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Columna
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Docudrama

La industria televisiva debe a los hermanos Coen el origen de una de las series más excelentes de las que se pueden ver en la actualidad: 'Fargo'

Ángel S. Harguindey
Carrie Coon en la tercera temporada de 'Fargo'.
Carrie Coon en la tercera temporada de 'Fargo'.

Son muy pocas las series que afianzan su calidad en la segunda o la tercera temporada. Fargo es una de ellas. La industria televisiva debe a los hermanos Coen el origen de una de las ficciones más sobresalientes de las que se pueden ver en la actualidad. Si el largometraje fue un deslumbrante ejercicio narrativo, la serie, creada y escrita por Noah Hawley, no lo es menos.

La tercera temporada —cada una de ellas relata un caso distinto, en lo que se asemeja a la también excelente serie británica Line of Duty— supone un nuevo alarde de buen hacer. Todo se inicia con un malentendido que desencadenará una serie de desastres en Eden Valley (Minnesota). Las peripecias de dos gemelos de vidas opuestas, Emmit Stussy, el rey de los parkings, y Ray Stussy, un oscuro agente de la condicional, ambos interpretados de forma magistral por Ewan McGregor, constituyen el eje de la trama.

La tramposa advertencia de los títulos de crédito —“Por respeto a los vivos se han cambiado los nombres de los protagonistas. Por respeto a los muertos se ha contado todo tal y como ocurrió”— permite servir como una especie de docudrama toda la inteligencia de los guionistas.

Sin otros dos personajes Fargo no sería lo mismo: la jefa de policía de la localidad (Carrie Coon), con ese punto de inasequibilidad al desaliento que ya caracterizaba a la inmutable Frances McDormand en el largometraje original, y el villano interpretado por David Thewlis, probablemente más inquietante incluso que el desarrollado por Javier Bardem en No es país para viejos, también de los Coen.

Asesinatos chapuceros, codicia empresarial, mafias depredadoras, contabilidades tramposas, amores locos... Todo fluye en esta tercera temporada con la fluidez de quien domina el medio y sabe enganchar al espectador desde las primeras escenas. Un lujo de serie.

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