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Columna
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Desparejados

El deterioro de la convivencia es un filón para la televisión por insoslayable y porque puede abordarse desde muchos ángulos

Juan Jesús Aznárez
Una imagen de 'Casados a ciegas', emitido en Ten
Una imagen de 'Casados a ciegas', emitido en Ten

La programación sobre conflictos de pareja es abundante en los canales en abierto y de pago, y sus títulos revelan el gancho de broncas domésticas que se remontan a las iniciáticas entre Adán y Eva: Casados a ciegas, Durmiendo con mi enemigo, Llámame papá, Hotel romántico y Ex parejas, entre otros muchos. Un equipo de consejeros suele participar en el análisis de las causas de la metamorfosis de enamorados que pasan de deleitarse con el lunar de su costilla a considerarlo una repelente verruga.

El deterioro de la convivencia es un filón por insoslayable y porque puede abordarse desde muchos ángulos en la seguridad de que la audiencia siempre encontrará situaciones percibidas como propias: desde la apatía, la iracundia, la desconfianza o el egoísmo como origen del desamor y el fracaso. Durmiendo con su enemigo, emitida por TEN, recrea desenlaces trágicos: la maté porque era mía. Hay enfoques para todos los gustos. Todos acaban en comisaría.

La serie Casados a ciegas entretiene matrimoniando a treintañeros que deberán convivir un mes para conocerse; después tendrán que decidir entre continuar o divorciarse. El formato facilita el espectáculo. Está cantado porque el casting se encarga de que muchos de los participantes se comporten como adolescentes en una convivencia de laboratorio que, en definitiva, es un duplicado de la realidad.

La cosa es bastante creíble porque las trifulcas recreadas son frecuentes y pueden alcanzar a octogenarios tirándose a la yugular. Observar a los más jovenzuelos cometiendo errores de manual divierte bastante porque queda demostrado que el hombre es el único animal que tropieza entre dos y doscientas veces en el mismo pedrusco. Visto lo visto desde el cromañón hasta el algoritmo, el asunto tiene mal arreglo.

Más edificante es Llámame papá, un documental repuesto por La 2. Durante meses se acompaña a maltratadores reincidentes, padres de familia casi todos, en una terapia impartida en Australia por tutores que fueron víctimas y victimarios. Triste y recomendable.

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