_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Arqueología televisiva que puedes encontrar en YouTube

De cuando Dalí iba a los concursos de la tele y las actuaciones musicales eran pura sociología en directo

Héctor Llanos Martínez
Dalí en 'What's my line'.
Dalí en 'What's my line'.

Es una fortuna que YouTube nos conecte con el mundo con solo unos clics. Te das una vuelta y encuentras a chicos muy jóvenes haciendo cosas de lo más interesantes y a otros cometiendo disparates. Unos y otros te ponen al día. Pero la plataforma de vídeos también es futuro porque está logrando almacenar el pasado con una facilidad inédita. Accedes a documentales de arqueología sin tener que ir a una biblioteca ni esperar a que La 2 los programe. En el caso de un medio tan nuevo como la televisión, su arqueología no va mucho más allá de finales de los años cuarenta.

El glamur intelectual de What’s My Line?

Entre un mar de contenidos te encuentras extractos de las primeras emisiones de What’s My Line? Era un concurso estadounidense en el que un invitado debía contestar con un sí o un no a las preguntas del resto de participantes, que intentaban descubrir su profesión. En las rondas especiales, pasaban por allí Fred Astaire, Eleanor Roosevelt o Woody Allen.

El nivel de los asistentes a estas reuniones televisivas es impensable para el espectador del siglo XXI. Salvador Dalí le echaba dosis de surrealismo y Groucho Marx aportaba brillante humor absurdo para dinamizar el ritmo del juego. Se dedicaban a trolear, como diría una estrella de YouTube. Te asomas un rato al programa y te dan ganas de pasar horas buceando en un mundo que ya no existe. O, al menos, al que los espectadores no tenemos acceso. Glamur intelectual encerrado en la caja tonta.

Estudio 1, teatro televisado de primer orden

No era cosa de otros países, en la web de RTVE hay una buena colección de Estudio 1, teatro televisado de primer orden. Aunque se conozca sus versiones para cine y teatro, Doce hombres sin piedad se concibió para la televisión. En España adaptó la pieza Gustavo Pérez Puig en los setenta. Con un reparto espectacular. Sancho Gracia, Manuel Alexandre, Pedro Osinaga, Jesús Puente… Es una de las muchas entregas del programa que los usuarios de YouTube han tenido a bien compartir.

El pequeño gran paso feminista de I Love Lucy

Otro ejemplo es la sitcom I Love Lucy, que además de innovar en lo técnico como comedia rodada con varias cámaras, abrió el camino de la mujer a la comedia. La actriz Lucille Ball es un icono de la cultura pop en Estados Unidos, pero resulta increíble lo que tuvo que aguantar para que su serie saliera adelante en los años cincuenta del siglo pasado. Eso le obligó a mantener la mayor parte del tiempo un tono conservador.

Tuvo que pelear que fuera su marido en la vida real, el showman cubano Desi Arnaz, quien le diera la réplica en pantalla. A los productores no les convencía que la protagonista fuera una mujer casada con un extranjero. Ella ganó la batalla. Cuando se quedó embarazada, se atrevió a incorporar su nueva circunstancia a la serie en una época en la que apenas se trataba ese tema en televisión. El polémico capítulo que introducía la trama se titulaba Lucy está encinta. La palabra “embarazada” era demasiado vulgar para la época. Su marido tuvo que invitar a un sacerdote y a un rabino a que aprobaran los capítulos antes de ser emitidos. Esto en vez de arqueología, parece paleontología.

Sociología en formato musical

El programa de Ed Sullivan trataba al mundo del espectáculo con dignidad, como el democratizador cultural que es. Por eso, algunas de las actuaciones en directo que se vivieron allí son puros testimonios sociológicos. En los tiempos en los que Elvis Presley no era apto para el horario familiar, el presentador del programa supo ver en el músico a un imán de audiencias. Así que accedió a que apareciera en el programa a pesar de haberlo vetado con anterioridad. En una de sus canciones, Ready Teddy, le enfocaron de cadera para abajo y el share se disparó tanto como la polémica. La censura tuvo que intervenir en ocasiones posteriores, en los que cerraron el plano durante sus intervenciones. Pero al menos esa primer noche en The Ed Sullivan Show, el Rey del rock contribuyó al baby boom de su país.

Años más tarde, la contracultura llegó a las masas (en una versión edulcorada) con The Doors. A Jim Morrison le habían pedido que modificara durante su actuación en directo algunas de las frases de su tema Light My Fire. En vez de, “Nena, no podemos estar más arriba” (más colocados), pretendían que dijera “Nena, no podemos estar mejor”, para evitar cualquier referencia a las drogas. El cantante se hizo el despistado y cantó la letra sin censura, aunque en los ensayos sí había tenido buena memoria. Como en este caso no se podía cortar el plano para controlar a su impredecible líder, el grupo nunca más regresó al programa.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Héctor Llanos Martínez
Redactor especializado en nuevas narrativas audiovisuales (streaming, pódcast, redes sociales) y en el género documental, con varios años como autor del blog 'Doc&Roll'. Formado en Agencia Efe y elmundo.es, antes de llegar a Verne y la sección de Madrid de El País, escribió desde Berlín para BBC, Deutsche Welle, Cineuropa, Esquire o Yorokobu.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_