Tele Vox
Como sucede con cualquier fenómeno complejo, aplicar la lupa sobre él sirve para provocar más dudas y preguntas
Después de horas de programación dedicadas a Vox, sigo sin tener muy claro qué es. Como sucede con cualquier fenómeno complejo, aplicar la lupa sobre él sirve para provocar más dudas y preguntas. Para tener certezas, es mejor mirar de lejos y a bulto. Sin embargo, dejando al margen a reporteros persiguiendo a votantes en Marinaleda (violando el secreto del sufragio y comprometiendo su seguridad), ver a Vox por la tele me ha llevado a dos conclusiones: que contra Vox hay quien aspira a vivir mejor, como contra Franco (porque tener alguien mucho más feo y ruidoso que tú a la derecha te hace a ti más guapo y discreto), y que van a arrasar en las generales.
Esta última conclusión no debería tomársela nadie en serio. En el fondo, confío en mi impericia como augur electoral, y la expongo como aquel que cantando su mal espanta. La pensé al ver el Salvados del domingo. Nunca había visto tanto rato y tan de cerca los mítines de Santiago Abascal. Había leído declaraciones suyas y le había visto en fotos, pero no sabía nada de su telegenia ni de sus aptitudes retóricas. Y, aunque son mejorables, le bastan y le sobran para sus propósitos.
Hasta el programa de Évole yo andaba convencido de que Vox era una boutade sin comparación con el Frente Nacional francés. Abascal parecía un histrión que hablaba de Don Pelayo y del Cid Campeador, mientras que Le Pen había basado su movimiento en un discurso con más capas. Pues bien, me desdigo. Abascal tiene ese don que los norteamericanos aprecian en los mejores showmen: he knows his audience. Sabe qué decirles, en qué tono y en qué momento. Seguramente ha tenido años para aprenderlo, pasando de salones de actos pequeños a medianos y grandes, para acabar en auditorios.
“¿Vox ha venido para quedarse?”, le preguntó Évole a un Carlos Herrera extrañamente conciliador y razonable, a lo que este se encogió de hombros. Sin embargo, no cabe otra conclusión de su programa: sí, ha venido para quedarse.
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