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TEATRO | CRÍTICA DE 'ANTÍGONA'

Una ‘Antígona’ para educación de príncipes

La presencia de Felipe VI en la inauguración del Festival de Mérida cubrió con un halo de metateatro la tragedia de Sófocles

Irene Arcos en 'Antígona', dirigida por David Gaitán.
Irene Arcos en 'Antígona', dirigida por David Gaitán.JERO MORALES

Una Antígona dialéctica, rehecha de cabo a rabo con pulso intermitente por el joven autor mexicano David Gaitán, abrió la 66ª edición del Festival Internacional de Mérida con el teatro a medio aforo (1.590 espectadores), porque así lo determinó la organización. “El sector teatral, que cerró algunos días antes de que se decretara el estado de alarma, ha sido uno de los últimos en abrir”, dijo Jesús Cimarro, director del festival, para quien sacarlo adelante ha supuesto “el mayor reto” de su vida. Mientras el Festival de Olmedo (Valladolid) fue cancelado a pocos días de su apertura debido al titubeo de la Junta de Castila y León, el de Mérida ha contado con el espaldarazo de la asistencia a la función inaugural del rey Felipe VI, la reina Letizia y sus hijas, Leonor y Sofía.

Gaitán abre su Antígona equiparando el simplismo y el melodrama (género predominante en los medios de entretenimiento masivos) con la peste que asoló Tebas y, sin mencionarlo expresamente, con el coronavirus causante de la covid-19. Con dicción meridiana y entendimiento claro del sentido de su discurso al rey Creonte, Clara Sanchis enganchó al público en su intervención primera, ofreció uno de los momentos mejores del espectáculo y puso en alto las expectativas del público más exigente. Cuando La Sabiduría, su personaje, le pide al monarca tebano un debate transparente sobre la justicia, a puertas abiertas, está sembrando en su reinado una semilla republicana.

Hubo en Mérida, pues, un rey cierto escuchando los discursos y observando el comportamiento, arbitrario a menudo, de un rey representado: puro metateatro, equivalente al que se vivía en los coliseos cortesanos cuando Felipe IV asistía al estreno de las piezas que Calderón, Vélez de Guevara y compañía escribieron para su majestad y familia. Cada palabra de Creonte o dirigida al rey tebano durante el estreno de Antígona hizo que el público contrastara su proceder (como sucedía con el comportamiento de los reyes de ficción durante el Siglo de Oro) con lo que cree conocer del proceder de sus monarcas.

Fernando Cayo interpretó a un soberano expansivo, locuaz, inflexible en su dictamen sobre Antígona: un monarca nada majestuoso, que no se priva de cantarle el Eres alta y delgada a su antagonista. Gaitán, también director del montaje, le ha dejado barra libre al actor, que de estar más contenido le hubiera sacado jugo al debate. El caso es que Cayo da espectáculo, que las representaciones en el inmenso escenario emeritense necesitan un catalizador y que él catalizó esta Antígona. Irene Arcos tiende a llevar el papel protagonista a terreno coloquial: a su encarnación de la hija de Edipo le faltó pathos. La extremeña Isabel Moreno debutó en Mérida con buen pie en el papel de Ismene, su hermana.

La entrada de don Felipe al teatro fue saludada con vivas al rey, contestados por vivas al pueblo y a la república, coreados todos ellos por sectores diferentes del auditorio. Un “Viva Mérida” reunió la voz de ambos coros.

Antígona, de David Gaitán, se representa hasta el 26 de julio en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, que continúa hasta el 23 de agosto.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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