¿Alguien dice que Brecht no era un poeta?
Oriol Broggi dirige una versión casi musical de La bona persona de Sezuan. Un gran montaje
La bona persona de Sezuan es una de las piezas de madurez de Brecht y uno de los espectáculos más brillantes de Oriol Broggi y su banda. Está a un paso del musical (olé la banda de Joan Garriga) y con un repartazo que se sale, encabezado por una pareja de lujo: Clara Segura y Joan Carreras. Ella, haciendo honor a su nombre y apellido, llena el escenario de la sala grande del TNC tan pronto aparece. Por partida doble: es la prostituta Xen Te, el ángel de los suburbios (podría llamarse santa Cabiria o santa Viridiana). De tan buena, se la quieren comer parientes y otros bichos, y ha de hacer brotar su lado pragmáticamente oscuro, un tal Xui Ta, primo de Zumosol con chaqueta de gánster y mandíbula feroz. El pretendiente de la muchacha es Sun, un aviador sin avión pero con muchas horas de vuelo, que Joan Carreras interpreta con la seducción canalla y el peligro de Christopher Walken. Estos son los secos y perfumados versos de Xen Te: “Quiero ir con el hombre que amo: no quiero calcular el precio ni pensar si hago bien”. ¡Si viniera de sus manos, hasta veneno tragaría!
Hacía 30 años que no veía la obra, desde el montaje del Lliure en el Mercat a cargo de Puigserver, con Anna Lizarán y Lluís Homar, y la estupenda traducción catalana de Feliu Formosa, que Broggi ha recuperado.
Por si aún hay gente empeñada en decir que Brecht no era un poeta, conviene escuchar de nuevo la voz de Xen Te en su primer diálogo con el aviador, hablando bajo la lluvia de la garza triste. O la evocación de su paseo al amanecer, que para mí tiene el ritmo y la melodía de Holly Golightly bastantes años antes de Desayuno en Tiffany’s, y al que Broggi le ha dado un toque del perfume de Salvat Papasseit. Destellos: “Nunca había visto tan temprano la ciudad… Siempre he oído decir que cuando amas caminas entre nubes, pero es más bonito cuando andas por el asfalto… Os perdéis muchas cosas si no amáis ni veis vuestra ciudad a la hora que se levanta como un viejo artesano en ayunas, y abre los pulmones para llenarlos de aire fresco, como cantan los poetas…”.
Del mismo modo que hay un Brecht dogmático (el joven marxista), hay un Brecht maduro y sensual que veía los claroscuros de las cosas y hacía malabares con la dialéctica: completó esta obra exiliado en Hollywood, en 1941 (según algunos, con Margarete Steffin y Ruth Berlau), y la estrenó en Zúrich en 1943. Preguntas de la trama: ¿hasta qué punto es posible la bondad en un mundo rapaz? ¿La bondad genera ruina? ¿Es imperativo desdoblarse? ¡Ah, como si fuera tan fácil! Es fantástica la apertura de su final (que ya descubrirán), pero no es lo único fantástico. Montaje soberbio, de gran fuerza y elegancia, de una enorme brillantez.
Me vuelven muchas, muchas cosas. Cómo no, el admirable reparto, de los que quiero destacar al aguador Wang (Toni Gomila), los tres dioses (Ramon Vila, Xavier Ruano, Jordi Figueras, que también triplican personajes), Màrcia Cisteró (la señora Xin), Mercè Pons (casi en el cameo de la propietaria Mi Tzu), Miriam Alamany (la señora Iang). Y no puedo olvidar a Clara de Ramon, que canta y baila con intensidad hipnótica la Canción del elefante de Paul Dessau al comienzo de la segunda parte, en la majestuosa ceremonia nupcial que Broggi dibuja con un tenso trazo mitad Kusturika, mitad Kaurismaki. Me vuelve esa escena, y con ella la iluminación cálida (en marrones, dorados y verdes) de Pep Barcons, y la escenografía en la que dominan los paneles de madera, firmada por Josep Iglesias y Broggi.
He dicho que el montaje es casi un musical, y para mí sus versiones están un poco en la línea del material dylaniano de Girl from the North Country, el reciente espectáculo de Conor McPherson. Cantan esa canción, y Don’t Think Twice, it’s All Right, pero el abanico de Sezuan (cuerda, piano, acordeón y percusión, a cargo de Garriga, Batista, Roch y Fahem) es, a mis oídos, mucho más rico: pueden pasar de sus canciones latinas a melodías chinas (de L’orfe del Clan Dels Zhao), jazz (de Django Reinhard a Vinicio Capossela), Pale Blue Eyes de Lou Reed, los dos temas de Dylan, y piezas de Douha Alia y Tiger Lillies, y el enfervecedor Ballem, de Garriga, que cierra el espectáculo.
El tercio final me resultó un poco largo: la función se pone en tres horas y media, intermedio incluido. Difícil hacerlo mejor: simplemente es mucho material. Pero fluye tan y tan bien… No hay que perdérselo: de lo mejor que hay en Barcelona. Los trabajos de Oriol Broggi y su gente cada día me parecen más hondos, más vivos, más alegres.
La bona persona de Sezuan. Texto: Bertolt Brecht. Dirección: Oriol Broggi. TNC, Barcelona. Hasta el 13 de marzo.
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