Barcelona, el cambio que no fue
El proyecto de Barcelona en Comú, pasado al año a un concejal del PSC, no ha cumplido las expectativas
La política cultural del nuevo Consistorio capitaneado por Ada Colau, la flamante primera alcaldesa de la ciudad de Barcelona, se hizo esperar. Cuando se cumplían los 100 días de gracia que se concede a toda nueva administración, e incluso se hacía balance de las primeras acciones de gobierno, todavía no se habían anunciado las medidas en materia de cultura ni había tomado posesión la comisionada (que no concejala) Berta Sureda, responsable de aplicarla. Por eso había expectación en conocer si la ruptura y el cambio que supuso la llegada de los comunes que habían superado por un solo concejal al anterior equipo de gobierno de Xavier Trias, también llegarían a la Cultura.
Sureda no defraudó. Entre las medidas anunciadas en su primera comparecencia se cargaba de un plumazo una de las estrellas de la anterior legislatura: la Montaña de los Museos encaminada a convertir la zona de Montjuïc en un nuevo polo cultural de la ciudad capaz de descongestionar el centro donde se concentran los equipamientos y los millones de turistas que visitan cada año esta ciudad. Y lo hacía porque frente a la política de construcción de nuevos equipamientos culturales llevada a cabo en las últimas décadas, el nuevo Ayuntamiento dejaba claro que no se iba a construir nada más, ya que lo prioritario era consolidar los existentes para hacerlos más eficaces y autónomos.
Colau quería cambiar de forma radical el funcionamiento de las instituciones culturales, con menos intervención pública y más participación ciudadana, en la que el barcelonés no solo fuera consumidor sino creador cultural, algo harto difícil si tenemos en cuenta que solo 300.000 de los 1,6 millones de barceloneses son consumidores culturales. Pocos pero activos. El gran reto que se impuso Colau y su equipo era conseguir nuevos públicos, descentralizar y llevar la cultura a los barrios. De ahí salieron infinidad de procesos participativos responsables, en última instancia, de la toma de decisiones; algo criticado por la oposición y por parte del sector que acusaban a Colau de no tener un proyecto cultural, de ser provisional, confuso, lento y de esconder la ineficacia de la gestión en la participación.
También hubo quien aplaudió el cambio de rumbo en el que se apostaba de forma decidida por la participación ciudadana, por la plena independencia de los centros y por la renovación de cargos de dirección de centros, museos y festivales, mediante convocatoria de concurso, algo que no se había respetado siempre hasta ese momento.
Una de las iniciativas más polémicas de este periodo fue la exposición en el Born, el centro que exhibe los restos de la Barcelona destruida en 1714 por las fuerzas borbónicas / españolas, en la que se rescató la escultura ecuestre del dictador Francisco Franco. La iniciativa fue criticada por los nacionalistas que vieron cómo se violaba la llamada “zona cero del catalanismo”. También, por los que entendieron que la exposición enaltecía el franquismo. La escultura acabó en un almacén municipal tras ser destrozada por vándalos tras derribarla y tirarle todo tipo de objetos. Frente a las acusaciones de dirigismo, los responsables culturales de Barcelona negaron la mayor con otras polémicas como fue la lectura de versos por Dolors Miquel durante la entrega de los premios Ciutat de Barcelona considerados blasfemos por algunos o el proyecto anunciado para reformar la fachada del Liceo por Frederic Amat que quedó en eso, un proyecto.
La sensación desde que tomó posesión Colau y su equipo de que la cultura estaba supeditada a los pactos de gobernabilidad se materializó en junio de 2016 acabando con el sueño del cambio cultural: Barcelona en Comú pacta con los socialistas del PSC y uno de ellos, Jaume Collboni, toma las riendas de Cultura, recuperando la categoría de concejalía. Su primera medida fue polémica. El gobierno municipal vetó a Xavier Marcé como comisionado por su fuerte vinculación con la empresa privada y la patronal del espectáculo. Tras el veto, Collboni asumió Cultura directamente, nombrando, de todas formas a Marcé como asesor personal, algo que no ha impedido que, con los meses, haya copado los puestos de dirección de la mayoría de fundaciones culturales del Ayuntamiento. El pasado septiembre, un año después de que Sureda anunciara sus medias culturales, Collboni hizo lo mismo. En este caso presentó 10 objetivos y 34 medidas de choque, “para fortalecer la capitalidad cultural” y “combatir el aletargamiento de los últimos tiempos”, dejando claro su postura sobre lo que había ocurrido hasta ese momento.
