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El segundo plato del menú de ‘Santa Clarita Diet’

Los nuevos capítulos de la serie que protagonizan Drew Barrymore y Timothy Olyphant son "una llamada al despertar de las mujeres"

El primer plato no fue del gusto de todos. El estreno de Santa Clarita Diet vino acompañado de críticas al exceso de sangre, violencia y vísceras incluidas en el menú de esta serie de humor y terror que produce y protagoniza Drew Barrymore. No es fácil encontrar el equilibrio a la hora de hacer una serie de zombis con humor en el seno de una familia de clase media americana como la que plantea su creador, Victor Fresco. Pero la segunda temporada, que acaba de estrenar Netflix, está cocinada a fuego lento. “Ya no es una dieta. Es un estilo de vida, el nuevo estándar de esta familia y una maravillosa metáfora para la locura que estamos viviendo en nuestro día a día, en el mundo real”, dice Barrymore a EL PAÍS.

Los nuevos 10 episodios continúan con la trama de la primera temporada. Sheila (Barrymore) sigue siendo un zombi a la vez que madre, esposa con una lívido al rojo vivo y buena agente inmobiliaria con ganas de carne fresca que debe pescar sus víctimas en el aburrido barrio de Los Ángeles de Santa Clarita. Y su familia está dispuesta a todo menos a perderla. “Pero es cierto que, aún a riesgo de sonar como mi madre, sí que hemos bajado el tono. Hemos encontrado el perfecto equilibrio entre el humor, el horror y las vísceras sin perder lo que somos, la historia de una familia que lo sacrifica todo con tal de seguir siendo una familia”, resume Timothy Olyphant, protagonista y también productor de la serie.

A Barrymore le gusta comparar Santa Clarita Diet con Embrujada (1964-1972) que supo mezclar una sitcom familiar con el mundo de la brujería. Pero es consciente de que está dirigida a un público no tan light. “Disfruto interpretando a esta mujer que se ha dado cuenta de que estaba más muerta antes de estar muerta. Eso la ha empoderado. Es una gran llamada de atención para todos, un chute de energía, de euforia, en estos tiempos de locura. Una llamada al despertar de las mujeres”, apunta la intérprete.

Antes de que apareciera este proyecto, Barrymore estaba considerando su adiós de las pantallas, grandes o pequeñas, deseando dedicarse por completo a su familia, a sus hijas Olive y Frankie de 5 y 4 años respectivamente, y desencantada con lo que el cine la ofrecía como mujer. “Ahora mi dedicación es completa a esta metáfora sobre el matrimonio”, explica. “Pero es duro ser Sheila. Ahora quizá hay menos sangre pero hay más en juego”, añade de un virus que, como en toda historia de zombis, se expande con la figura de Ramona (que interpreta Ramona Young), otro muerto viviente que aspira a tener lo que Sheila ha conseguido. “Tiene claro que un zombi no sobrevive sin su familia”, explica Olyphant.

Lo que no ha cambiado de una temporada a otra es la dieta en el rodaje. “La mejor muestra de una gran interpretación”, como describe Barrymore la pasión con la que su personaje se come las vísceras de sus víctimas. La sangre es sirope coloreado y la carne, una mezcla de gelatina dulce, manzanas deshidratadas, puré de remolacha y pasta, una combinación con un sabor “para nada delicioso como le tendría que parecer a un zombi”, apostilla la actriz. “Eso sí, no tan malo como algunas comidas fermentadas que probé por Asia. Esas sí que me revolvieron el estómago”, se ríe. De lo que ninguno de los actores se queja es de la dieta que Netflix les ofrece detrás de las cámaras. “Está claro que nos cuidan y esa es la mejor receta para un buen rodaje, un buen servicio de comidas”, concluye Olyphant.

Una 'dieta' con efectos reales

El título de Santa Clarita Diet va con segundas, riéndose de la popular dieta South Beach que intentó adelgazar a la población en 2003. Pero real o de ficción, a Barrymore la dieta televisiva le ha funcionado. "En cada temporada he perdido de 10 a 15 kilos. Es tal la energía del show que me ha puesto en forma", admite la actriz, en constante lucha con su peso. "Lo malo es que, acabado el rodaje, los vuelvo a ganar", añade algo más pesarosa. La razón es clara: "Me gusta comer. Es en lo único en lo que no escatimo. Una buena comida con un buen vino y buenos amigos y ahí me tienes, no me importa lo que cueste", detalla.

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