De la fe
'Algo en que creer', como suele ser habitual en las ficciones nórdicas, entrelaza lo personal con lo social
El duro invierno de 2018 corresponde indudablemente al poderío de las series danesas, y más concretamente, a una especie de nuevo rey Midas audiovisual, Adam Price, artífice de la encumbrada Borgen, de la excelente Bajo la superficie y de la sorprendente Algo en que creer, sorprendente por cuanto no deja de ser admirable que una serie que tiene como epicentro las tribulaciones de la familia de un pastor luterano de la Iglesia Nacional Danesa pueda enganchar a los españolitos/españolitas (tú ganas, Irene Montero) que vienen al mundo.
También es cierto que dicha Iglesia poco o nada tiene que ver con la tradicional católica, lo que es una ventaja para su guionista. Permite, por ejemplo, casarse a las personas del mismo sexo y no tiene una opinión oficial sobre temas como el aborto, el uso de preservativos, el sexo prematrimonial, etcétera, además de aceptar el matrimonio de sus pastores y pastoras (¡fuerza Montero!). Pero no todo son diferencias: según la estadística oficial, a fecha de enero de 2013 el 79,1% de los daneses eran miembros de la Iglesia Nacional, aunque menos del 5% asistiese a los servicios semanales.
Algo en que creer (Movistar Series), como suele ser habitual en las ficciones nórdicas, entrelaza lo personal con lo social. Se asiste sin saturar a discusiones teológicas, infidelidades, amores lésbicos, descubrimientos del budismo, las mezquindades propias del ser humano o el drama de los refugiados con una fluidez extraordinaria y con la ayuda de un elenco de intérpretes espléndidos, desde Lars Mikkelsen a la inestimable labor de Ann Eleonora Jørgensen, Simon Sears o Morten Hee Andersen, entre otros.
Un poderío de producción, una realización sobria y un guion estupendo coronan una industria que hace tiempo descubrió las ventajas de invertir en el desarrollo cultural y en aliarse, como es el caso, con Arte France y SAM Productions para conseguir un magnífico producto.
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