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LO MEJOR DEL ARTE EN 2018 / INTERNACIONAL

Adopta un apóstol

Rescatar a las pintoras de los desvanes de las pinacotecas y devolver las piezas africanas en poder de los museos europeos: dos aspectos que han perfilado el mapamundi artístico

'LSD Self-Portrait from the Inside Out' (1966), obra de Adrian Piper en el MoMA.
'LSD Self-Portrait from the Inside Out' (1966), obra de Adrian Piper en el MoMA.Boris Kirpotin

Es lo más original, feminista y ambicioso que ha ocurrido este año en el mapamundi museístico. “Adopta un apóstol” es el último lema de la fundación Advancing Women Artists (AWA), creada por la filántropa estadounidense Jane Fortune para restaurar y recuperar obras de arte hechas por mujeres que permanecen en los depósitos de las pinacotecas ante la pasividad de los Gobiernos. La última cena de la pintora renacentista Plautilla Nelli es uno de los cuadros en restauración, una delicada lectura del tema clásico que lleva 450 años sin ser vista y que, tras su recuperación, regresará al Museo de Santa María Novella, en Florencia. Iniciativas como estas son inaplazables en muchas ciudades del mundo. Para ello es fundamental el crowdfunding y la complicidad de los medios de comunicación, hasta ahora más interesados en asuntos como la niña con globo destripada por Banksy, vendida en Sotheby’s por 1,18 millones de euros, o la última parida de Hirst dedicada a los plutócratas cataríes.

Por desgracia, hay partes de la historia donde el olvido es ya irreparable. Ocurrió tras la catástrofe del Museo Nacional de Río. Veinte millones de piezas, como neuronas que conectaban la memoria científica y cultural de Brasil, fueron consumidas por las llamas, un presagio de lo que llegó después: el triunfo del ultra Jair Bolsonaro es el síntoma de la amnesia colectiva que calcinará los logros de una sociedad educada y emancipada. Otra afección que recidiva es la resistencia de los museos a devolver obras robadas durante el periodo nazi. Hace tiempo que sobre el Thyssen caen sospechas, y este es un debate que tronará una y otra vez. Sobre el expolio en África, el presidente francés, Emmanuel Macron, ya ha prometido la restitución del patrimonio sustraído a las antiguas colonias, mientras los museos de Berlín ya han hecho lo propio con las tribus de Alaska. Un acontecimiento que se ha visto favorecido por la apertura de nuevos museos en África: el Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar (Senegal), financiado con capital chino (¿una nueva colonización?); el Zeitz MOCAA de Ciudad del Cabo y el Museo de Arte Contemporáneo de Marrakech (MACAAL).

Paralelamente a los grandes almacenes, la alta costura se impone en los museos occidentales. El conmovedor trabajo de la fotógrafa Dorothea Lange (Jeu de Paume, París, hasta el 27 de enero) es también una fuente de transmisión oral de la Gran Depresión americana. En el MoMA (hasta el 3 de febrero), la del Judson Dance Theater: The Work is Never Done es una lograda puesta en escena de los fundamentos de la coreografía contemporánea en los dorados sesenta del Greenwich Village. También en el museo neoyorquino, la obra de Adrian Piper (A Synthesis of Intuitions) combinaba violencia y pensamiento, devolviendo el arma —de la palabra— al espectador. Si para Piper el racismo es una ilusión, para el tecnofuturista, discutidor y fundador del pop inglés Eduardo Paolozzi (Lots of Pictures, Lots of Fun, Galería de Arte Moderno de Berlín) la historia es un bunk, una gran bobada.

El día que me quieras (MUAC, Ciudad de México), de Leandro Katz, planteaba una anatomía de la imagen del Che muerto tras su campaña en Bolivia y de cómo se construyó su imagen pública. Manifesta 12 (Jardín Planetario, Palermo) fue una bienal de tiralíneas sobre el avispero de la mafia, literaria y ­real. Y la retrospectiva de Miró en el Grand Palais (hasta el 4 de febrero) demuestra que en la vida hay líneas de sombra y líneas de luz. Estas últimas corresponden al artista de los cielos y las tierras del nunca jamás. Sin salir de París, Freud. Du regard à l’écoute (Museo de Historia del Judaísmo, hasta el 10 de febrero) es un intensísimo viaje entre el judaísmo y la palabra por los fundamentos científicos del psicoanálisis, donde lo menos interesante es el courbet El origen del mundo, que el Musée d’Orsay ha prestado a regañadientes al ideólogo de la muestra, otro apóstol, Jean Clair.

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