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arte

Camille Henrot: “Vivimos rodeados de trampantojos”

La creadora francesa se consagra como nombre central en el arte contemporáneo ocupando la totalidad del Palais de Tokyo de París

Álex Vicente
Camille Henrot, junto a su obra 'Derelitta' en el Palais de Tokyo de París.
Camille Henrot, junto a su obra 'Derelitta' en el Palais de Tokyo de París.manuel brown

Contar la historia del universo en 12 minutos. Ese fue el desafío que Camille Henrot (París, 1978) se lanzó en 2012, a través del celebrado vídeo Grosse Fatigue, que le reportó un León de Plata en la Bienal de Venecia y, más importante todavía, el reconocimiento internacional. Aquel largo poema declamado en spoken word recogía las distintas versiones sobre el mito de la creación —la de las religiones, la que propugna la ciencia, la de culturas de transmisión oral como navajos o inuits— sobre un fondo visual formado por innumerables objetos de la colección del Smithsonian que dispuso en las ventanas superpuestas de un navegador informático. Funcionaba también como una declaración de intenciones sobre su manera de entender el arte: un espacio de acumulación y yuxtaposición de estratos distintos, abierto a una interpretación ambigua y opuesto al binarismo imperante, donde Henrot parecía proponer una decodificación antropológica de nuestro día a día.

La artista reincide ahora en ideas parecidas en su nueva exposición, la más ambiciosa hasta la fecha: una especie de retrospectiva mid-career a la tierna edad de 39 años que tiene lugar en el Palais de Tokyo de París. El museo ha invitado a Henrot a ocupar la totalidad de sus 22.000 metros cuadrados, dentro de una serie de cartes blanches a grandes nombres del arte de nuestro tiempo, sucediendo a Philippe Parreno y Tino Sehgal (y adelantándose a Tomás Saraceno, que tomará el relevo en 2018). La muestra se estructura en siete apartados, correspondientes a los días de la semana: una invención humana sin referente astronómico, a diferencia de los días y los meses. Henrot indaga, con espíritu falsamente naíf, en su innegable fundamento mitológico. El lunes es el día de la Luna. El martes, el de Marte. Y así hasta llegar al domingo, día del Señor en las tradiciones católicas, pero también jornada del Sol en inglés, en hindi, en chino y en yidis. En cada capítulo, Henrot propone una mezcla de obras viejas y nuevas que, en su conjunto, parecen describir la civilización como un agente tan constitutivo como alienante.

“Me intereso por los rituales que nos ayudan a vivir. La semana es una construcción humana. Como tal, nos da una estructura y, a la vez, nos oprime. Utilizar conceptos como lunes o martes es lo mismo que definirse a uno mismo como hombre o mujer, o en función de tu nacionalidad. Son categorías y estructuras impuestas por la sociedad en las que, a menudo, nos sentimos apretados e incómodos”, explica la artista, sentada en una de las salas de su exposición. Opuesta al dogma del minimalismo y a la tentación cartesiana, Henrot ha apostado por su habitual variedad de formatos y disciplinas. En la muestra se hallan desde frescos en tonos pastel hasta abstractas estatuas de bronce, pasando por obras inspiradas en James Joyce y J. R. R. Tolkien, arreglos florales al gusto ikebana, instalaciones que aglutinan objetos comprados en eBay y una larga serie de hotlines que dirigen preguntas indiscretas a quien descuelga el teléfono. ¿Ha dado dinero a un mendigo alguna vez? ¿Hace usted el amor con frecuencia? ¿Cuánto tiempo pasa viendo pornografía? ¿Lo hace cuando su pareja se encuentra en la habitación contigua? Si sospecha que tiene un herpes, pulse 1.

