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Artefactos naturales

Una exposición revisa las investigaciones de los artistas de la primera mitad del siglo XX en torno a las formas de la naturaleza pero más allá de las categorías de figuración o abstracción

Javier Rodríguez Marcos
'Grand Venus' (1936-1937), bronce de Julio González.
'Grand Venus' (1936-1937), bronce de Julio González.

László Moholy-Nagy ejecutó con un año de diferencia dos obras que cuelgan ahora en la galería Guillermo de Osma y que ilustran a la perfección las posibilidades y limitaciones del biomorfismo, ese ismo que nunca acabó de serlo del todo pese a ser transversal a muchos movimientos de vanguardia. La primera es un papel de 21,5 × 28 centímetros firmado en 1938 y dedicado a “Muncha” —es decir, Moncha (Ramona Longas)— y a su marido, el arquitecto José Luis Sert. La segunda es un lienzo de 107 × 130 fechado en 1939. El problema está en el tamaño. Lo que en el menor es fuerza y delicadeza, en el mayor es sobreesfuerzo y grandilocuencia.

El mismo mal de altura —del metro de altura— aqueja, en la misma sala, a la Composition (1935) de Auguste Herbin y al Relief número 49 de César Domela, una tabla cuya fecha de elaboración (1955) demuestra que una tendencia puede convertirse en maniera sin llegar a convertirse en escuela.

Dicho esto, la exposición es una maravilla y está a la altura del reto que se plantea: revisar las investigaciones de los artistas de la primera mitad del siglo XX en torno a las formas de la naturaleza pero más allá de las categorías de figuración o abstracción. Acuñado en 1895 por el zoólogo Alfred Cort Haddon y adaptado cuatro décadas después a la creación por el crítico Geoffrey Grigson, el biomorfismo se situaría “entre Mondrian y Dalí”.

Tesis aparte, la muestra es una celebración de la mirada que se abre con un picasso de 1922 y dos piezas de Julio González, y que contiene tesoros como un inquietante man ray que perteneció al poeta Louis Aragon —él solo ya merece la visita— y tres obras de la colección de André Breton; entre ellas, unas “cabezas surrealistas” de firma colectiva. El diálogo entre pintura y fotografía se extiende también al que mantienen entre sí obras como las de Léon Tutundjian y Maruja Mallo, capaces de demostrar a la vez el poder de una pincelada y el lirismo de un trozo de metal.

Biomorfismo. Galería Guillermo de Osma. Madrid. Hasta el 14 de noviembre.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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