Antígona y la sombra de los 43 estudiantes desaparecidos en México
Un grupo de universitarios representan la rebeldía juvenil de la heroína de Sófocles en el nuevo documental de Pedro González Rubio
“No puedo dar clase, me faltan 43. No quiero que mañana me faltes tú”, rezaba el cartel que presidía en 2014 la huelga silenciosa de varios profesores universitarios en México. Protestaban así por los estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos durante la noche del 26 de septiembre de ese año en el municipio de Iguala, al sur del país, tras un fuerte enfrentamiento con la policía.
La imagen del profesor Rafael Reygadas, con su boca censurada con cinta aislante y acompañado de las fotos de los 43 que tomó la también docente Araceli Mondragón, se convirtió en un símbolo de la que es una de las mayores tragedias vividas en México en los últimos años.
No puedo dar clase me faltan 43, profesores de la UAM Xochimilco con #Ayotzinapa pic.twitter.com/dCU3DQkVUN
— Ara Mondragón (@ara_mondragon) October 27, 2014
“Me conmovió profundamente todo lo que representaba; en especial, la emotiva y a menudo olvidada complicidad que un profesor entabla con sus alumnos”, comenta el cineasta mexicano Pedro González Rubio (Bruselas, 1976), que deseó de inmediato hacer una película documental en torno a esa idea.
Antígona registra el largo proceso de ensayos de un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para representar la tragedia griega de Sófocles, en torno a una joven condenada a muerte por desobedecer la ley. La sombra inevitable de aquellos que desaparecieron tan solo unos meses antes les acompaña en el camino.
La intención inicial del director fue la de rodar al profesor Reygadas junto a sus alumnos. “Aunque es un hombre muy interesante y también lo es la materia que imparte, psicología social, el resultado era demasiado académico para el ritmo narrativo que necesita una película”, explica el director durante la proyección de la película en el Festival de Cine de Montreal RIDM.
González Rubio recurrió entonces al teatro y a un amigo de infancia, Emilio Savinni, que da clases de esa materia en la que es la universidad pública más grande de América Latina. “La UNAM es una ciudad en sí misma, llena de juventud vibrante y apasionada”, dice González Rubio. En ella residen 150.000 habitantes, entre cuerpo académico y estudiantes. Pero la mayoría de estudiantes que aparecen en el documental viven en la periferia de la capital mexicana, de monstruosas dimensiones, e invierten cada día dos horas de ida y otras dos de vuelta para ir a clase.
El montaje teatral de la tragedia de Sófocles es en realidad un pretexto para reflejar el estado vital propio de un grupo de veinteañeros que están a punto de florecer. “El miedo y la fragilidad conviven con un hambre enorme por expresarse y salir al mundo”, destaca el director de cine, que convivió con ellos durante varios cursos académicos. Terminó desarrollando una complicidad similar a la del profesor Reygadas y sus alumnos que en su día le inspiró para crear este documental.
En su caso, gestó una relación que le sirvió para volver a convertirse en aprendiz: “Me di cuenta de que los adultos de ahora, especialmente los que nos dedicamos al mundo de la cultura, no abandonamos del todo esa fase en la que ellos viven. A pesar de tener 20 años más que ellos, siento que soy sumamente imperfecto y que sigo viviendo en la incertidumbre, como el resto de mi generación”.
La Antígona de González Rubio también se cuestiona el papel de la cultura frente a los sucesos políticos y sociales. Por esa misma razón decidió mantener en el montaje final una situación que le pilló por sorpresa.
En un momento dado, el profesor de teatro califica ante sus alumnos a Antígona, que a diferencia de los 43 de Ayotzinapa provoca de forma consciente su propia muerte, como "una irresponsable" por no mantenerse con vida para seguir luchando por lo que cree. “Es una opinión que no me esperaba y que es políticamente incorrecta, porque nadie cuestiona a un mito griego. Pero el arte debe basarse en la certeza de que todo es subjetivo. De lo contrario, deja de ser arte y se convierte en propaganda”, defiende el mexicano.
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