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Columna
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Daniel Boone

Las fabulaciones de Hollywood sobre un choque que llevó a la desaparición de todas las naciones indias han sido catecismo de varias generaciones

Juan Jesús Aznárez

Las guerras con los indios fueron una constante desde que el hombre blanco comenzara su expansión hacia el Oeste americano en el siglo XIX, y tan pronto como se inventó el cine se llevaron a la pantalla. En el imaginario colectivo, los indios eran los malos, y los colonizadores, los buenos. Las fabulaciones de Hollywood sobre un choque que llevó a la desaparición de todas las naciones indias han sido catecismo de varias generaciones. Durante décadas, la monotemática argumental apenas si registró variaciones. Revisar la historia lleva tiempo.

El canal Historia estrenó esta semana Los hombres de la frontera, un interesante docudrama de cuatro capítulos que no se apea de la épica, ni de la excepcionalidad de los hombres que construyeron Estados Unidos, pero que desliza, al menos, que los nativos solo defendían su patria de los invasores; no eran ni sanguinarios cortadores de cabelleras, ni violadores. El canal Trece todavía emite antiguallas del Oeste, falsificaciones primorosas y baratas. Bailando con lobos (1990) rompió la tendencia narrando la armónica convivencia de un veterano de la guerra civil con una tribu sioux.

El primer capitulo de Los hombres de la frontera arranca poco antes del comienzo de la insurrección miliciana contra la colonización británica. El trapero Daniel Boone explora un territorio que se extiende desde los montes Apalaches hasta el Océano Pacífico, y adquiere la categoría de superhombre. Leonardo DiCaprio es narrador, presentador y coproductor ejecutivo junto con Jennifer Davisson (El renacido, Los idus de marzo) y Stephen David (Sons of Liberty).

Los relatos magnifican a Lewis y Clark, Andrew Jackson y Davy Crockett, entre otros. La conquista de América fue violenta. Para no volver a comulgar con ruedas de molinos, conviene tener en cuenta el espíritu mercantilista y anexionista de los colonos y los padres fundadores, y las servidumbres de la industria audiovisual. El Álamo es una entretenida manipulación, el general Custer, un facineroso, y el docudrama, no apto para miopes.

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