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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

Álvaro Domecq vende Los Alburejos, ¿un drama para la fiesta de los toros?

Desaparece un santuario de la cultura taurina, pero continúa el hierro de Torrestrella

Una manada de vacas y becerros del hierro de Torrestrella.
Una manada de vacas y becerros del hierro de Torrestrella.Los Alburejos
Antonio Lorca

Hace unos días, se conoció la noticia de que la finca Los Alburejos, situada en el municipio gaditano de Medina Sidonia y calificada con razón como ‘un monumento a la cultura de la lidia’, donde pastan los afamados toros de Torrestrella, había sido vendida a un comprador extranjero.

Y el mundo del toro quedó conmocionado al considerar, primero, que esta venta era la consecuencia del momento amargo que atraviesa el hierro que creara Álvaro Domecq y Díez por el veto que le han declarado las figuras, y la antesala, además, de la desaparición de la famosa divisa ganadera, que tantas tardes de éxito ha cosechado en su larga historia.

Pero no parece que sea así. Se pierde para la fiesta, eso sí, un gran cortijo andaluz, santuario taurino, santo y seña del toreo desde principios de los años 50; se pierde un centro turístico calificado de ‘cinco estrellas gran lujo’ por las agencias del sector. Pero no es posible afirmar que la venta esté esencialmente relacionada con la situación de los toros.

Álvaro Domecq Romero, (Jerez de la Frontera, 1940), dueño de la finca junto a su hermana Fabiola, ha accedido a hablar con este periódico, pero no aclara el meollo del asunto. Es un hombre parco en palabras y muy discreto en sus declaraciones, y de sus impresiones no se deduce que la conmoción taurina que ha producido la venta esté justificada.

“Cuando surge una oportunidad no hay más remedio que aceptarla”, afirma el ganadero

El ganadero muestra su disgusto por no estar anunciado en la Feria de Abril de Sevilla. “Las figuras solo quieren torear cuatro ganaderías que se repiten en los carteles”, se queja, “y así no hay sitio para las demás”.

Pero cuando se le pregunta por los motivos de la transacción, responde:

“Los Alburejos es una finca muy bonita, de mucho lujo, pero mi familia es muy amplia (se refiere a la numerosa prole de su hermana) y tienen que seguir andando…”

Reconoce que ha bajado la demanda de grupos de visitantes, y añade sin aparente convencimiento que “la finca era rentable, pero han venido años muy malos, y cuando surge una oportunidad no hay más remedio que aceptarla”.

Esa ocasión la ha colocado en bandeja ese desconocido comprador que tomará posesión de la nueva propiedad en el mes de julio, y que, según se ha publicado, habría pagado 20 millones de euros.

Álvaro Domecq, en el callejón de la plaza de Las Ventas.
Álvaro Domecq, en el callejón de la plaza de Las Ventas.Gtres

“No le puedo concretar la cantidad porque no la sé, pero me parece que no es la real”, afirma Álvaro Domecq. “Sí, se ha estimado un precio, aunque las cosas no están ahora muy altas”, añade, “aunque nos da para que los niños puedan estudiar y ayudar a la familia”.

Sea como fuere, la finca que compró su padre, el mítico Álvaro Domecq y Díez, en los años 50 ha sido un referente taurino de primerísimo orden. Allí se creó un encaste, han convivido el toro y el caballo, fue un laboratorio para las modernas técnicas de crianza de los animales bravos, una escuela de rejoneo y doma vaquera, y hasta un plató de cine, pues en ella se rodó un episodio de la película “Yo he visto la muerte”, dirigida por José María Forqué.

“Seguiré mi línea actual aunque no guste a las figuras”

Además, hace más de 30 años, y tras unas fuertes inversiones, Los Alburejos se presentó como un foco turístico taurino de referencia, que han visitado miles de personas, la mayoría extranjeras, atraídas por la belleza del campo andaluz y su arquitectura, la crianza del toro y el caballo…, un lugar donde se han celebrado multitud de eventos empresariales y todo tipo de convenciones sociales.

