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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En negro

La monarquía arábiga es una promisoria cantera de series de terror que debieran aprovechar las grandes productoras

Juan Jesús Aznárez

In illo tempore, el embajador de España en Riad me comentó el sobresalto sufrido por su esposa durante un paseo por la capital de Arabia Saudí. Se había cubierto la cabeza con el velo islámico pero olvidó ocultar las pantorrillas. Inopinadamente, sintió varios zurriagazos debajo de las corvas. Era la policía religiosa castigando su impudicia. También fue represaliada, con latigazos penales, la saudí que en 2011 se filmó mientras conducía un turismo. Pecado. Subió el vídeo a YouTube, con 600.000 visitas en 24 horas, y acabó en la cárcel. En un país que prohíbe los mandos a distancia en los hoteles de La Meca y Medina, las parabólicas se encargaron de colorear las pantallas en negro y propulsar el atrevimiento de la activista.

Viene a cuento el recordatorio porque el rey emitió el martes un decreto que permite a las mujeres obtener el carné de conducir. Los telediarios de todo el mundo dieron la noticia y también el canal oficial, tan entretenido como el de Corea del Norte.

El año próximo, tras haber quedado demostrado que la conducción no afecta ni a la pelvis ni a los ovarios, las saudíes podrán matricularse en las autoescuelas, pero probablemente no las veremos en televisión yendo al supermercado porque es peligroso: el cerebro de las mujeres se reduce a una cuarta parte cuando van de compras, según alertó un clérigo.

La monarquía arábiga es una promisoria cantera de series de terror que debieran aprovechar las grandes productoras. Algunas sugerencias temáticas: las mujeres no pueden trabajar, ni practicar deporte, ni estudiar o viajar sin el permiso de padres maridos o hermanos; necesitan su visto bueno para una intervención quirúrgica, casarse, alquilar, matricular a sus hijos y abrir una cuenta.

Mezclando libertades, petróleo y vista gorda occidental, un guionista mediocre arrasaría. De momento, deberá esperar a que el gran muftí autorice la celebración de conciertos y la apertura de cines.

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