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música

El contagio de la cultura popular

Pese a la censura Checoslovaquia asimiló en los sesenta el pop con profundidad inédita. Un recopilatorio recuerda aquellos grupos medio siglo después de la Primavera de Praga

El cantante checo Karel Gott en 1969.
El cantante checo Karel Gott en 1969.getty

Sucedió en España. Por alérgica a la modernidad que sea una dictadura, nada puede contra el contagio de la cultura popular, esa plaga de langostas. O para el caso, de turistas, ya que fue gracias a ellos que en los tiempos del desarrollismo se aclimataron aquí las diferentes tendencias musicales del mundo libre. Si durante los años sesenta y setenta del pasado siglo algo ralentizó la penetración de esas nuevas formas de consumo juvenil, no fue la censura franquista, sino los aldeanos criterios de una industria discográfica conchabada con los oligopolios radiofónicos, enfrascados ambos en la destajista explotación de la música comercial, llamada entonces “pachanga” y acotada por un espectro que iba de Los Diablos a Georgie Dann.

También padecían esa pandemia en la Europa civilizada. Arrollaba el schlager —traducible por “jitazo”— en Alemania, Escandinavia. Francia, Holanda y los países bálticos. Pegajoso pop de encefalograma plano, simplón y sentimentaloide, impregnaba así la conciencia colectiva europea y las hechuras del Festival de Eurovisión desde su misma concepción, en 1956. El horterismo no era patrimonio exclusivo del sur, pero, a diferencia de España, en el norte armonizaba con el desarrollo industrial del rock y otras músicas. Incluso tras el telón de acero. Ni el schlager ni la tiranía comunista de la Doctrina Bréznev, impuesta tras la invasión soviética, desaceleraban la producción discográfica checoslovaca. Pruebas forenses de esa copiosa inmunidad las aporta Czech Up! (Vampisoul), serie antológica de la que acaba de publicarse un segundo volumen.

Constructo geocultural suturado tras la Primera Guerra Mundial, Checoslovaquia era el frankenstein resultante de la hibridación en una misma república de tres pedazos del extinto Imperio Austrohúngaro: Bohemia, Moravia y Eslovaquia. Como en Hombre rico, hombre pobre, los dos primeros territorios gozaban de grueso tejido industrial y nivel de vida occidental, mientras que el tercero se encontraba todavía en un precario estadio rural. A pesar de esas diferencias, al contrario que Yugoslavia, no zarandeaban a Checoslovaquia convulsiones nacionalistas. Democracia parlamentaria, la suya se demostraría socioeconómicamente progresista, apaciguando los ánimos que distanciaban a checos y eslovacos. Los efectos de la Gran Depresión, la ocupación nazi entre 1939-1945 y el triunfo electoral en 1946 del KSC o Partido Comunista de Checoslovaquia serían solo el preludio de la injerencia soviética y un capítulo de represión estalinista.

Sonidos 'supraphónicos'

De propiedad estatal, como el resto de discográficas checoslovacas, Supraphon se creaba en 1932 para exportar las voluminosas partidas de música clásica manufacturada en el país. Con un catálogo de 60.000 composiciones y estudios propios, abarcaba luego la música popular, negociado controlado por otro sello, Panton, que absorbía en los noventa. Todavía en activo Supraphon, su enorme catálogo ha avituallado Czech Up! Vol. 1. Chain of Fools (2016) y Czech Up! Vol. 2. We'd Be Happy (2018), cubriendo ambas referencias el periodo 1966-1979, así como las antologías dedicadas a Marta Kubisová, Emil Viklicky, The Matadors y Olympic —autores del primer álbum de beat checo, a los que Johnny Hallyday ofreció ser su banda de acompañamiento en unos conciertos parisienses—, publicadas también en España por Vampisoul. Su marca hermana Munster hacía lo propio con Magical Nights (2010), retrospectiva dedicada a la más underground de las bandas contestatarias checas, The Plastic People of The Universe, transmisora en su país de la obra de The Mothers of Invention, The Fugs y The Velvet Underground.

El reformismo que Jruschov introducía en el Sóviet Supremo aflojaba la tensión, fundándose en 1960 la República Socialista de Checoslovaquia. Una bonanza se abría bajo el prisma del revisionismo socialista, permitiendo pese a la censura ideológica la asimilación de la cultura pop a una profundidad inédita en otras latitudes bajo férula soviética. A la supervivencia de The Comets, fundados en 1959 y pioneros del rock & roll checo, se sumaba en 1964 la primera versión de los Beatles grabada en lengua checa, por Karel Gott. La Nova Viná o Nueva Ola Checoslovaca transformaba el cine autóctono en 1963 con los renovadores planeamientos de realizadores como Milos Forman, Vera Chytilová y Jaroslav Papousek. Literatura y poesía se desembarazaban del yugo del realismo socialista. Durante la primera mitad de los sesenta, amenizaba con fondo sonoro esa inflexión una plétora de bandas juveniles que, motivadas por Radio Luxemburgo y la influencia de la cercana escena beatmusik alemana, formulaban una alternativa pop al schlager.

La ciudad universitaria de Olomouc, Moravia, será epicentro de una generación de conjuntos, muchos de los cuales se aventuraban por otras plazas europeas, que pone fin al reinado de las versiones, escribiendo material propio en el que integran términos del idiolecto callejero adolescente. Celebrado en 1967, el Primer Festival Beat checo ponía techo a esa explosión de la que se desgajaban numerosas superestrellas locales y toda suerte de palos musicales: freak beat, soul, rhythm and blues, garage, psicodelia, jazz, hard rock, free jazz. Indiscutible capital de la protomovida checa, Praga contaba ya con una apreciable infraestructura. Los teatros Semafore y Apollo, clubes como Olympik y Slunicko. Revistas especializadas, Mladý Svet (Mundo Joven). Radios, la Brno.

En España se ralentizó la penetración de esas formas de consumo juevenil por el aldeano criterio de la industria y las radios

Propiciadas por las reformas inherentes al “socialismo con rostro humano” implementado por el líder del KSC Alexander Dubcek, la tolerancia y liberalización de la Primavera de Praga cesaban el 20 de agosto de 1968, fecha en la que las tropas del Pacto de Varsovia invadían Checoslovaquia en pleno auge de la Guerra Fría. Purgas, represión y censura se intensificaban en pos de la “normalización” totalitaria comunista. Si bien se prohibían conciertos y canciones, disolviéndose o exiliándose muchas bandas, música e industria se adaptaban a la realidad. Máxime al entrar la producción discográfica checa en la órbita de COMECON o Consejo de Ayuda Mutua Económica, equivalente soviético de la Comunidad Económica Europea que abarcaba a todos los países del Este, un vasto mercado.

Ya en los setenta, nuevos estilos, instrumentales, desprovistos de letras —rock progresivo, jazz rock—proliferaban en respuesta al hostigamiento censorial. También disco y funk, por la inocuidad de su mensaje, contribuían a disimular la miseria existencial cotidiana hasta que eclosionaba la Revolución de Terciopelo.

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