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Columna
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Reincidencia

Los debates convienen porque siempre se aprende algo, aunque sea por negación

Juan Jesús Aznárez

Los niños malos y los tertulianos prevaricadores debieran ser castigados a recitar de corrido los textos de la serie documental España dividida. La Guerra Civil en color y a escribir mil veces en el encerado: “diré siempre la verdad y respetaré al prójimo aunque me parezca un imbécil”.

La televisión y el espectáculo son primos hermanos, pero a tenor de la iracundia reincidente observada en algunos debates de la Cuatro, la Sexta y otros canales no es difícil imaginar a los camorristas de plató corriendo al armero si estallase un nuevo 18 de julio. Dan un poco de miedo.

La versión de la contienda emitida por Discovery MAX “es muy responsable y equilibrada. Merece la pena si consiguen que las generaciones jóvenes aprendan más sobre este tema”, declaró a este diario en noviembre el historiador británico Antony Beevor. "Para esas generaciones es difícil imaginar cómo este odio llegó hasta el punto de rasgar a un país en dos, incluso que las familias se rompieran con hermanos en un lado y en otro".

No es tan inimaginable. Los chavales aprenden rápido. Todo es cuestión de perfidia, oficio en la transmisión de verdades y mentiras, y perseverancia en el martilleo de estas últimas; también influyen mucho la mano que mece la cuna y los dispensadores de inquina. Los coloquios concebidos para epatar son un surtidor formidable.

Los debates convienen porque siempre se aprende algo, aunque sea por negación o procurando escuchar al economista entre el guirigay de quienes le objetan desde el analfabetismo o la trinchera. Sin ánimo de ofender, y a cuatro días del 81º aniversario del golpe de Franco contra la II República, el marketing parece haber sentado en las bancadas de tertulianos a nacionales, rojos y algún socialdemócrata por el qué dirán.

Cuando riñen sobre el rumbo de España siento escalofríos figurándomelos con camisa azul o gorro miliciano. Nada que objetar al atuendo, salvo la pistola al cinto.

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