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Columna
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Respeto al espectador

Las cadenas de televisión no tienen el menor respeto por sus audiencias. Aprecio sí, porque de ellos dependen en buena medida sus ingresos y estos sí son venerados

Ángel S. Harguindey

Si el respeto es equivalente a tener veneración, aprecio y reconocimiento por una persona o cosa, y habría que añadir por los animales, está claro que las cadenas de televisión no tienen el menor respeto por sus audiencias. Aprecio sí, porque de ellas, de su fidelidad a la cadena, dependen en buena medida sus ingresos, y estos sí son venerados con intensidad.

El aprecio por los ingresos lo demuestra el absoluto desprecio por las normas establecidas con respecto a la publicidad: el reglamento de desarrollo de la ley general audiovisual restringe a un máximo de 12 minutos “por hora de reloj” la emisión de contenidos publicitarios en televisión, reglamento que nadie respeta porque la sanción es ridícula. En 2016, por ejemplo, Atresmedia fue sancionada con 18.175 euros y Mediaset, con 63.705, cuando los beneficios de haber sobrepasado los 12 minutos por hora fueron mucho mayores. Resulta rentable infringir la norma.

Pero la falta de respeto no se ciñe a cuestiones mercantiles. Los cambios de horario o de días de exhibición de determinados programas o series a modo de contraprogramación muestran el desprecio por esa misma audiencia, origen en definitiva de su supervivencia. El electrodoméstico se ha venido arriba desde que la media diaria que lo contempla la ciudadanía es de 243 minutos, es decir, más de cuatro horas. Son los amos del cuarto de estar y lo saben, y es precisamente esa prepotencia la que les permite hacer lo que les da la gana en todo momento, aunque, eso sí, periódicamente promocionan campañas de educación cívica para demostrar que no son unos desalmados.

En el ámbito periodístico, los informativos comparten la falta de respeto al personal con los políticos. Los primeros alardeando de exclusivas que no lo son —hay cadenas que califican de exclusiva una rueda de prensa— y los segundos, manifestando un acatamiento absoluto a las decisiones judiciales mientras destruyen a martillazos unos discos duros o justifican la convalidación de 18 asignaturas de un total de 22.

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