El Hendrix alternativo
'Both Sides of the Sky' reúne tomas desconocidas y canciones inéditas del icónico guitarrista
Rescatar (e incluso saquear) los archivos de los grandes iconos del rock y del pop es desde hace mucho tiempo una cuestión de supervivencia del negocio discográfico. Sin embargo, antes, cuando la venta de discos era otra, suponía un verdadero lucro, más todavía con los tótems caídos, que, aun muertos, llenaban las arcas de sus sellos musicales. Es el caso de Jimi Hendrix, cuyo legado no ha dejado de ser exprimido por la industria del disco desde que falleciese en 1970 tras asfixiarse en su propio vómito. Conviene recordar que solo habían pasado unos meses de su muerte cuando salieron publicados un par de estupendos álbumes póstumos, que se vendieron como sus mejores éxitos: The Cry of Love, que dio forma al que hubiera sido su cuarto trabajo en estudio con temas como ‘Angel’ y ‘Freedom’, y Rainbow Bridge, donde se recogen otras destacadas canciones como ‘Dolly Dagger’, ‘Room Full of Mirrors’ o su particular revisión del himno estadounidense. Aquellos discos contaron con la supervisión de Eddie Kramer, quien fuera ingeniero y productor habitual de Hendrix. Kramer, siempre hábil y cuidadoso en la preservación del mito de la guitarra, está detrás de la Experience Hendrix L.L.C., la compañía que, junto a la familia del músico, gestiona la herencia sonora de la leyenda. Ahora acaba de salir a la luz la última excavación de la compañía: Both Sides of the Sky, una colección de tomas alternativas y canciones nunca antes editadas de cuando Hendrix estaba obsesionado con el estudio de grabación entre 1968 y 1970.
Both Sides of the Sky viene a completar la trilogía de composiciones desenterradas ya iniciada en 2010 con Valleys of Neptune y People, Hell and Angels en la discografía póstuma del tipo que redefinió los límites de la guitarra eléctrica. Unos límites que saltan por los aires en impactantes directos que también forman parte de discos póstumos, como su célebre actuación en Woodstock o la más abrasiva pero menos conocida del Festival Monterey. Ilusionarse, por tanto, con otra entrega del legado oculto de Hendrix es tarea difícil. En este sentido, Both Sides of the Sky merece atención, pero no puede considerarse un acontecimiento.
Una de las notas más reseñables del nuevo disco es que permite contextualizar más el desarrollo artístico del guitarrista justo antes de su muerte. Las grabaciones del álbum coinciden con el periodo de la descomposición de la Jimi Hendrix Experience para vislumbrarse, después de su célebre concierto en el Festival de Woodstock, a su nueva formación: Band of Gypsys, la banda con la que buscaba bucear más en el jazz tras sus orígenes blues y su paso por el funk y el rhythm and blues musculosos. Como ha dicho el propio Kramer, este disco viene a ser una especie de “sujetalibros” entre ambos grupos.
Con su característica distorsión afilada, la canción ‘Cherokee Mist’ deja entrever esa inquietud en una mente privilegiada para empaparse de influencias y crear un sonido compacto, único, fascinante. Es una composición instrumental de siete minutos en la que toca la guitarra e incluso el sitar. Hay un mantra primitivo, y Hendrix, que por entonces ya había estado en contacto con Miles Davis y Gil Evans para preparar proyectos en común, busca una atmósfera de tensiones enfrentadas, como calibrando sus propias ansias de vivir en una época agitada como la de finales de la década de los sesenta, en pleno apogeo de la contracultura.
Ese fabuloso primitivismo tenso se siente también en la versión de ‘Mannish Boy’. La canción de Muddy Waters, uno de los padres del blues de Chicago, adquiere un ritmo de funk grasiento y se llena de ecos con su incitadora guitarra. Las raíces sonoras siempre marcaron la exploración del guitarrista que estira aún con más fuerza su nueva interpretación ‘Hear My Train A Comin’, ese canto de redención góspel, pero repleto de paletas eléctricas. Sucede lo mismo con ‘Stepping Stone’, en la que lleva al mismo terreno trepidante al country, reinventando las posibilidades estilísticas por su poderosa e ingobernable visión de la música. Llega a sonar como un tren de vapor a toda velocidad, sin frenos.
Both Sides of the Sky también contiene agradables sorpresas, como las colaboraciones con Johnny Winter, Lonnie Youngblood y Stephen Stills. El primero de ellos interviene con su guitarra en ‘Things I Used to Do’, una composición original de Guitar Slim. Es un intercambio de cuerdas que, sin mucha gloria, ayuda a medir el peso de ambos como francotiradores del blues. Hay una mayor profundidad de recreo eléctrico por parte de Hendrix en ‘Georgia Blues’. Su guitarra marca el desarrollo de una canción acolchada por el órgano y la presencia del saxo de Lonnie Youngblood, al que conocía de sus días en The Squires, el grupo de espíritu soul que acompañaba a Curtis Knight. Más interesante es la combinación entre Hendrix y Stephen Stills en Woodstock, la composición que solo un año y medio después hicieron famosa Crosby, Stills, Nash & Young. Dos fueras de serie que pudieron haber hecho más como pareja artística por la admiración que se profesaron.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.