Entre las medidas presentadas, Collboni, que dirige el área de Empresa, Cultura e Innovación, no aparecen los procesos participativos, porque “son una metodología, no un objetivo”. Una de las apuestas mayores es conseguir que el turismo beneficie la cultura, ya que, según las encuestas, más del 80% de los visitantes de la ciudad lo hacen por temas culturales, sobre todo, por la rica arquitectura modernista, de la ciudad. Por eso, unos de los empeños de Collboni es que la Generalitat le ceda la gestión del 100% de la tasa turística. Este año el dinero de este impuesto se ha destinado a programar conciertos y actividades en el teatro Grec el mes de agosto, un desierto cultural hasta ahora. También a restaurar las importantes pinturas murales góticas del Monasterio de Pedralbes.
A finales de septiembre se presentó un plan de choque cultural para los barrios, a partir de los centros cívicos que salpican Barcelona, dotado con 8,2 millones de euros en tres años. La descentralización cultural se había vivido, días antes, durante las fiestas de la Mercè en la que se habían programado un buen número de actos y conciertos fuera del centro de la ciudad.
Casa de las Letras y libros para Trump
En noviembre se aprobaron otros 2,4 millones para ayudar en la financiación de los equipamientos culturales. Recordando aquello de que no había que crear nuevos centros, sino consolidar y apoyar a los existentes; una medida encaminada a corregir el incumplimiento del Ministerio de Cultura y Generalitat en los consorcios de los equipamientos. En 2017 se aprobó otra medida económica. Esta vez 1,6 millones para apoyar el sector audiovisual y se anunció la creación de la Casa de las Letras, un centro destinado a reunir el importante sector del libro en esta ciudad.
De las últimas actuaciones relacionadas con el sector editorial y lectura está la presentación de la candidatura, no exenta de polémica por la presencia de Soraya Saénz de Santamaría, vicepresidenta del gobierno español, en el acto, para conseguir que Sant Jordi sea reconocido Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Más polémicas. La semana pasada se presentó una campaña para fomentar la lectura que incluía el envío de dos libros, uno en castellano y otro en catalán, a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, una iniciativa calificada por Jaume Ciurana, del Grupo Municipal Demòcrata (ex CiU) y exconcejal de Cultura con el anterior alcalde, de “frívola e infatiloide”. Fue presentada y retirada el mismo día.
Ciurana no escatima las críticas. “El balance es decepcionante. No hay ninguna iniciativa nueva orientada a la política cultural, más allá de la continuidad de lo que ya existía”. Para el político nacionalista, sí ha habido un cambio desde el principio. “Barcelona en Comú denostaba la industria cultural y con Collboni confunde Cultura con industria cultural”. Para el político “se ha perdido el tiempo en estos dos años en los que la cultura ha dejado de tener un peso en el proyecto de ciudad". "Cultura ha desaparecido de las prioridades para convertirse en periférica", dice. "Y eso me duele”.
A favor y en contra
SON APLAUDIDOS POR... El pago del 95% del IBI a los equipamientos culturales privados. Un plan de choque cultural en los barrios dotado con 8,2 millones y la creación de un circuito cultural que lleve a la periferia las propuestas de los creadores locales. Aumento de la oferta cultural en agosto programando en el Grec conciertos y actividades. Creación de la Casa de la Letras para reunir toda la actividad del libro y espaldarazo para que la Unesco reconozca Sant Jordi como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
SON CRITICADOS POR... Su decisión de no crear la explanada de los Museos en Montjuïc, medida estrella del anterior Ayuntamiento. Renunciar al palco municipal del Liceo. La controvertida exposición sobre el franquismo en el Born con una escultura de Franco a caballo que acabó destrozada. Poema sobre la Virgen María, considerado irreverente, obra de Dolors Miquel en la entrega de los Premios Ciutat de Barcelona. Polémica por la elección del escritor, en castellano, Javier Pérez Andújar como pregonero de la Mercé. Belenes futuristas en la plaza de Sant Jaume. Campaña para enviar libros a Trump, anunciada y retirada el mismo día.
La batalla de los símbolos
Por Cristian Segura