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SILLÓN DE OREJAS
Columna
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Últimas lecturas omnívoras

De un monumental estudio de la crisis económica de la última década a las memorias de Nina Simone, pasando por Anne Meredith y Jorge Luis Borges

Manuel Rodríguez Rivero
Maria Schneider y Marlon Brando en 'El último tango en París' (1972), de Bertolucci.
Maria Schneider y Marlon Brando en 'El último tango en París' (1972), de Bertolucci.

1. Crisis

Necesitaba un descanso después de finalizar la última parte de Crash; cómo una década de crisis financieras ha cambiado el mundo (Crítica), el monumental y exigente estudio de Adam Tooze acerca de la mayor crisis financiera que ha vivido mi generación, y que ya figura en mi lista de los más importantes libros publicados en 2018. Tan solo una década después del crash, Tooze, liberal en el sentido que dan los anglosajones al término, y celebrado autor de El diluvio; la gran guerra y la reconstrucción del orden mundial, 1916-1919, analiza con rigor de historiador y herramientas de economista la crisis y sus tremendas consecuencias políticas, demostrando hasta qué punto los sistemas financieros europeo y norteamericano estaban profundamente enfermos y explayándose en las consecuencias del colapso: desde el estallido griego (2010) al Brexit, desde las repercusiones en China hasta la imparable explosión de los populismos.

Tooze analiza las causas por las que la crisis económica y el deterioro democrático en Estados Unidos acarrearon “una reacción de nacionalismo furibundo” que tuvo como consecuencia la llegada al poder, contra todo pronóstico, de un magnate inmobiliario y estrella mediática de maneras fascistoides que había conseguido convencer a un electorado vulnerable con la más infalible de las recetas populistas: “Poner a América primero. Nuestro credo será el americanismo, no el globalismo”.

El descanso lector al que me refería lo obtuve gracias a Retrato de un asesino (Alba), un poco convencional (el “quién lo hizo” se nos revela pronto) christmas crime de Anne Meredith publicado en 1933, en plena Edad de Oro de la novela criminal. La amable tradición literaria del relato navideño (inventada por Dickens y desarrollada en almanaques y revistas para toda la familia), en la que se explotaban los sentimientos de buena voluntad típicos de la época del Adviento, se dio pronto la vuelta para convertirse en su némesis: la Navidad era también un ámbito propicio al crimen; junto al árbol o bajo la rama de muérdago acechaban los cadáveres de los asesinados. Anne Meredith fue uno de los muchos seudónimos (como el de Anthony Gilbert, utilizado para ocultar su género a los lectores) de la prolífica Lucy Beatrice Malleson (1899-1973), una autora largo tiempo olvidada. El argumento de Retrato de un asesino es muy sencillo: Adrian Gray aparece muerto un día de Navidad en su aislada mansión, a la que había invitado a todos sus hijos. El asesinato y la reunión familiar permiten a la autora no sólo enredarse en la psicología del criminal, sino en las tensiones interpersonales. A mí tanta intriga que reflota me trajo a la memoria las novelas de Ivy Compton-Burnett, una de mis debilidades eduardianas.

2. Réquiem

Cuando El último tango en París (UTP) se estrenó en el New York Film Festival (1972), la crítica Pauline Kael escribió en The New Yorker que el acontecimiento podría suponer para la historia del cine un hito comparable a lo que en 1913 supuso el estreno de La consagración de la primavera para la de la música. No soy muy partidario de esos apodícticos entusiasmos, pero sí puedo afirmar que UTP es una de las películas que más me han marcado. Llevé a cabo mi duelo por Bertolucci en dos tiempos. Primero, escuchando la banda sonora compuesta por Gato Barbieri (1932-2016) y dirigida por Oliver Nelson: aún siento un ciempiés recorriéndome la espina dorsal cuando escucho el quejido de ese saxo desgarrado y, a la vez, compacto, que subraya a ritmo de balada, tango o vals, la melancólica desesperación de lo que en la pantalla se cuenta.

Luego, lo homenajeé a mi modo releyendo por enésima vez el prodigioso Tema del traidor y del héroe (en Ficciones, 1944), de Jorge Luis Borges, un brevísimo y complejo antirrelato repleto de referencias intertextuales en el que el cineasta italiano se inspiró para La estrategia de la araña (1970), una de sus películas clave. No fue la única obra literaria en la que Bertolucci se inspiró: Dostoievski (El doble, para Partner), Moravia (El inconformista), Bowles (El cielo protector) o Gilbert Adair (Soñadores) son los primeros autores “inspiradores” que me vienen a la cabeza. Pero el relato de Borges, tan extraño como una enana marrón (léase Enanas marrones, de María Cruz Gálvez, en Libros de la Catarata) y tan difícil de imaginar como la nacionalización de Amazon, es mi favorito.

3. Superviviente

No me cabe ninguna duda de que Julián Viñuales (júnior) es un auténtico superviviente en el proceloso océano de la edición independiente. Vástago de Julián Viñuales Solé, una figura fundamental en la edición de los setenta y ochenta (llegó a estar al frente de Salvat en la época del boom del fascículo y del libro de quiosco), el “joven” Viñuales no ha cesado de poner un pie (y, cuando le dejaban, los dos) en el estribo de la edición más renovadora. Resumiendo y simplificando: dio forma y catálogo desde principios del milenio a Global Rhythm, un sello muy atento a la música popular y a la narrativa más rompedora.

Luego se metió (2013) en Malpaso, donde trabajó con Malcolm Otero y Patricia Escalona hasta que el hinchadísimo globo del empresario Bernardo Domínguez hizo ¡pum! y fue obligado a salir por pies. Y, no escarmentado, ahora regresa con un sello propio, Libros del Kultrum (ojo, “kultrum” es una especie de tambor), en el que, ya desde el principio, se distingue su marca de fábrica. Su nueva editorial, saludada con entusiasmo en redes sociales, se inicia también con libros sobre la música popular y quienes la hacen y procesan. De los dos publicados hasta ahora me quedo con Víctima de mi hechizo, la estupenda autobiografía de la pianista, cantante y activista social Nina Simone (Eunice K. Waymon por su verdadero nombre). Suerte y a navegar, Viñuales.

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