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Operación Triunfo
Crónica
Texto informativo con interpretación

‘OT 2018’ gala 6: Lo hacemos y ya vemos

OT se ha convertido en el primer 'post-reality show': el entretenimiento, el contenido y el espectáculo están detrás de las cámaras

Marilia y Noelia fueron nominadas durante la sexta gala de
Marilia y Noelia fueron nominadas durante la sexta gala deG3-CAT (@GTRESONLINE)

El 21 de mayo de 1992 se estrenó en Estados Unidos The Real World en MTV, un canal hasta entonces conocido por emitir vídeos musicales. El objetivo de este programa era satisfacer a los jóvenes de la Generación X, cuya única misión en la vida era la búsqueda de algo auténtico, algo no producido, algo al margen del sistema. The Real World ponía cámaras en una casa habitada por una pandilla de jóvenes, sin guion, y era lo más auténtico que se había visto jamás. Era el primer reality show. El 31 de octubre de 2018, Operación Triunfo ha generado más conversaciones por sus meneos internos (el despido de la profesora de interpretación Itziar Castro, las versiones contradictorias por parte de Castro y de la productora y el rumor de que sus sustitutos serán los Javis) que por lo que ocurre sobre el escenario. Y así, 26 años después del primer reality show de la historia, OT se ha convertido en el primer post-reality show: el entretenimiento, el contenido y el espectáculo están detrás de las cámaras.

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La autoconsciencia siempre ha sido una de las cualidades que mejor le ha funcionado a OT como producto, porque sabe hacer guiños a sus propios engranajes narrativos que el espectador que quiera entenderá y el que no, no. A veces esa autoconsciencia ha sido de brocha gorda (poner a Chenoa y David Bisbal a cantar Escondidos una semana después de que casualmente se filtrase en una revista que les habían pillado enrollándose en el baño, darle Mujer contra mujer a Ainhoa y Vega tras reconocer que no se soportaban) y otras más sutiles. La semana pasada, tras el exabrupto de Mario Vaquerizo criticando que se cambiaran las letras de las canciones, la grupal fue una suya (Me encanta) cuya frase “tú eres más de Facebook, yo soy de Instagram” no aparecía en la original. O como esta semana, que se han decantado por Vivir así es morir de amor y han proyectado la letra en las pantallas como si fuera eso que tantos dicen que es OT: un karaoke.

Que a Roberto Leal se le escape (involuntariamente, por supuesto, porque él no necesita tirar de mala leche para hacer buena televisión) “a ver si me van a echar” cuando Noemí Galera le cuenta que tiene que darle una noticia resulta una metarreferencia escalofriante. Nadie está a salvo en OT, y quizá eso explica que Ana Torroja no vaya a parpadear en toda la noche, pero incluso si este programa se reinventase en un formato en el que sus trabajadores van siendo despedidos uno a uno, Leal sería el favorito semanal y el ganador final.

Damion canta God's Plan y efectivamente ni siquiera Dios entendería por qué Damion se ha hecho esto a sí mismo. Con una coreografía que consiste en dar pasitos cortos y una actitud de blanco haciéndose pasar por negro (algo que solo le sale bien a Justin Timberlake), Damion sentencia una participación marcada por su incapacidad para expresar sus emociones. Paradójicamente, las únicas personas en el planeta que podían haber despertado a Damion, Javier Calvo y Javier Ambrossi, empiezan a trabajar en la academia un día después de que él se marche. Ellos protegieron la excentricidad de Amaia como el tesoro nacional que es, desarmaron los complejos de Nerea y la hicieron sentirse una estrella, fomentaron el discurso social de los concursantes haciéndoles ser conscientes de su poder y su responsabilidad sobre los jóvenes y construyeron con sus propias manos a Ana Guerra. Pero ya es tarde para Damion.

Marta canta Leave Me Alone ("Déjame en paz") y suena a respuesta a todas las críticas que recibió por tener personalidad propia la semana pasada. Tras un vídeo en el que muestran cómo los concursantes grabaron sus canciones sin ganas, con la consiguiente bronca de Mamen (quien sigue sonando igual de entrañable cuando se cabrea, la verdad), María y Famous cantan 1, 2, 3. Ella lleva unos pantalones inspirados en los de Britney Spears en Oops I Did It Again y que solo va a poder quitarse con polvos de talco para cantar una canción que combina varios idiomas y que no tiene absolutamente ningún sentido en ninguno de ellos. Nadie va a disfrutar tanto sobre ese escenario esta noche como María y Famous, quien, sin embargo, se pasa el resto de la gala con cara de “¿pero quién es Itziar Castro?” pero disfruta en el escenario como nadie, y la actuación acaba convertida en la adaptación musical de “ahí viene el chico que te gusta actúa normal”. Pero nominarán inexplicablemente a María, la responsable de marcar el ritmo y el estado de ánimo de la actuación, como si esto fuera Madre Tierra de Ricky y Mireya.

