Las Ventas y La Maestranza (cerradas) sufren el complejo de taurinos y políticos
La tauromaquia se juega el futuro en el silencio y la indiferencia de un sector aletargado
Las plazas de Las Ventas y La Maestranza sufren la indiferencia de los taurinos… y el complejo de los políticos afines. Por esa razón están cerradas. Y por la pandemia, también, claro que sí, pero, sobre todo, porque la tauromaquia no tiene quien la defienda con uñas y dientes en un momento histórico en el que se está debatiendo su supervivencia.
No tiene explicación que, por segundo año, no se haya celebrado la Feria de Abril. Y suenan a baldías las apelaciones de la Junta de Andalucía a una norma estatal que obliga a respetar el metro y medio entre los espectadores. No.
El Gobierno andaluz se asustó a raíz de las fotos de la corrida celebrada el 6 de agosto de 2020 en El Puerto en las que parecía que el empresario no había cumplido con el aforo máximo permitido del 50%. Los hechos demostraron que se había respetado la norma, aunque no la distancia entre las personas, lo que propició que la autoridad impusiera días más tarde el metro y medio de separación con un aforo máximo del 50%, lo que acabó, de hecho, con la posibilidad de celebrar festejos con una mínima rentabilidad.
Recuérdese que la patronal del empresariado taurino —ANOET— criticó agriamente a José María Garzón, el gestor portuense y uno de sus miembros, lo que justificó de algún modo el cambio de criterio oficial, que la Junta reforzó, posteriormente, incluyéndolo en un decreto el 29 de octubre pasado.
Los taurinos actúan con la misma cobardía que los políticos
Conviene hacer un inciso clarificador: esa norma asfixiante para los toros no afectaba a otras celebraciones culturales, a las que solo se les exigió la distancia del metro y medio días antes de la cancelación del abono taurino.
Después, llegó el atrevimiento de Ramón Valencia, empresario de La Maestranza, de presentar unos carteles con la condición de que se aceptara la mitad del aforo. Y ahí comenzó una comedia bufa en la que los consejeros de Presidencia y Salud de Andalucía adquirieron un protagonismo vergonzante. Al final, presos de una inexplicable cobardía, culparon al Gobierno central por una ley de 29 de marzo que no han cumplido las comunidades de Extremadura, Castilla-La Mancha y Madrid, y no ha sucedido absolutamente nada.
Y en todo este proceso hubo un detalle que no pasó desapercibido: solo Morante de la Puebla abogó públicamente por la celebración de la Feria de Abril. Es verdad, también, que a última hora, hubo breves comunicados de ANOET, la Unión de Criadores y Manzanares de muy escasa incidencia pública; pero el toreo, el mundo de los toros, desde la Fundación Toro de Lidia, las asociaciones de toreros de oro y plata hasta los propios aficionados, optaron por el silencio.
Y La Maestranza permaneció cerrada. Y así ha sido porque los taurinos han actuado con la misma cobardía que los políticos. Cada cual conocerá sus razones, pero quizá la realidad hoy sería distinta si el toreo en pleno hubiera exigido a la Junta de Andalucía el mismo trato para los toros que había concedido a las demás industrias culturales.
Y Madrid…
Las Ventas ha estado cerrada desde el 13 de octubre de 2019, y, de pronto, la Comunidad de Madrid, propietaria del coso, decide que el 2 de mayo se celebre un festival con un aforo máximo de 6.000 personas. Pero a las diez de la noche, finalizado el festejo, se volvió a echar el cerrojo y nada se sabe sobre el futuro.
Es verdad que había unas elecciones el martes día 4; y menos mal que ha ganado el PP, partido teóricamente taurino. Mejor no pensar el horizonte taurino madrileño si hubiera entrado en el Gobierno la coalición de izquierda.
Y los taurinos siguen callados.
El colmo sería que se celebrara la feria de Vistalegre con Las Ventas cerrada
El colmo sería que se celebrara la Feria de San Isidro alternativa que se ha anunciado en Vistalegre, plaza de segunda, pero con carteles atractivos.
Es lógico pensar que los toros no estarán entre las prioridades del nuevo Ejecutivo, pero no deja de ser un asunto relevante para miles de familias y aficionados.
Solo por eso —no ya por la tauromaquia como patrimonio cultural—, el sector debiera despertar del letargo en el que parece sumido, y reclamar que la plaza de Las Ventas se abra a festejos en las mismas condiciones, al menos, en las que celebró el festival.
El Partido Popular en Andalucía y Madrid, y las dos plazas más importantes del mundo están cerradas. No hay una explicación lógica; y, menos aún, que los actores principales —ganaderos, empresarios y toreros— hayan decidido aguantar estoicamente la situación a la espera de tiempos mejores que nadie sabe si algún día llegarán.
Ya no hay mareas de aficionados exigentes, vociferantes y apasionados que se lanzan al ruedo para protestar, bastón en mano, por el trapío de los toros, como acostumbraban nuestros abuelos. Ahora, la corrección política solo permite educados codazos y sonrisas tras las mascarillas; pero detrás de esas buenas maneras hay una realidad incontestable: la fiesta de los toros languidece entre el silencio de los taurinos y el complejo de los políticos afines.
Alguna vez, alguien, una persona o una organización, debería dar un golpe en la mesa y afrontar el problema con la seriedad y la contundencia que requiere.
Es la vida de la tauromaquia la que está juego; y Sevilla y Madrid son los balones de oxígeno de los que se nutre el resto del mundo.
Es prioritario que las puertas de La Maestranza y Las Ventas se abran de par en par de una vez por todas.
Es crucial que los taurinos se armen de valor, abandonen la cobardía, la indiferencia y los complejos y defiendan un patrimonio que se desangra; porque si algún día le falta el pálpito, y puede ocurrir, ya no habrá solución.
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