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Juegos y tronos, ¿estamos perdiendo la cabeza por los Siete Reinos?

La serie de HBO ha abandonado la pequeña pantalla para ser objeto de culto

Guillermo Altares

Juego de tronos es noticia cuando comienza una nueva temporada, pero también cuando se filtra un capítulo, cuando HBO es hackeada o cuando uno de los personajes logra que un dragón cabreado ronronee como un gatito. La serie, basada en las novelas de George R. R. Martin, ha abandonado hace años el terreno de la televisión para convertirse en algo mucho más real, como ocurrió con La guerra de las galaxias o El señor de los anillos. El problema está en saber si nos estamos pasando con nuestra pasión por lo que ocurre en los Siete Reinos, si ha dejado de ser una ficción para convertirse en una obsesión.

Martin contó una vez que había recibido protestas, e incluso amenazas, de los fans de las novelas para que termine su saga narrativa Canción de hielo y fuego, todavía inacabada. La serie, en cambio, tiene los capítulos contados: uno de la actual temporada y la octava y última, que todavía no tiene fecha, aunque uno de los productores insinuó que los capítulos podrían durar hasta dos horas.

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Al principio de La orgía perpetua, el ensayo que dedicó a Madame Bovary y Flaubert, Mario Vargas Llosa escribe: “Siempre he tenido por cierta la frase que se atribuye a Oscar Wilde sobre un personaje de Balzac: ‘La muerte de Lucien de Rubempré es el gran drama de mi vida’. Un puñado de personajes literarios han marcado mi vida de manera más durable que buena parte de los seres de carne y hueso que he conocido”. Esta cita se puede aplicar sin duda a Juego de tronos: Jon Snow, Jaime, Tyrion y Cersei Lannister, Arya y Sansa Stark, Daenerys Targaryen, hasta los dragones —y todos los que se han quedado en el camino—, son personajes poderosos metidos en tremendos líos. La saga, además, se atrevió a romper diferentes tabúes: cualquier personaje podía morir en cualquier momento y la multiplicación de tramas desafiaba la narración tradicional. Según se ha ido ampliando el número de seguidores, se podría decir que la serie ha ganado en previsibilidad y en convencionalidad. La violencia y el sexo siguen ahí, eso sí. Las tramas mezclan las intrigas políticas con tremendas batallas y las relaciones cruzadas de los personajes. Y hasta algunos ven una alegoría del cambio climático en ese ejército de zombis que avanza imparable para destruir el mundo mientras los humanos y sus dragones se dedican a sus propias querellas, ignorantes del desastre que se avecina.

Tal vez estemos exagerando con Juego de tronos, analizando cada capítulo como si ocultase mensajes arcanos, pero su éxito representa, sobre todo, una nueva prueba del inmenso poder de la ficción que, como demostró Oliver Sacks, se mezcla en nuestros recuerdos con la realidad. No es que creamos que lo que ocurre en los Siete Reinos sea real, pero las emociones que transmiten los personajes sí lo son.

Tarzán, Bambi o Luke Skywalker cambiaron la infancia de varias generaciones. Los adultos también tenemos derecho a dejarnos llevar por la emoción de la fantasía.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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