Un vídeo de una charla sobre la situación de los refugiados les da la oportunidad de expresar su opinión sobre el tema a los dos concursantes más afectados por el conflicto: Famous y Miki. Sabela canta Set Fire To The Rain (o, como ella la pronuncia, Aserejé) sin miedo a fallar y por eso vuela hasta un lugar que en toda la historia de la música solo ha alcanzado Anabel Conde en Eurovisión 1995. Y de ahí pasamos a un vídeo de los chavales jugando al escondite (tu madre en este momento mira con desaprobación a la tele diciendo “normal que luego no se sepan la canción grupal”) que demuestra que el escondite es muy divertido de jugar, pero no tanto de mirar.

Carlos Right y Marilia Wrong cantan Lucky en un sofá en el que ella se recuesta poniendo la cabeza sobre el regazo de él y convirtiéndose en la persona que más a gustito está de toda España. Ellos interpretan a una pareja joven a la que lo que más le gusta hacer juntos es ver series, que se tienen guardados en el móvil como “cari” y que se meten en la sección de comentarios de Facebook para indicarles a otras mamás todo lo que están haciendo mal con sus hijos.

La asociación Save The Children ha dado una charla sobre el bullying y la confesión de Julia de que en el colegio deseaba con todas sus fuerzas que se echasen a suertes los trabajos en grupo para no quedarse marginada (un sentimiento tan anecdótico en la madurez como vergonzoso en la infancia) genera un momento con empatía, relato y divulgación: esto es pura televisión. Pero OT va de cantar, y tranquilos que ya se encarga Alba de eso.

Hay varios momentos de El caballero oscuro en los que parece que ha alcanzado su clímax final y, cuando respira, resulta que se hace más grande porque todavía quedan 40 minutos de película. La interpretación de Alba de La llorona tiene una ambición similar, al ir creciendo en su épica, su barroquismo y su tragedia hasta que cuando parece que ya no pueden cantarse más desgracias Alba recibe un nuevo golpe. ¿Pero acaso la vida no es así de cruel a veces? La de Alba es la mejor interpretación de la edición y, desde el sofá de su casa, Itziar Castro busca la cámara oculta.

Noelia y Julia cantan Tú y yo volvemos al amor, una canción de desamor optimista que sin embargo interpretan con la energía de los pasajeros de un autobús Madrid-Barcelona cuando paran en la estación de servicio de Zaragoza a pesar de que esta canción pide a gritos (literalmente, a gritos) un poco de “amigas borrachas recién dejadas por sus novios pero orgullosas de saber hacerse la raya del ojo sin salirse”. Mónica Naranjo, desde el sarcófago de su casa, también busca la cámara oculta.

Natalia canta Shallow, la canción de Ha nacido una estrella, y Miki tiene el detallazo de acompañarla para hacerle los coros. En la película, Lady Gaga canta los tres bloques de lucimiento porque el objetivo de la escena es que ella se convierta en una estrella y nadie le preste atención a su acompañante y, por lo visto, ese es el mismo objetivo de esta actuación. Por supuesto el vídeo de Natalia y Miki saca a Itziar, porque la exprofesora de interpretación aparece en todos los vídeos de ensayos de esta noche evitando así la opción de hacer un Kevin Spacey y fingir que Castro nunca ha existido. Pero la única referencia verbal remota que alguien hace de Castro es la de Noemí Galera cuando, antes de informar a Roberto Leal de que dará las campanadas con Anne Igartiburu (si alguien puede conseguir que los españoles entiendan la diferencia entre los cuartos y las campanadas, ese es Leal), exclama “voy a añadir un poco de tensión, que últimamente tenemos poca” con la misma cara que puso la infanta Leonor unas horas antes al decir “la forma política del estado español es la monarquía parlamentaria”.

Noelia encaja su nominación con la actitud de alguien que empezó el concurso como ganadora pero nadie confía en que llegue a la final y ya está cavilando qué va a llevarse de la academia antes de irse, pero tras ver cómo los profesores salvan a Miki y los compañeros a María (no gracias al voto de Famous), su rictus se desencaja y OT se convierte en ese momento de El caballero oscuro en el que te das cuenta de que el villano real era Harvey Dent. Noelia quizá sea expulsada la semana que viene en beneficio de Marilia, una cantante con bastante menos talento que ella, porque no cae bien a una audiencia que rechaza a aquellos concursantes que no sean “seres de luz” o los que poder referirse como “son mis hijos”. Afortunadamente, los Javis van a salvarla a ella, a OT y al futuro de los reality shows en general. Porque la realidad nunca dejará de resultar entretenida y, si no, siempre se le puede dar un empujoncito.

(MTV acabaría dejando de ser un canal musical y la Generación X se hizo mayor y empezó a quejarse de que es que no se pueden hacer bromas con nada porque cuánta tontería tienen los millennials. Las cámaras, por fin, han encontrado algo auténtico pero ya no les apuntan a ellos).

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