Suspiros de Portugal

Un clásico con factura contemporánea, tensionado de principio a fin. Vélez de Guevara, el Racine español, solía abordar temas históricos y legendarios. La vida y el asesinato de la gallega Inés de Castro, reina portuguesa a título póstumo, dio pie a mil romances y obras de todos los géneros, compuestas algunas de ellas durante la unión de España y Portugal.

La Compañía Nacional de Teatro Clásico pone en escena esta fábula de amores trágicos en un gran cóncavo o cúpula invertida, con dos cumbres enfrentadas (caras de la misma moneda) y, en el centro, un valle donde los encastillados de ambos lados se encuentran, se requiebran, se aman y entran en conflicto. Este expresivo artefacto escenográfico, diseñado por José Manuel Castanheira, que evoca los límpidos espacios teatrales de Adolphe Appia, obliga a que los actores entren en escena deslizándose desde lo alto, como esquiadores por una rampa, les obliga a salir tomando carrerilla y propicia entrecruzamientos en los que la Inés de Lara Grube se mueve con pericia innata, ingrávida, animal, guiada por el etnocoreógrafo Manuel Segovia. En este juego, también se desenvuelve como pez en el agua el cálido Don Pedro de David Boceta y con soltura el elenco al completo. Rita Barber es intérprete espléndida de unas canciones de la época, que ella desgrana como fados arcanos. Esencial, la nodriza de María José Alfonso.

Pepa Pedroche deja respirar las escenas y a sus intérpretes, da tiempo a que las cosas sucedan, no le teme a las pausas. Colabora decisivamente a que el diseño de puesta en escena de Ignacio García llegue a término felizmente. José Gabriel Antuñano afila el conflicto entre afectos y razón de Estado, núcleo de la pieza.

Reinar después de morir.  Autor: Luis Vélez de Guevara. Diseño de la puesta en escena: Ignacio García. Teatro de la Comedia. Hasta el 2 de febrero.