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ARTE / PROYECTOS

Levantar la liebre

'This is Jackalope' es un proyecto volcado en la creación, difusión y gestión de las prácticas artísticas que multiplica sus formatos buscando nuevos discursos

'elAmor Prólogo', en el Jardín Botánico, 2019
'elAmor Prólogo', en el Jardín Botánico, 2019Bego Solís

En Estados Unidos el jackalope es un animal nacido del cruce de una liebre y un antílope. Tiene aspecto de conejo con cuernos y mucho de literatura fantástica. Dicen que tienen una gran capacidad para imitar sonidos y que son difíciles de ver, pese a que en 2013 se colara en una de las postales que la comisaria Gema Melgar trajo consigo de un viaje por California y Death Valley. En ese momento trabajaba ya como coordinadora de la programación de Matadero Madrid, donde sigue, y no sabía que esa imagen la llevaría años después, y junto a la también comisaria Cristina Anglada, a titular uno de los proyectos independientes más flexibles, abiertos y libres de la actual escena del arte: This is Jackalope.

Ambas se conocieron en el Máster de Arte Actual del Museo Reina Sofía, pero explican que un viaje a Berlín en 2016, para ver la bienal, lo desencadenó todo. Era la bienal de la posverdad y el pos-Internet que firmó el colectivo DIS, apoyada en esa idea de futuro que tiene que ver con los afectos y no con el tiempo, y que tan bien volcaron en su primer proyecto: Ficciones Verbicovisuales. Era una exposición que partía del libro Uncreative Writing, de Kenneth Goldsmith, y cuestionaba, como este, las múltiples posibilidades del lenguaje, la escritura y el texto a la hora de hablar del mañana. Una mirada al futuro inmediato que se ha convertido, dos años después, en una de sus señas de identidad. Las otras tienen que ver con quitarse prejuicios y trabajar desde el disfrute, dos cosas que damos por sentadas cuando hablamos de arte pero que escasamente vemos funcionar juntas. Eso es This is Jackalope: un elogio a la pausa para pensar y una llamada al deseo para maniobrar. En este pequeño equipo curatorial no se marcan tiempos pero sí un espacio mental donde conviven lo sensorial, lo irracional y lo intuitivo. Lejos de llenar huecos, lo que hacen Gema Melgar y Cristina Anglada es trabajar para abrir nuevas grietas donde poner en relación mundos, a priori, incompatibles. O lo que es lo mismo, poner en diálogo áreas de la creación a distancia cero.

Entre sus proyectos hay una publicación en papel y bilingüe que editan anualmente. También la edición de obra seriada buscando un coleccionismo más asequible, como la que trabajan ya con Elena Alonso, y comisariados como el que acaban de inaugurar de Manuel Fernández en Hub27, en uno de los edificios más emblemáticos de la Gran Vía. Aunque si hay algo que sobresale entre sus últimos proyectos es la puesta en escena de elAmor Prólogo: botánico, junto a Amor Proyectos, en el Pabellón Villanueva del Jardín Botánico de Madrid. Hablan del museo como espacio público y del Jardín Botánico como telón. También de un espacio mental donde los cuerpos en movimiento, la música y la voz están más allá de la razón. Pero, sobre todo, de una sociedad de intensidades artísticas. Entramos en ella para saber más detalles.

¿Por qué las esferas de intereses dentro de la cultura son mundos tan separados unos de otros?

En realidad pensamos que hoy en día cada vez se entremezclan más de manera natural. La separación tan rígida por disciplinas queda obsoleta y nos gusta pensar en términos como intensidad, de Paul B. Preciado, que flexibiliza el enfoque a la categorización de las prácticas artísticas.

Vuestra posición es local pero vuestra vocación, internacional.

Venimos de trabajar años fuera de España, Cristina en Berlín y Gema en Liverpool, y cuando volvimos a Madrid nos dimos cuenta de que las relaciones y los intercambios en el llamado “mundo del arte” surgen de manera natural con gente de todas partes.

Hablemos de dinero. ¿Cómo financian el proyecto?

Durante el primer año, la puesta en marcha fue financiada por nosotras mismas. Más tarde contamos con ingresos de ventas de la primera publicación y edición, y de honorarios recibidos por comisariados o gestión de proyectos. En el caso de la publicación impresa anual sí que hemos contado con financiación privada por parte de Amor Editions para el último número, lo que ha hecho que podamos mejorar mucho la calidad de la impresión.

¿Qué lugar ocupa la crítica en vuestra publicación?

Editamos la publicación de año en año y esta temporalidad marca el tipo de textos críticos que incluimos. No tendría sentido incorporar crítica de exposiciones, por ejemplo, pero sí que buscamos dar espacio a artículos críticos sobre temas que se están debatiendo en el contexto cultural y artístico del momento. Por otro lado, la crítica está atravesando un periodo de crisis que, de alguna manera, se podría traducir en cambio. Es necesario un replanteamiento.

Hábladnos de esos temas latentes.

Hoy hay un exceso de hipertextualidad que hace que todo se convierta en un terreno de disloque, caos y confusión. Por ahí discurren los temas que nos interesan investigar, el lenguaje y lo textual, la relación entre arte y tecnología, las prácticas colaborativas, las nuevas metodologías de educación y aprendizaje, lo inter/transdisciplinar...

¿Es el trabajo en arte precario?

En nuestro caso, siempre tuvimos clara la importancia de la financiación privada y el valor del mecenazgo en el desarrollo de ciertos proyectos culturales como el nuestro.

¿Cuál es el espacio del arte?

Nosotras reivindicamos el que es efímero, el encuentro temporal donde eso sucede. Donde se propicia el encuentro, la conversación.

Como gestoras que son, ¿cuál sería la gestión ideal de la cultura?

Una basada en el diálogo, la transparencia, la honestidad, la eficacia, el respeto mutuo y la flexibilidad.

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