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Columna
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Cooperantes

'Promesas de arena' oscila entre un elogio de los cooperantes y el melodrama en seis largos capítulos, demasiado largos

Fotograma de 'Promesas de arena'. En vídeo, tráiler
Ángel S. Harguindey

La serie Promesas de arena, que emite los lunes TVE y que ofrece completa Amazon, es, probablemente, una de las grandes apuestas de ficción de la cadena pública. Realizada correctamente por Joaquín Llamas y Manuel Estudillo, con una producción notable y con unos intérpretes solventes, Andrea Duro, Daniel Grao, Francesco Arca y Blanca Portillo, entre otros, su trama oscila entre un elogio de los cooperantes y el melodrama. Dicho de otra manera, entre un canto a la solidaridad y una obra que “presenta sucesos dramáticos o violentos para exaltar los sentimientos, a menudo de modo exagerado”, que es exactamente lo que ocurre en los seis largos, muy largos, demasiado largos, capítulos de la serie.

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[/CAP3]El epicentro de la acción es el hospital de la ONG Acción Global, en la imaginaria ciudad libia de Fursa, aunque el rodaje se realizó en la localidad portuaria de Sfax y en el oasis de Tozeur, en Túnez, además de en Madrid. Allí llegan cuatro cooperantes españoles de los 2.808 que trabajan fuera de nuestras fronteras, según los datos de 2019 de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, datos que irritan a los Salvini de este mundo, incapaces de sentir la menor empatía salvo hacia sus posibles votantes.

Paulatinamente, la serie deriva hacia el melodrama, suponemos que una opción tan legítima como cualquier otra, y hacia la historia de amor de una cooperante y un ambiguo personaje libio, en el que la codicia encuentra un terreno propicio en la labor solidaria. Una historia de amor que, efectivamente, exalta los sentimientos, “a menudo de modo exagerado”. Quizás la pasión amorosa sea más popular que el altruismo, pero, en todo caso, su mezcla induce a un cierto desbarajuste argumental.

 

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