“Me intereso por los rituales que nos ayudan a vivir. La semana es una construcción humana. Como tal, nos da una estructura y, a la vez, nos oprime

Hay en su exposición un fuerte regusto a Barroco. Para empezar, Henrot disemina los trampantojos por todo el recorrido, desde una falsa pared de mármol en el pórtico de la entrada hasta la inesperada resurrección del drapeado, técnica que utiliza en alguna de sus obras escultóricas. La propia organización de la muestra parece responder al procedimiento narrativo de la mise en abyme, la imbricación de relatos sucesivos, casi como en una matrioska rusa, que resulta tan característica de la literatura barroca como las falsas ilusiones, los juegos de espejos, los personajes travestidos y las ensoñaciones en horario diurno. ¿Sitúa Henrot nuestra época, plagada de espejismos y posverdades, en las postrimerías del siglo XVII? “Vivimos rodeados de trampantojos. Incluso las aplicaciones para móviles están creadas siguiendo el principio de la ilusión barroca. Por ejemplo, la aplicación Notas de un iphone reproduce la sensación de escribir sobre las líneas marcadas sobre el papel”, afirma Henrot.

Su punto de vista no es, sin embargo, necesariamente crítico. “Me pa­rece algo bastante positivo. No me gusta que las cosas sean demasiado definitivas. No es que prefiera el engaño a la literalidad, pero es importante observar el mundo pensando que las cosas no son exactamente como uno las ve, que las primeras impresiones y las apariencias no son capaces de cubrir toda la realidad. Y que lo que a uno le resulta evidente puede ser percibido de otra manera por su vecino”.

A Henrot no le gusta nada, en otras palabras, la dicotomía que suele imponer el pensamiento occidental. La obligación de escoger entre blanco y negro, a favor o en contra, que cree que han potenciado esos foros, siempre colmados de opiniones vehementes, que son las redes sociales. Para Henrot, el arte debe seguir proponiendo un análisis contradictorio e incluso confuso de la realidad. “En nuestra época hay un poco más de libertad al respecto y, al mismo tiempo, seguimos viviendo obsesionados por la verdad, la transparencia y las opiniones categóricas. En Estados Unidos, la situación política ha provocado que los puntos de vista se polaricen. Empezamos a perder el sentido del matiz y también del humor, la posibilidad de analizar una situación complicada de manera compleja. De todos los desastres que ha provocado la situación política estadounidense, este es uno de los más graves”, afirma Henrot, residente en Nueva York desde 2010.

De todas las entelequias de nuestra época, la tecnología parece la más rotunda. Henrot aborda el asunto en Saturday, un nuevo vídeo en 3D que se acerca a la comunidad de los adventistas del séptimo día. Esta iglesia protestante cuenta con 17 millones de creyentes en el mundo, que esperan la segunda llegada de Jesucristo tras un apocalipsis inminente del que, según algunos fieles, la presidencia de Donald Trump podría ser una especie de preámbulo. Por ese motivo votaron por él. Cuentan con un canal de televisión, llamado Hope TV, al que los miembros de esta congregación llaman para compartir sus plegarias en directo. Su fe consiste en esperar que el mundo se acabe de una vez por todas. Solo así podrá regresar el Señor.

“Me interesaba hablar de las estrategias del hombre para preservar la esperanza”, afirma. El vídeo hace un inventario de algunas de ellas: la religión, la política, la cirugía estética y, sí, los gadgets electrónicos. “En este mundo hiperglobalizado, las corporaciones como Apple han adoptado métodos propios de los grupos religiosos. Cuando desde Facebook nos dicen cosas como ‘Si no queréis que mostremos lo que hacéis, no lo hagáis’, están convirtiendo la transparencia y la pérdida de la intimidad en un juicio moral”, sostiene Henrot. No es casualidad que en uno de sus planos se distinga el logo de la manzana entre los iconos de las religiones monoteístas. Henrot insinúa que la vida digital no ha supuesto ninguna ruptura. No hemos entrado en una nueva era, sino en una prórroga de la anterior, que sigue estando regida por los mismos preceptos. Puede que Apple sea, después de todo, lo más parecido al cristianismo que tenemos hoy.

‘Days are dogs. Carte Blanche à Camille Henrot’. Palais de Tokyo. París. Hasta el 7 de enero de 2018.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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