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‘Instinto’: los desnudos vuelven a la televisión española

La serie de Movistar + protagonizada por Mario Casas llena su trama de sexo y erotismo

Mario Casas, en una imagen de la serie 'Instinto'.
Natalia Marcos

En el segundo minuto de Instinto, serie que Movistar + estrena hoy viernes, se ve a Mario Casas completamente desnudo, señal de que este es un canal de pago y que una ficción televisiva pretende de nuevo usar la carne con fines artísticos. Casas interpreta a un empresario guapo, joven, adinerado y popular. Pero esconde fantasmas por un trauma que afecta profundamente a su vida personal y libera sus instintos por las noches en un club privado cuyos socios, escondidos tras máscaras, dedicarse a prácticas sexuales de todo tipo.

Tramas de este tipo han sido usuales en el cine español durante años, desde la época de los dos rombos en TVE a los thrillers eróticos de los noventa como Entre las piernas. Pero en televisión, incluso en la actual era dorada de la ficción que está viviendo España, ha resultado hasta ahora menos habitual. “Creo que en un momento dado se abusó del desnudo gratuito. He escuchado mil veces eso de ‘quítale la camiseta y ya verás cómo sube puntos de audiencia”, comenta a EL PAÍS Teresa Fernández-Valdés, cocreadora y productora de Instinto. “Hubo un momento de rebeldía justificada de los actores, y de ahí pasamos a que ninguno quería desnudarse bajo ningún concepto. La gente no puede ver en sus casas escenas de sexo con las bragas o los calzoncillos puestos. Hay que naturalizar. Me parece bien que tengan límites, pero deben entender a sus personajes. Y eso está sucediendo; los actores vuelven a ser conscientes de que hay historias que contar en las que es necesario que haya sexo y desnudo”, añade. De hecho, tras Instinto se estrenará Toy Boy, que prepara Antena 3, sobre strippers masculinos.

Un neón con la leyenda Sex Is Art da la bienvenida a Casas a su club (recreado en un palacete madrileño), en el que transcurre parte de la trama de esta historia de traiciones, celos y conflictos familiares. Aunque los clubs reales de este tipo de los que tienen constancia los creadores de la ficción no son precisamente glamurosos, buscaron alejarse de esa vertiente para dibujar un espacio más sofisticado y selecto que produjera interés en el espectador.

La decoración y ambientación del lugar combina un toque barroco con el mundo actual. “Una fuente de inspiración era Drácula, que es uno de los estereotipos más eróticos y sexis que encuentro”, prosigue Fernández-Valdés. Los neones añaden el punto más contemporáneo. Túnicas negras y tacones forman el vestuario que unifica a los hombres y mujeres que trabajan en el club. Para las máscaras de los socios, querían alejarse de referentes con el filme de Kubrik Eyes Wide Shut, de estilo más veneciano, o las de Cincuenta sombras de Grey. La solución fue unas máscaras con inspiración veneciana pero algo más sencillas y, para los hombres, un estilo de máscaras de lucha libre mexicana.

En el rodaje de las escenas del club, que se concentró en dos semanas, contaron con la ayuda de la coreógrafa Miryam Benedited, una habitual de la televisión que ha trabajado en programas como Tu cara me suena u Operación Triunfo. Ella ayudó a coordinar a los numerosos extras. “Para que la figuración se moviese de una forma que no quedase brusca y cercana al porno, el director Carlos Sedes propuso que fueran todos bailarines. Son gente muy dedicada a su físico con lo que los desnudos no serían un inconveniente, y a la hora de moverse y plantear las escenas, lo iban a hacer con más elegancia”, explica Fernández-Valdés, responsable de otras series como Velvet o Las chicas del cable.

A pesar de lo comprometido de estas escenas, los actores las afrontaron con ganas, aunque Fernández-Valdés confiesa que todo el equipo terminó saturado tras los días en los que grabaron en el club. “Antes de contratar a los actores, tuvimos una conversación con cada uno. Les decíamos que la serie tiene unos componentes que nos parecía importante comentar antes de arrancar, porque no podía ser que llegáramos a un capítulo y el actor se bloquease. Era una serie que solo podía crecer y ser valiente si ellos se comprometían con sus personajes, pero si luego estábamos con trampas como tapar con una sábana o que no se vea el culo o algo, no iba a funcionar".

Los productores quisieron tratar igual a hombres y mujeres a la hora de los desnudos: “Si íbamos a ver el culo de una mujer, que viéramos también el de un hombre; si podíamos ver el pecho de una mujer, que viésemos el pene de un hombre. La historia tiene que ver con un trauma del protagonista relacionado con el sexo y el desenlace conecta todas las historias y explica el porqué de ese trauma sexual”, continúa Fernández-Valdés. "Ninguno de los actores se echó atrás, ninguno es la segunda opción porque la primera no quiso desnudarse", añade.

Quedarse en el erotismo y no caer en el porno en esos momentos era un reto complicado. “Para mí, se diferencian en que el porno presenta la escena tal cual, casi como una clase de fisionomía en la que ves exactamente el apareamiento. Y la erótica es un juego de seducción, juegas con un espectro más sensorial”, cuenta. En cualquier caso, el director propuso grabar algunas escenas que fueran un paso más allá “por si nos quedaba un poco moñas”, dice Fernández-Valdés. Esas secuencias, que finalmente no figuran en la serie, tenían que ver con masturbaciones y violencia durante el acto sexual. “Hemos sentido que no se necesitan, que se entiende todo perfectamente como se presenta”.

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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