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Tratando de hacer una obra que cambie el mundo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Efervescente y febril

El quinteto de La Re-sentida interpreta esta función con energía incesante, exaltación permanente y virtuosismo paródico

Javier Vallejo
Imagen de 'Tratando de hacer una obra que cambie el mundo'.
Imagen de 'Tratando de hacer una obra que cambie el mundo'.

Un ensayo satírico febril sobre el alcance del teatro político y el fracaso del arte como motor de cambio. Con Tratando de hacer una obra que cambie el mundo, La Re-sentida, compañía estable chilena, abrió en 2010 una trilogía paródica cuya segunda entrega, La imaginación del futuro, levantó polvareda en medio mundo por su relectura antihagiográfica del ocaso y derribo del Gobierno de Salvador Allende.

Los protagonistas de la ficción metateatral de la primera entrega formaban parte de la misma comunidad que los artistas de discurso social en boca y privilegio en mano a los que La Re-sentida satiriza en La dictadura de lo cool (pieza cierre del ciclo), pero dejaron familia y vida mundana para consagrarse a la composición de una comedia capaz de volver las conciencias del revés. Cuando la representación comienza, los encontramos ensayando absortos o discutiendo sobre si el teatro debe de subir a escena la vida real o presentar un simulacro, si las actuaciones deben estilizarse o llevarse por el camino peligroso, si lo artístico es o no de mayor impotancia que lo social…

Tratando de hacer una obra que cambie el mundo

Autoría: La Re-sentida. Dirección: Marco Layera. Intérpretes: Carolina Palacios, Pedro Muñoz, Benjamín Westfall, Nicolás Herrera y Eduardo Herrera. Vestuario: Carolina Sandoval. Diseño integral: Pablo de la Fuente. Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Teatros del Canal, hasta el 17 de noviembre.

El lugar en el que se hallan, un búnker bajo tierra, a la vez que metáfora de la posición aparte que el artista tiende a ocupar en la sociedad, plantea una paradoja relevante: ¿se puede crear una obra que mueva a la gente corriente sin contarse entre ella? Marco Layera, su director, y cinco actores formidables de La Re-sentida, se burlan profilácticamente de sí mismos, del ensimismamiento autocomplaciente que caracteriza a muchos compañeros de profesión y del idealismo ingenuo con el que la izquierda aborda a menudo metas en cuya consecución habría que poner más pragmatismo, estrategia y cálculo.

Por encima de lo que cuentan, interesa el cómo. Layera es perito en orquestar el caos. Sus actores trabajan con un nivel de energía formidable, al borde del desafuero pero sin soltar las riendas de sí mismos jamás. Su calidad individual no les impide ir todos a una a ritmo vertiginoso, cual coro de bacantes. Resultan admirables su vivacidad, lo infatigable de su empeño, su virtuosismo paródico y, en cierto pasaje de la obra, la instantaneidad con la cual encarnan todos a un semicoro que corre repetidas veces a dar respuesta al semicoro que conformaban ellos mismos una fracción de segundo antes. Son un torbellino. Sostienen el espectáculo con brío semejante al que Valentina Lisitsa, Andrei Gavrilov y Yevgueni Kissin ponen en sus interpretaciones respectivas de la primera sección (alla marcia) del Preludio número 5 en sol menor opus 23, de Rajmáninov, que suena en bucle en el tramo final de una función cuya parte mayor los actores representan en staccato. El aplauso que recogieron durante su estreno en la apertura del Festival de Otoño de Madrid fue cálido, sincero y prolongado.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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