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Columna
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Irlandexit

‘Derry Girls’ no es la gran serie sobre el conflicto norirlandés, que no acaba de estar resuelto, sino una comedia más transgresora que ‘Ocho apellidos vascos’

Ricardo de Querol

Tan dividida está la ciudad que tiene dos nombres: Derry para los católicos, Londonderry para los protestantes. 20 años después del Acuerdo de Viernes Santo, que detuvo la espiral de odio, aún quedan muros entre las dos comunidades y murales con los emblemas y supuestos héroes de cada bando. La desconfianza quizás dure generaciones. Pero era peor, muchísimo peor, antes de 1998.

Derry Girls (en Netflix) no es la gran serie sobre el conflicto norirlandés, porque eso que llaman Los Problemas es solo un escenario de fondo: un atentado por aquí, una redada por allá, una marcha protestante ahora, un tipo del IRA escondido en un maletero después. Esto es una comedia de instituto, en este caso colegio de monjas, con cuatro adolescentes desmadradas, un primo inglés y sus desquiciadas familias. La fórmula —de largo más transgresora que la de Ocho apellidos vascos— funciona. Es fácil simpatizar con estas chicas que no prestan tanta atención a lo que está pasando como a lo que ocupa a la gente de su edad en cualquier tiempo y lugar: las relaciones (de amistad o, más problemático, sexuales) y la iniciación en los vicios. La segunda temporada permite vislumbrar el proceso de paz mientras ellas están a lo suyo.

Hoy los vecinos de Derry, o Londonderry, pueden elegir pasaporte irlandés o británico, como su club de fútbol, que juega la Liga de la República de Irlanda. Viajando al sur, casi nada indica que se cruza una frontera, más que las distancias pasan de millas a kilómetros. No saben si será igual después del 31 de octubre. Porque Boris Johnson, otro líder populista de extraña cabellera, se empeña en quitar del Brexit la llamada salvaguarda irlandesa, que es la garantía de que en sitios como Derry no volverán Los Problemas. Eso sí que es insensato, no lo de estas colegialas gamberras.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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