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Todo por el otro, pero sin él

La compleja escritura de José Sanchis Sinisterra complica la puesta en escena de 'Naufragios de Álvar Núñez'

Javier Vallejo
Escena de 'Naufragios de Álvar Núñez'.
Escena de 'Naufragios de Álvar Núñez'.MARCOS G. PUNTO

José Manuel Fernández López, autor del recién publicado ensayo Con las botas puestas. La historia del soldado a través del cine (Edaf, 2020), hablaba hace unos días en el radiofónico El Marcapáginas de la desbalanceada visión que el séptimo arte ofrece de la historia universal. Episodios como la conquista –valga el eufemismo– del Oeste se han contado una miríada de veces, casi siempre de forma épica, mientras que sobre el mal llamado descubrimiento del continente americano y los cuatro siglos de dominio hispanoportugués el número de películas es muy inferior, proporcionalmente. Para el teatro, tampoco ese es terreno trillado. En los setenta, José Sanchis Sinisterra, fascinado con las Crónicas de Indias españolas (“de las que en España sabemos muy poco”, observa él), las usó como cantera de una trilogía, de la cual quedaba por estrenarse Naufragios de Álvar Núñez, comedia inspirada en la procelosa expedición a La Florida y el periplo a pie de Álvar Núñez Cabeza de Vaca y otros tres supervivientes por Luisiana, Texas, Nuevo México y Arizona.

En sus Naufragios, Sanchis entrevera tres épocas: la actual, la del relato y el tiempo que Álvar Núñez pasó en Castilla entre esa expedición y su traslado a Río de la Plata, donde fue gobernador comprometido en la defensa de las poblaciones nativas. La dramaturgia prolija de Sanchis exige claridad de exposición en su puesta en escena: esta de Magüi Mira, atenta a lo espectacular, no lo está tanto a que se escuche y entienda lo que Shila, sobre todo, pero también el gobernador Pánfilo de Narváez y otros personajes dicen en el tempestuoso arranque del espectáculo. Desplazándose en pelota picada bajo una lluvia inclemente, son un eco poderoso del memorable coro de estatuas vivientes de Macunaima. La coreografía es magnética, pero lo que sus intérpretes dicen no debiera quedar en segundo plano nunca.

Interpretada vigorosamente por Clara Sanchis, la esposa de Álvar Núñez tendida en el lecho conyugal evoca la figura de Magüi Mira, su madre, encarnando a Molly Bloom, veinte años atrás. Dorantes y Alonso del Castillo, dúo cómico espectral, son reencarnación de Ríos y Solano, protagonistas de Ñaque: Sanchis se cita a sí mismo y a Sófocles, y Mira cita a Cervantes: Pepón Nieto, intérprete de Pánfilo de Narváez a lomos de un cuadrúpedo, parece Sancho Panza al frente de una versión indiana de su ínsula Barataria.

El solapamiento espaciotemporal, los cortes metateatrales de la acción, las digresiones frecuentes, complican la puesta en escena de la obra. Mira ha acentuado la farsa, lo caricatural: sus personajes son figuras, mero fantoche alguno de ellos. De casi todo se hace burla: no hay contrastes. Solo el morito Esteban y la americana nativa Shila, únicos personajes no naturales de Castilla, están tratados con dignidad. Entre tanto ruido, furia y espectacularidad, subrayados musicales incluidos, se agradecen las escenas remansadas, que son pocas. Dando noticia de la conquista, su autor pretende hablar del otro en sentido genérico, y del periplo de quienes hoy dejan sus tierras por el deseo de prosperar o movidos por golpes de Estado militares y económicos, analogía ésta traída por los pelos. Mejor que hablar sobre el indígena es darle voz, como hacen Sergio Arrau con Lautaro y los suyos en Digo que norte sur corre la tierra o George Tabori con los nativos norteamericanos en Piel Roja y Carablanca, un western judío.

Para quien no lo conozca, no queda clara en el espectáculo la complejidad del recorrido vital de Álvar Núñez, que durante años fue indio desnudo entre los indios, esclavo de uno de ellos y chamán. La escenografía de Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán hace del escenario el terreno de juego embarrado en el que colapsó el ímpetu de aquella expedición codiciosa. Jesús Noguero lo da todo en un trabajo aguerrido, planeado sin fligrana. Espléndida, la dirección de movimiento de María Mesas.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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