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Columna
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Ficción

La serie más esperada por todos los canales, bien pudiera titularse Gestos, con Pedro Sánchez y Quim Torra

Juan Jesús Aznárez

La serie más esperada por todos los canales, especialmente en los espacios políticos de La Sexta y Cuatro, bien pudiera titularse Gestos, protagonizada por Pedro Sánchez y Quim Torra. Sus actuaciones resultaron memorables pese a la sobreactuación de algunas escenas, más que nada por pedagogía, para que nadie pasara por alto las ganas de los intérpretes. Los próximos capítulos serán también de amplia cobertura y con un dramatismo in crescendo porque lo singular es que la escriben los propios intérpretes, con un esquinado apuntador en Berlín y margen para la inventiva y las meteduras de pata. Cuando se impongan los sacramentos presidenciales en los diálogos será cuando la matan.

Los programas de Ana Rosa y de Susana Griso se ocuparon a fondo. La audiencia agradeció la lírica porque la necesitaba después de tanta bronca catalana, y tolerará la ficción y los eventuales errores si hay un final feliz. El debut fue de lo más visto a juzgar por los indicadores de ratings. Hubiera venido bien una voz en off que desentrañase los intríngulis del ratafía, el éxtasis de la fuente de Machado, el ceño laxo, la comisura distendida, o el estrechamiento de manos firme y en paralelo; en oblicuo hubiera sido preocupante.

Tras el estreno de Gestos,vimos en todos los canales españoles y varios internacionales un adelanto de El beso de Judas, con Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado. La representación del beso fue tremenda. En las imágenes televisivas él exhibe una gran maestría abriéndose paso hacia ella con el ósculo de Iscariote.

Pero Gestos fue el indudable estreno en la pública y las privadas. Como la cosa mollar no es de fácil entendimiento y la facundia tertuliana, tampoco, me quedo con el análisis del experto en comportamiento no verbal Martín Ovejero en este periódico: hubo sintonía y cordialidad, y las patitas de gallo de Sánchez al sonreír denotaban sinceridad. Cuando se ría Torra, no sabremos si reír o llorar.

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