El punto fuerte del programa es el espectáculo titulado ‘A campo abierto’, -de hora y media de duración, los miércoles y domingos, al precio de 21 euros los adultos y 11 los niños de cuatro a once años-, que muestra el desarrollo de las tareas ganaderas, las distintas fases de la vida del toro, la fauna y la flora de las 600 hectáreas de la finca y una exhibición de doma del caballo en la plaza, a cargo de los alumnos de la escuela privada creada por Domecq Romero.

Los programas de incentivos se hacen a la medida de los clientes, y pueden incluir una tienta de vacas (la finca cuenta con dos plazas de toros, una de ellas cubierta), almuerzos, banda de música, etc. La página web anuncia, incluso, una agencia de viajes con el mismo nombre que el hierro ganadero de la casa.

Y todo ello ha conocido largas épocas de éxito bajo la dirección de un jerezano, Juan Panedas, antiguo funcionario de la Diputación gaditana, un hombre entrañable, con un amplio conocimiento del medio y don de gente, que explicaba a los asistentes el mundo de la ganadería en tres idiomas: español, inglés y alemán.

La iniciativa fue pionera en este país, y convirtió a Los Alburejos en un escenario muy atractivo para muchas empresas, la mitad de ellas alemanas, aficionados, turistas, curiosos y alumnos de colegios e institutos, procedentes en su mayoría de Francia y del norte de España.

Este modelo descubrió una nueva fuente de ingresos para las mermadas arcas del sector de la ganadería brava, y otros criadores de toros lo copiaron con desigual éxito; no todos contaban con las instalaciones, el sugestivo programa y con los medios humanos altamente cualificados de Los Alburejos.

Pero llegó la crisis económica, el auge del animalismo ha tratado de ‘demonizar’ todo lo relacionado con el mundo del toro y muchas empresas han decidido buscar otros divertimentos, y se jubiló Juan Panedas, que ha sido sustituido con singular empeño por dos mujeres de la familia, hijas de Fabiola: Isabel y Reyes Domecq.

Simultáneamente, apareció otro elemento esencial en esta historia: diferencias familiares sobre la gestión del negocio; desacuerdos entre los sobrinos -los exrejoneadores Antonio y Luis y sus hermanos- y el tío, Álvaro Domecq, entre una concepción moderna y otra más tradicional.

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Los tres ingredientes, la crisis económica, los efectos de la corriente animalista y las divergencias entre los dueños, han sido el mejor caldo de cultivo para la venta.

Fuentes cercanas a Los Alburejos aseguran que la oferta de ese desconocido comprador extranjero ha llegado en el mejor momento. Y como ha dicho Álvaro Domecq, “cuando surge una oportunidad, no hay más remedio que aceptarla”.

¿Y los toros? Todos ellos están en proceso de traslado a otra “finquita”, en expresión del ganadero, El Carrascal, situada en el término de Benalud Sidonia.

“Continuo con la ganadería” afirma Álvaro Domecq. “Me gusta mucho, es muy bonita; embisten muchos toros, estoy muy contento, y seguiré mientras pueda”.

“Me ha disgustado mucho, como es lógico, no estar anunciado en Sevilla”, continua. “La corrida de La Maestranza es la primera que reservo cada año”.

- Pero las figuras no quieren sus toros…

- Cada uno torea lo que puede y lo que le viene bien. Yo seguiré mi línea actual, aunque no guste a las figuras.

Torrestrella lidiará en Madrid, -no acudirá a Bilbao “porque los mejores ejemplares los he reservado para Las Ventas”-, en algunas plazas francesas y otras españolas aún sin concretar. En total, seis o siete corridas esperan en el campo, todavía, esas sí, en Los Alburejos.

La ganadería continúa y Domecq no descarta (“aún no lo hemos estudiado”) ofrecer un paquete turístico similar en el nuevo emplazamiento.

¿Es un drama para la fiesta de los toros la venta de Los Alburejos? Parece que no; más bien, un alivio para la familia Domecq.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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