Amor
'Contigo al fin del mundo' es un ejemplo de celestinaje del siglo XXI


Si, como afirma Montoro, en tres años saldremos de la crisis habrá que prepararse para la nueva etapa de bonanza. Es tiempo, pues, de preocuparse por esa tríada de anhelos humanos: salud, dinero y amor, y las cadenas generalistas han decidido echar el resto con los problemas del corazón. Lo de la salud y el dinero es menos atractivo para una audiencia que sufre los recortes en la sanidad pública o que asiste perpleja al dato de que entre 2011 y 2014 —los años crueles— el número de millonarios aumentó un 44%, según la Agencia Tributaria.
Contigo al fin del mundo, el nuevo programa de Antena 3 de los lunes (9,8% de cuota de pantalla y 1.279.000 espectadores en su discreto estreno) es un ejemplo de celestinaje del siglo XXI. Solteras y solteros españoles desperdigados por el mundo están satisfechos con su nuevo status económico pero les falta el amor estable. Nada de aquí te pillo, aquí te mato. Y ahí surge la productora Warner Bros IPTV-España que ya tiene sobre sus espaldas programas como First Dates y ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, una experta en maridajes.
Elena vive en Dubai y está encantada con su trabajo en tiendas de lujo. Vive en un piso compartido en un edificio en el que está totalmente prohibido que entren hombres. La bronca con el pretendiente no tarda en aparecer: se tiran los trastos ideológicos a la cabeza y la relación se acaba entre lágrimas con una frase lapidaria de Elena a Edu: "Lloro porque me siento engañada, porque no sabía que me iban a traer un gilipollas como tú" (fin de la cita). Rafa es un triunfador en Shanghai. Tiene un cierto punto de caudillo. Serio y presuntamente sofisticado. Le mandan a Fernando, un barcelonés que al menos mientras esté en Shanghai apenas oirá hablar del procés. Raúl vive en Miami cultivando el cuerpo. Nuria lo tiene claro: "Una princesa no puede ser cajera". (Continuará).
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