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Una patria de emigrantes

El historiador Ramón Villares analiza el caso de Galicia como nación excéntrica en la que una fuerte conciencia etnocultural coexiste con un débil nacionalismo político

Antonio Elorza
Llegada del transatlántico 'Montserrat' a España procedente de Inglaterra.
Llegada del transatlántico 'Montserrat' a España procedente de Inglaterra. EFE

Desde hace cuatro décadas, Ramón Villares viene desempeñando un destacado protagonismo en la historiografía y en la cultura del ruedo ibérico, fundamentalmente en Galicia, pero también en un plano general al codirigir con Josep Fontana los 12 tomos de Historia de España de la editorial Crítica. En el primer aspecto, su incesante labor investigadora culmina con la publicación en 2016 de su Historia de Galicia, a la que el presente ensayo sirve de necesario complemento.

Considerada una de nuestras tres “naciones históricas”, Galicia como tal no tiene ni de lejos el peso adquirido por Euskadi y por Cataluña. Ni siquiera la coherencia interna en cuanto al idioma ha impedido que en la actualidad el gallego se encuentre en situación de estancamiento, cuando no de retroceso, al no estar asegurada una reproducción ampliada de ese 50% de población gallegohablante. En términos políticos, con un PP más atento a la singularidad galaica, de Fraga a Feijóo, sigue siendo una comunidad dominada por organizaciones “estatales”.

¿Qué es entonces Galicia? La respuesta que proporciona Villares consiste en probar que Galicia es una “nación cultural”, basada en una fuerte conciencia etnocultural que coexiste con la debilidad del nacionalismo político. Tal vez hubiera sido útil aquí detenerse en la figura del joven Antolín Faraldo, que en la década de 1840 propugna un nacionalismo gallego necesario, dada su subordinación al Estado, la pobreza ligada a la identidad, con los antecedentes históricos nacionales (celtas, suevos, religión, cultura), pero que resulta imposible por la fragmentación que define la estructura de Galicia desde el aislamiento social —­pequeñas poblaciones, no ciudades ni capital— (y respecto de España: el enlace ferroviario es de 1883), que explica con el concepto de “excentralización”.

Para explicar la citada tensión entre una identidad generalmente admitida y su proyección política, Villares efectúa un largo recorrido que arranca del siglo XVII y que constata el juego pendular entre unas débiles instituciones laicas, de la hidalguía de pazo a la moderna burguesía, y una fuerte trama social campesina, apoyada sobre la hegemonía eclesiástica. El resultado fue un fuerte sentimiento de pertenencia a la propia comunidad, agudizado por el rechazo a la visión negativa del gallego como pobre e inculto. No era además esta algo que surgiera en el vacío, sino a mi juicio asociada a la difícil situación gallega como furgón de cola en el siglo XIX de ese otro furgón de cola que en el proceso de modernización europea fue España. Y en esto vino la masiva emigración.

La emigración ha convertido a Galicia en una “nación entre dos mundos”. En el esquema interpretativo del autor se prescinde de España y también de Europa, sin duda por las dificultades para desarrollar una investigación en profundidad, acorde con la entidad del tema. Villares ha sido consciente de que valía la pena arriesgarse a plantear, desde su nivel de conocimiento, tres bosquejos de interpretación en un análisis comparado de las “exportaciones” de la nación gallega a Argentina, Cuba y Brasil. Por desconocido hasta ahora, el capítulo de Brasil es muy sugerente para el lector, pero también resulta importante recordar y precisar hasta qué punto Argentina fue el punto de llegada donde la condición de gallego adquirió un mayor peso, cuantitativa y cualitativamente. Al haberse tratado de una emigración urbana que hizo de Buenos Aires, en palabras de Villares, una gran capital gallega, hasta que a finales de la década de 1950 forzase el viraje hacia el entorno europeo; capital gallega y del galleguismo político en su pugna por acabar con la dictadura franquista.

La emigración gallega a Cuba era más conocida, a pesar de lo cual el relato de Villares sistematiza lo que hasta ahora fue en muchos casos una tela impresionista. Resulta de capital interés la comparación entre la anterior galleguización de Buenos Aires y la formación en Cuba de “La Habana de los gallegos”. Tal vez hubiera sido necesario afrontar temas menos gratos, tales como la persistencia de racismo hacia la población afrocubana, con su correspondiente réplica, y los esfuerzos del castrismo por superarla, o la supervivencia de numerosas asociaciones gallegas mientras Fidel elimina la presencia protagonista que desempeñaba en la capital el gran Centro Gallego (y verosímilmente, como en el caso del asturiano, de su biblioteca). Cuando Fraga, hijo de emigrantes retornados, le pregunta a Fidel por ese tema, el comandante se escurre hábilmente : “No se preocupe, la acera se denominará Acera del Centro Gallego”. Hasta la fecha.

Galicia. Una nación entre dos mundos, Ramón Villares. Pasado & Presente, 2019. 293 páginas. 22 euros

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Autor: Ramón Villares.


Editorial: Pasado & Presente, 2019.


Formato: Tapa blanda (293 páginas).


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