Qué debate
Ante el cansino aluvión electoral en las televisiones, descubro en las plataformas digitales múltiples ficciones, incluida una dosis notable de mediocridad
Para que no me asalten los síntomas de mareo, el hastío, el encabronamiento, el inevitable rictus sarcástico ante el cansino aluvión electoral que programan torturantemente las televisiones, solo la enciendo para ver series, documentales y películas a través de esas plataformas que te ofrecen el supuesto paraíso del entretenimiento casero. Y descubro que hay de todo en las múltiples ficciones, incluida una dosis notable de mediocridad. Quedan algunas series a la altura de la época dorada del género, pero pocas. Sospecho que cuando cierren el telón Juego de tronos y The Crown, la sequía puede ser interminable.
Y te gustaría asociar el cine que produce Netflix con esa obra de arte titulada Roma. Sería absurdo reclamar esa calidad en la mayoría de las películas que financian. Observo algunas durante 10 minutos y huyo despavorido, huelen a saldo y a telefilme. No tan espantosas como las que exhiben en la tarde las televisiones convencionales, pero casi. A cambio, me reconcilio con La balada de Buster Scruggs, que no vi en las mejores condiciones la primera vez y cuyo arranque puede desanimarte. La segunda vez la disfruto más. Los Coen no han perdido su talento, su originalidad, su capacidad para sorprenderte, su intraspasable humor, su inquietante mundo. Y en junio llegará un documental que anhelo devorar. Lo firma Scorsese. Recreando la vieja gira que hizo Dylan con la Rolling Thunder Revue.
Rectifico mi opinión sobre los debates. Me pasan uno en Internet que es muy divertido. Se desarrolla en TV3. La rocosa Cayetana Álvarez de Toledo, vestida de amarillo, y el tornado Arrimadas (me encanta esa mujer) se muestran demoledoras con el moderador del debate, que es el director de TV3. Un espectáculo gracioso, insólito, brutal.
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