
Pregunta. Pero el toro es el gran protagonista de la fiesta…
Respuesta. Sí, pero con comillas. El toro es el eje, el animal fiero que da mucho miedo, pero el que lleva gente a la plaza es el torero. En 2014, cuando las figuras boicotearon la Feria de Abril, bajaron los abonos y el público dio la espalda. Y otro asunto: el torero es un humano que tiene el valor de crear arte pasando miedo. El otro es un animal. No se habla del miedo en el mundo del toro, está casi oculto, pero los toreros pasan un miedo horrible. Por eso les tengo tanto respeto, porque son capaces de crear arte y sonreír a pesar del miedo.
Es indudable que Álvaro Núñez mantiene una entrañable relación con los toreros. Relata, por ejemplo, que el día que se separó profesionalmente de su familia le llamaron José Tomás y Morante para decirle: “Aquí estamos”. Y no olvidará lo que le sucedió el año pasado, con motivo de su debut como ganadero.
“Lidié dos toros que estaban toreados, uno en Alicante que le tocó a Morante, y otro en Córdoba, que mató Roca Rey”, cuenta. “Y no he pasado peores momentos en mi vida; los toros estaban en una finca alquilada y supongo que en algún saneamiento algo les hicieron cuando eran becerros, y los animales no lo olvidan y se orientan con rapidez en la plaza. Después, tenía apalabrada una corrida en Zafra para octubre con esos dos mismos toreros, y esperé a probar en el campo una corrida completa, que fue positiva. Cuando llamé al empresario para que enviara los contratos me dijo que Morante y Roca ya los habían firmado hacía veinte días. Ese detalle es lo más bonito que me ha ocurrido en el mundo del toro. Lo recuerdo ahora y me cuesta no emocionarme”. La corrida se celebró el 1 de octubre y fue un éxito ganadero incontestable: un toro fue indultado y a otro se le concedió la vuelta al ruedo.
P. ¿Cómo es el toro de hoy?
R. El mejor. Me gusta el toro con viveza y empuje, el que coge la muleta con verdad. Esa es la esencia de la bravura.
“La casta es la transmisión, y la bravura es colocar la cara y embestir cuando el animal está sometido”
P. Pero la bravura es una condición artificial, conseguida por medio de la selección…
R. Así es. Lo normal sería que el toro que se siente presionado, se aflija o se pare. Creo que la bravura se activa con el castigo, pero su termómetro es la sumisión. Y me explico: cuando el toro se ve sometido te dice la bravura que posee. Es fácil galopar cuando los capotazos son para atrás, pero cuando desaparecen los espacios es cuando debe aparecer la bravura. En una palabra, lo que hace que el toro embista es la bravura, no el entrenamiento.
“El toro bueno exige mucho y hay que torearlo”, prosigue el ganadero. “Si, simplemente, lo pasas, el riesgo es pequeño, pero torearlo es muy distinto. Torear no es desplazar al toro, sino ofrecerle el cuerpo. Una cosa es ponerse detrás de la muleta, y otra distinta es ofrecer el engaño con el cuerpo delante. Con Manolete, el público soltaba el ole antes de que el toro pasara porque la reunión era muy pura. O sea, que la muleta no se puede utilizar como si fuera un burladero”.
Álvaro Núñez se emociona hablando sobre la bravura e insiste en que todo se resume en que el toro no se aflija y que embista más y mejor cuando más sometido se sienta.
“La verdadera dificultad estriba en que el toro se cría, pero el toro bravo se crea”
Y tiene clara la diferencia entre casta y bravura. “La casta es la transmisión, el movimiento, la viveza…”, afirma; “la bravura es colocar la cara y embestir bien cuando el animal está sometido”.
P. Por lo que usted cuenta, la crianza del toro es una ciencia compleja.
R. Si no lo fuera, habría más ganaderos, y los que lo somos triunfaríamos con facilidad. Fracasamos por su enorme dificultad, pero es una ciencia muy bonita. Bueno, es que yo soy poco objetivo, y me considero aficionado por encima de ganadero.
P. Pero aceptará usted que hacer las maletas y plantarse en el campo del sur del Portugal para criar toros no es muy normal.
R. Hay que estar loco, ya lo sé. Pero es lo que nos gusta a mi mujer, que es una gran emprendedora, y a mí. Es nuestra pasión. Nos ha costado un mundo, pero las sensaciones que recibimos son la mejor recompensa.
Álvaro Núñez cuenta este año con unos 40 toros, tendrá 50 en 2024 y 70 al año siguiente. “Tengo que crecer”, apunta, “si quieres estar en las ferias importantes y que los toreros te conozcan, debes contar con un mínimo de toros”.
“La verdadera dificultad estriba en que el toro se cría, pero el toro bravo se crea”, concluye.
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