_
_
_
_
_
ARTE

Pensamiento ‘collage’

Un siglo después de que las Vanguardias pusieran el 'collage' en la cumbre de la modernidad, el arte contemporáneo sigue hoy reinventando la cultura del 'remix'

'Collage' de Miguel Ángel Tornero.
'Collage' de Miguel Ángel Tornero.

Hay artistas que parecen vivir unas décimas de segundo por delante del tiempo. Son personas disruptivas hasta en la manera de mirar, que leen a través de los libros como de las ventanas, y para quienes la imaginación lo es prácticamente todo. Sabemos que la clave está ahí, que el mundo cobra sentido cuando lo interpretamos, y quizás nadie trabaje tanto en ello como los artistas, de manera especial los que piensan el collage. Pienso en un clásico, el estadounidense Allen Ruppersberg (1944), cuadrilla de John Baldessari, Ed Ruscha y Allan McCollum en la costa oeste y un referente del arte conceptual desde que Harald Szeemann le invitara a la exposición When Attitudes Become Form y a la mítica Documenta 5. Por aquel entonces no había cumplido los 30 y era ya un ávido coleccionista de postales, revistas, películas, discos, cómics, libros y posters. Un antropólogo de lo autóctono. Su último trabajo, Planet Stories, que presentaba hace unos meses en la galería ProjecteSD de Barcelona, es una narración de ciencia ficción sobre la completa desaparición del arte contemporáneo de la faz de la Tierra.

'Collage' de Ira Lombardía.
'Collage' de Ira Lombardía.

La historia es futurista pero parece hablarnos de hoy, momento en que el arte está confinado también en los museos cerrados. La serie irá creciendo, pero los diecisiete collages que ha lanzado ya son bastante elocuentes: combinan letras de antiguos juegos de anagramas sobre imágenes del Tío Gilito y el clan Donald, cuya lucha de poder pronto se convierten en un comentario irónico sobre el mercado del arte y la vanidosa superficialidad del mundo del arte, motivos, según él, para el derrumbe.

La subversión como centro del collage sigue siendo interminable en su capacidad de sorprender. En manos de Allan Ruppersberg ofrecen un alivio cómico amortiguado y funcionan como una mentira armada. Su afinidad con los Dadaístas, Surrealistas y autores de la generación Beat es evidente en la forma de pensar el collage, cercana a la técnica literaria del découpage, la construcción a base de recortes de texto, que fue el medio de choque modernista por excelencia de las vanguardias del siglo XX. Braque fue el instigador en 1911 y pronto le siguió Picasso junto a una larga cadena de artistas que lo utilizaron para abrir camino en eso de cuestionar la idea de verdad en el espectador, tirando por tierra el canon de la representación visual.

'Collage' de Allen Rupersberg.
'Collage' de Allen Rupersberg.

En la actual era del fake y la posverdad, el significado del “corta y pega” se multiplica en manos de los artistas, muchos de ellos referentes del “pensamiento collage”: de Richard Hamilton a Bruce Conner, de Thomas Hirschhorn a Richard Prince (@richardprince_official), de Mark Leckey (@mark.leckey) a Hannah Höch, de Martha Rosler (@martharosler) a Kara Walker (@kara_walker_official), de Carmen Calvo a Joan Fontcuberta (@joanfontcuberta), de Henrik Olesen a Isa Genzken (@isagenzken), de David Maljkovic a Negar Azini (@negoush) o de veteranas como Geta Bratescu (@getabratescu.apparitions) y Elisabeth Wild, fallecida hace solo unas semanas. El collage es un archivo de lo banal, un big data, un pirateo de copyrights, una imagen mestiza, un meme encubierto, apropiacionismo puro del capital simbólico, un laberinto visual. Sin duda, el formato que más fronteras ha trascendido entre disciplinas artísticas, el que más puertas ha abierto hacia otros territorios creativos.

Un siglo después, ha cambiado incluso de nombre. Hoy hablamos de mampling, de remix, de mash-up. El ready-made de siempre pero lleno de desvíos. Cortar, pegar, mezclar, fusionar, filtrar, alterar, reelaborar, reciclar. A veces, es como una especie de desintoxicación ante la saturación de imágenes. Otras, una manera de contar lo cotidiano con el revestimiento de lo inesperado. Lleva en su adn el “hecho a mano”, la tradición y la vanguardia. Y la silenciosa voz de las mujeres, algo que no siempre se conoce: desde las damas del siglo XIX y sus tardes haciendo scrapbooks, a la unión de retales de tela que tan bien define el espíritu del entorno rural. De ahí beben las obras de Sonia Navarro (@sonianavarro.estudio). Lleva dos décadas contando su historia en cada retal que emplea en sus collages, a veces esculturas e instalaciones, otras fotografías y dibujos. En su recuerdo están los desechos de tela con los que se entretenía con sus abuelas, con los que ahora cuestiona los mecanismos de poder y las jerarquías de género. Una lucha de las mujeres y los estándares establecidos que están en la base de su costura y tejidos de esparto, que visten ahora la Sala Verónicas de Murcia.

'Collage' Sonia Navarro.
'Collage' Sonia Navarro.

Como ella, hay una generación de artistas para quienes el mix es una actitud más que una receta. Una forma de pensamiento. Artistas que utilizan el bricolage como estrategia buscando un luego lenguaje. Es el caso de Ira Lombardía (@iralombardia) artista y profesora de historia de la fotografía en la Universidad de Siracusa, quien también lanza una proclama feminista. En sus obras, subvierte la imagen fotográfica para cuestionar el actual estatus de la imagen y poner en valor lo residual, como en la serie Impudens Venus. Lo inmediato es para Ángela Cuadra (@angela_cuadra) el motor de un trabajo basado en el acopio, el diálogo entre el color y la forma, y en el acto poético de la elección. No está lejos del quehacer de muchos otros artistas de su generación que de un modo u otro exploran una nueva materia iconográfica. Por ahí circulan las obras de Elisa Pardo (@elisapardopuch), Alfredo Rodríguez (@alfredo:r_o_d_r_i_g_u_e_z), Miren Doiz (@miren_doiz), FOD (@fodoff), Esther Gatón (@esthergaton), Miki Leal (@mikileal) o June Crespo (@june_crespo). Miguel Ángel Tornero (@tornerochico) da un giro más. Es uno de los artistas que más ha estirado la idea de composición fotográfica, primero desde el montaje digital, luego con sus Random Series y ahora con una vuelta al collage analógico en su último trabajo, Quemar ramón (2020), que ha inaugurado la galería Juan Silió en Madrid. Cartón y betún para hablar de olivos y poda.

Hoy el hacedor de collage explora, transita o vagabundea por esa inmensa memoria de redes consciente de que los recuerdos seguramente no estén ya en nosotros, sino subidos a alguna web. La pantalla es el nuevo bodegón. Lo grita Hito Steyerl (@hito_steyerl), otra brillante artista del sampler, en cada una de sus instalaciones. El arte es una forma de uso del mundo, un contrapoder lleno de contraimágenes. Una negociación infinita entre puntos de vista.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_