Holanda, ganador de Eurovisión 2019 con Duncan Laurence
El país consigue 492 puntos y España queda en el puesto número 22, uno mejor que el año pasado
Los pronósticos se cumplieron una vez más en Eurovisión. La intimista balada Arcade, interpretada por Duncan Laurence con una sobria puesta en escena, dio la victoria a Holanda. Era la favorita de las casas de apuestas, con un 45% de probabilidades. Otros rivales le desafiaron en las predicciones, sobre todo Zero gravity, de Australia, la preferida de los eurofans en Tel Aviv, representada como la fantasía de un hada de Disney por Kate Miller-Heidke. Pero fue la italiana Soldi la que le pisó finalmente los talones en la voz de Alessandro Mahmood, un artista de padre egipcio, seleccionado pese al disgusto del ministro del Interior de su país, el populista Matteo Salvini. Holanda, que no ganaba el concurso desde 1975, acumula su quinto triunfo en el certamen.
Sincronizada como un mecanismo de relojería, la gala celebrada en el recinto ferial de Tel Aviv concluyó con el español Miki Nuñez (Tarrasa, 1996) entonando la pachanguera La venda como si fuera la última actuación de su vida, en un decorado que hacía un guiño a las historietas de 13 Rue del Percebe. Todos bailaban en Tel Aviv, pero ningún jurado la refrendó salvo los de Rusia y Bielorusia, quedó la relegada a los últimos puestos con solo siete votos. Tras la cantinela de veredictos de los jurados nacionales, los 26 concursantes tuvieron que sufrir el suspense hasta los concluyentes resultados del voto popular emitido en orden inverso. España, comenzó el recuento con apenas 53 votos del público para quedar en el puesto 22.
Eso en lo musical, pero la fiesta cosmopolita parecía ser lo más importante en el Pabellón 2 de ferias y exposiciones de la capital económica de Israel. Tel Aviv es una isla –tal vez acompañada por Haifa, al norte, y algunos distritos de Beirut, la capital libanesa–, en el océano de intolerancia de Oriente Próximo. El pretexto no musical, el que ha traído hasta la ribera más oriental del Mediterráneo a un millar de periodistas y cerca de 10.000 eurofans es precisamente la celebración de los valores de diversidad e inclusión que ondean en el estandarte eurovisivo.
Sobre el escenario, el icono Bar Refaeli ofreció como presentadora la imagen más seductora de Israel, aunque buena parte del peso recayó sobre el veterano Erez Tal, que ha conducido durante diez temporadas la versión local de Gran Hermano. Estuvieron apoyados entre bastidores por Assi Azar, presentador de la versión de Operación Triunfo de KAN y casado con un arquitecto barcelonés, así como por la joven youtuber árabe israelí Lucy Ayoub, considerada la gran revelación de la gala. Será sin embargo la única que no cobrará prima por su trabajo, según desvela el diario Haaretz, ya que forma parte de la plantilla del canal estatal. Los otros tres presentadores, estrellas con contratos por programa, se repartirán unos 115.000 euros.
Junto a Refaeli, enzarzada por cierto en un millonario litigio con el fisco israelí, Madonna ha sido a los 60 años la guinda del festival. Acompañada en escena de una troupe de 40 cantantes de coros y 25 bailarines, y a cambio de un caché de 1,1 millones de euros, interpretó en un receso tras las actuaciones la legendaria Like a prayer, que se estrenó en medio del escándalo hace tres décadas, y su último tema, Future.
El magnate Sylvan Adams se ha hecho cargo del abultado caché de Madonna tras un regateo con la estrella digno de un zoco levantino oriental. La cantante se curó en salud de las críticas políticas antes de viajar a Israel al presentar su actuación en el conflictivo Oriente Próximo como “un nuevo camino hacia la paz”.
Este ha sido el tercer festival de Eurovisión que acoge Israel –los anteriores se celebraron en 1979 y 1999, ambos en Jerusalén– , pese a haber ganado el concurso en cuatro ocasiones. Hace ahora 40 años revalidó su triunfo en la Ciudad Santa con Halleluja!, pero el elevado coste de hacer frente a dos ediciones consecutivas le llevó a renunciar precisamente a favor de de Holanda. Este año ha presentado a Kobi Marimi con la melódica Home. Los comentaristas musicales de la prensa hebrea consideran que la televisión israelí ha querido asegurarse de no repetir el éxito que obtuvo Netta con Toy, el año pasado en Lisboa, para eludir la bancarrota que acarrearía otra factura eurovisiva de más de 25 millones de euros.
No hubo plaza para todos en el auditorio de 7.500 localidades, que se agotaron a las pocas horas de salir a la venta pese a los elevados precios oficiales, que han alcanzado los 500 euros. El canal de televisión israelí estatal KAN, organizador del evento, tuvo que suspender la distribución de entradas ante la sospecha de irregularidades. Para quien crea en la magia de Eurovisión, el espectáculo vale la pena: todos un derroche tecnológico de iluminación, rayos láser, vídeo producciones y pirotecnia, mucha pirotecnia. Acostumbrados al balagán y la fauda, al desbarajuste de Oriente Próximo, los israelíes han seguido absortos en la noche de este sábado la precisión de la final de Eurovisión, mientras palestinos y otros vecinos árabes observaban de soslayo la gran kermés de la diversidad de los europeos, que pugnan por la gloria de una canción intrascendente después de haberse matado entre sí durante siglos.
Tel Aviv había echado el resto también en su gran especialidad: la fiesta callejera que acompaña al certamen. El Eurovision Village, situado en el mismo parque costero donde desemboca cada año el desfile del orgullo gay, ha sido el mayor recinto de ocio erigido hasta ahora en una edición de Eurovisión. Animado por algunos de los mejores DJ de la metrópoli liberal israelí, la traca final del festival estaba asegurada hasta el amanecer. En la conservadora Jerusalén, los haredíes, los ultraortodoxos temerosos de Dios, cortaron el tráfico en protesta por la profanación eurovisiva del sabbat, el día sagrado judío.
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