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libros

El triunfo del miedo

Varios ensayos exploran con desigual fortuna las consecuencias del terrorismo de ETA en la sociedad vasca y su reflejo en la cultura

Antonio Elorza
Fotograma de la película 'Todos estamos invitados', de Manuel Gutiérrez Aragón.
Fotograma de la película 'Todos estamos invitados', de Manuel Gutiérrez Aragón.

Todo debiera estar claro y sin embargo la vocación de oscuridad perdura. A lo largo de su libro El eco de los disparos, Edurne Portela utiliza la expresión “conflicto vasco”. Pero la autora se cura en salud, advirtiendo que es contraria a su uso por la izquierda abertzale y que ella se remite a las acepciones de la RAE como situación desgraciada o material de discusión. Sorprende que una especialista desconozca que cuando existe ya un léxico consolidado, adscrito a una formación política y asumido generalmente como tal, su uso recurrente connota aceptación, ya que los lectores no van provistos del diccionario de la RAE y sí entienden (o rechazan) lo que ETA o Bildu dicen al hablar de “conflicto vasco”. Nos dice a continuación que su ensayo no habla de blancos y negros, y sí de matices, pero no de equidistancia. Sin embargo, luego elogia la equidistancia como “un ejercicio de profundización del pensamiento, un cuestionamiento honesto de la realidad, un intento de ampliar una imaginación reducida y enquistada”. Pregunta: ¿ha realizado Edurne Portela una investigación sobre las numerosas defensas de la equidistancia durante los años de plomo? De otro modo, su afirmación es gratuita. Claro que a su entender “la mayoría de la sociedad vasca no hemos sido víctimas del conflicto (…) sino testigos”. No hay que aplicar “el concepto de víctima a aquellos que directa y físicamente no hayan sufrido la violencia de ETA”. Así que, estando amenazado durante años por ETA, si no atentan contra ti, no eres víctima. Y los familiares, tampoco. Y, obviamente, ETA practicaba “la violencia”, no el terrorismo.

De ahí que películas como Todos estamos invitados, en su opinión, “se convierten casi en caricaturas de lo que pretenden”. ¿Cómo es posible presentar al etarra “con un realismo torpe”, negándole la conciencia de qué hace y por qué lo hace ? La deshumanización del terrorista de ETA no debe al parecer entrar en la descripción del “conflicto”. Y además el protagonista es José Coronado, con pinta de policía facha… Tal vez la caricatura no está en el filme de Gutiérrez Aragón, sino en los pretextos eruditos para su descalificación en nombre de “los matices y la complejidad de las víctimas y perpetradores”. Advirtamos que tampoco es preciso buscar complejidad en el terrorismo de Estado (ejemplo, el caso Lasa y Zabala). Solo que no es cuestión de equidistancia, sino de delimitar responsabilidades con ponderación.

Fotograma de 'Tiro en la cabeza', de Jaime Rosales.
Fotograma de 'Tiro en la cabeza', de Jaime Rosales.

El tema de las representaciones es también central en Creadores de sombras. ETA y el nacionalismo vasco a través del cine, libro escrito por Santiago de Pablo, bien conocido por sus investigaciones sobre el movimiento nacionalista. Cabe observar un defecto ya presente en Edurne Portela: la tentación de introducir valoraciones personales sobre las obras. Solo que aquí ello se compensa con la información ofrecida, sobre el número de espectadores o las críticas recibidas por cada filme desde distintos ángulos, y contrastando los mensajes cinematográficos con la realidad que describen. De Pablo ha elaborado un instrumento utilísimo para el conocimiento de la vida cultural vasca.

Tanto De Pablo como Portela dan por bueno que la mayor parte del filme Tiro en la cabeza, sobre el asesinato de dos jóvenes guardias civiles en Francia en 2007, se dedique a presentarnos al futuro asesino como un tipo normal, sin datos sobre su mentalidad, cultura o militancia. Esto sería aceptable de responder a una indagación efectiva sobre su vida, pero resulta apología encubierta de ser una creación del cineasta. Si aceptamos que todo etarra es un vasco como otro cualquiera, que de repente ejecuta a un policía al grito de “¡Txakurra!”, estamos cubriendo con una cortina de humo al terrorismo. No es que “la palabra se ha hecho realidad” (Portela): es una ideología asesina la que se ha hecho realidad. Edurne Portela habrá leído sin duda a Spinoza; tendría que leer a Sabino Arana para así entender cómo unas ideas y una práctica de la violencia tejen la trama en la que décadas más tarde se inscribirá la práctica del terror.

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Algo que entienden muy bien los analistas del terrorismo y de sus efectos sobre la sociedad vasca desde el ángulo de las víctimas. Una mayoría de la sociedad vasca o bien asumió la pasividad por simple miedo, o bien se convirtió en cómplice, muchas veces por afinidad nacionalista. Se queda corta Izaskun Sáez de la Fuente, coordinadora y autora principal de Misivas del terror, un magnífico estudio sobre la extorsión etarra, cuando declara que “buena parte de la sociedad vasca mantuvo una actitud indiferente y públicamente distante hacia las víctimas del terrorismo en general y de la extorsión en particular”. Resultaba ciertamente lógico que el amedrentamiento generado por ETA golpease con mayor fuerza a no nacionalistas que a nacionalistas, conforme muestra el análisis de Francisco Llera ETA y la espiral del silencio en el País Vasco, sobre el miedo de los vascos a hablar de política en público (70% en 1995, 15% aún hoy). También que los donostiarras acudiesen a las manifestaciones por un industrial secuestrado, no a las ruedas de prensa, con el tipo de Egin tomando nombres, y tuvieran que desplazarse vascos desde Madrid para completar el número en la mesa. Pero no las expresiones de rechazo radical, incluso públicas, de familiares o vecinos contra quien condenaba a ETA, creando un cerco de aislamiento, de totalitarismo horizontal. Así, el patriotismo de comunidad nacionalista ha impuesto su ley.

‘Misivas del terror’. Izaskun Sáez de la Fuente. Marcial Pons-Deusto, 2017. 420 páginas. 25 euros.

‘La estrategia del miedo. ETA y la espiral del silencio en el País Vasco’. Francisco J. Llera y Rafael Leonisio. Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, 2017.

‘El eco de los disparos’. Edurne Portela. Galaxia Gutenberg, 2016. 224 páginas. 19,50 euros.

‘Creadores de sombras’. Santiago de Pablo. Tecnos, 2017. 528 páginas. 22,49 euros.

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