Cambio de tiempo
Arte, colecciones e historias culturales dialogan en Burdeos en una exposición que juega con procesos ecológicos y escalas temporales
Hay una escueta pero profunda deriva literaria en El libro de los pasajes, de Walter Benjamin, que dice que en lugar de dejar pasar el tiempo tenemos que invitarlo a pasar. Cuando la lees suena a grieta y abre varios antagonismos temporales. Un tiempo múltiple, dinámico y heterogéneo, compuesto de un sinfín de pequeños matices móviles y cambiantes. Hace tiempo que el campo del arte es una invitación a pensar la historia de modo estratificado. Pasado, presente y futuro (experiencia, acción y expectativa) no sólo se suceden diacrónicamente, sino también de modo sincrónico. No sólo uno detrás de otro, sino todos juntos, celebrando historias que, ligadas a acontecimientos de índole política, histórica y cotidiana, exploran la naturaleza cambiante para tratar de entender nuestra relación con el mundo, también en constante transformación.
A ese pensamiento geológico del tiempo conduce la exposición 4.543 millones. La cuestión de la materia en el CAPC de Burdeos. La muestra aborda obras de arte, colecciones e historias culturales con relación a procesos ecológicos y la escala geológica del tiempo. En total, más de 35 artistas que dan valor a las discontinuidades, a las derivas y a las ausencias. La muestra almacena el tiempo como una batería almacena la energía. Y lo hace en varias capas de lectura. Una de ellas es el tiempo que lleva Latitudes, la oficina curatorial de Mariana Cánepa Luna y Max Andrews, trabajando en este proyecto, seguramente el más complejo y ambicioso, aunque esta investigación en torno a las complejas relaciones entre la ecología y el arte contemporáneo está en la base de todos sus proyectos desde 2005. Aquí no pueden ser más rotundos. Abordan la cuestión de la materia desde el lado más inmaterial, que es la memoria. Para ello, estudiaron a fondo el contexto de la ciudad bajo un programa de residencias del museo. Hablamos, pues, de un proyecto de investigación, algo que se traduce en cada pequeño gesto que recoge la muestra, y que lo expande todo. De ahí las relaciones de algunas obras con el departamento de zoología de la universidad (Ilana Halperin), el Museo de Bellas Artes (Stuart Whipps, o el préstamo de Alfred Roll), así como los muchos documentos y objetos que se incluyen de los archivos Métropole, de la Gironde y la colección geológica de la UFR Sciences de la Terre et de la Mer, de la Universidad de Burdeos.
Otra de las lecturas tiene que ver con la anterior vida del edificio del museo CAPC como almacén de productos coloniales, cuyas paredes de piedra caliza antaño fueron extraídas de las profundidades de la tierra y cuyas vigas de madera formaron parte de un bosque. Por ahí se cuela el guiño que el título hace a la edad de la tierra, y así es como 4.543 millones intenta mantener una perspectiva microlocal y otra planetaria, para pensar algunas de las historias del arte como fragmentos de narrativas más amplias sobre la Tierra y sobre cómo se ha representado nuestro lugar en ella. En ese juego de distancias los comisarios lanzan varias preguntas. ¿Qué está en juego cuando el arte y los museos asumen una mayor conciencia temporal y material? ¿Cómo podrían ir más allá del marco espacial “piensa globalmente, actúa localmente” y profesar “piensa históricamente, actúa geológicamente”?
Dan respuesta los artistas en varios viajes temporales. Siguiendo el recorrido: Cassé-Collé (1992), del francés Hubert Duprat con las litografías de 1820 de Alexander Whalley Light; las ilustraciones de Flore générale d’Amérique (1835), del botánico Étienne Denisse con Touchpad (2016), las magníficas piedras calizas litográficas de Martin Llavaneras; el próximo diálogo entre las obras de Erlea Maneros Zabala y Amie Siegel; las fotografías de Xavier Ribas con la obra de Jannis Kounellis; la fantástica sincronía entre elÁrbol de 19 metros cortado en 7 volúmenes iguales, de Pep Vidal, y los materiales de construcción de Lara Almarcegui y esta con Maria Thereza Alves, en la sala contigua, en diálogo con Ângela Ferreira.
Es una exposición de descubrimientos. Hay mucha historia intrínseca reservada para quien la visite. También, obras magníficas de Robert Morris, Rodney Graham, Ilana Halperin, Lucas Ihlein y Alexandra Navratil. Y un descarte en forma de piedra de la escultura White Rock, de Richard Long, de la colección del CAPC, que, tras 20 años de estar expuesta y volverse oscura, se cambió por una nueva. Una piedra que se formó hace millones de años, que por un corto tiempo fue “arte” y que ahora vuelve a ser piedra.
4.543 billones. La cuestión de la materia. CAPC. Burdeos. Hasta el 7 de enero de 2018.
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