Eurovisión vuelve a mirar a los países latinos
Las propuestas de Portugal e Italia tienen denominación de origen y han sabido cautivar a la audiencia
Eurovisión 2017 ha devuelto el foco al Sur de Europa, especialmente a Portugal e Italia, grandes favoritos tanto de los eurofans como de las casas de apuestas en los últimos días. Tras años de vencedores procedentes del norte y este continental (Ucrania, Suecia, Dinamarca...), el veterano concurso de la canción podría volver a celebrarse en una capital meridional en 2018. Es lo que ocurrirá si finalmente se cumplen los pronósticos y el portugués Salvador Sobral o el italiano Francesco Gabbani triiunfan en la final de Eurovisión que se celebra en Kiev (Ucrania).
Salvador Sobral, lisboeta de 27 años, ha ido conquistando poco a poco a los europeos con Amar pelos dois, una sencilla y emotiva balada jazzy compuesta por su hermana Luísa, también cantante. Al aire de estándar clásico de la canción se suma la frágil y sentida interpretación de Sobral, en la onda de su ídolo Chet Baker o incluso del brasileño João Gilberto.
Francesco Gabbani (Carrara, 1982), candidato estrella desde hace semanas, acudió al concurso con Occidentali’s Karma, un tema de pop-rock con todos los ingredientes –intérprete carismático, ganchos para corear, humor, una coreografía tonta y fácil de repetir— para ser un pelotazo eurovisivo y comercial.
Los de Sobral y Gabbani son casos muy diferentes, pero comparten un acierto: ambos presentan una propuesta respectivamente muy portuguesa y muy italiana, subrayando rasgos culturales propios.
Nadie podría confundirles con cantantes de otras naciones, algo difícil de aplicar al español Manel Navarro y su Do It for Your Lover, al que los corredores de apuestas situaban ayer en última posición. Al margen de la polémica a raíz de su elección en un programa de TVE, el medio tiempo soleado de Do It for Your Lover no alcanza la efectividad de sus más que probables referencias, el surfero Jack Johnson y los modos neoacústicos de Ed Sheeran o Mike Posner.
“En algún lugar había una buena idea, que es aprovechar que algunas canciones acústicas han quedado bien recientemente en el festival (por ejemplo Suecia el año pasado) y que a su vez el tema permite una remezcla veraniega”, opina Sebastián Alonso, fundador de Jenesaispop, de las pocas publicaciones musicales de nuestro país que dedican una cobertura sustanciosa a Eurovisión. “Pero, como siempre, el tema parece improvisado y no está bien rematado. Le falta punch”, continúa Alonso, que señala a Salvador Sobral como su favorito: “Cautiva desde el primer momento y llama muchísimo la atención al lado de otras propuestas”.
Otros intérpretes bien colocados de cara al triunfo eran Kristian Kostrov, un Bieber búlgaro de 17 años con un medio tiempo comercial que tiene el mérito de sonar actual, a 2017, y la belga Blanche, con un buen tema al estilo de Florence + the Machine pero sin pizca de la potencia vocal y la presencia escénica de la británica. El sueco Robin Bengtsson también estaba entre los cinco preferidos por los apostadores, aunque Suecia ya había ganado Eurovisión a su manera antes incluso de celebrarse: casi un tercio de las 42 canciones presentadas al concurso tienen compositores o productores del país escandinavo, dato que refuerza su posición de mayor fábrica de éxitos pop en Europa.
No es el caso de los temas portugués e italiano, productos con clara denominación de origen que han sabido cautivar a la audiencia de Eurovisión.
La política por otros medios
Las convulsiones geopolíticas tienen su reflejo en algo tan aparentemente intrascendente como un festival de la canción, y no ha habido tensión más fuerte en la Europa reciente que la invasión de la península ucraniana de Crimea por Rusia en 2014, que aún colea. Así, Ucrania prohibió el pasado mes de marzo la entrada en su territorio a la rusa Yuliana Samoylova por haber actuado en 2015 en Crimea, y en protesta Rusia se retiró la competición.
No es la primera fricción eurovisiva entre ambos países. Ucrania ganó el año pasado con 1944, una balada épica sobre el destierro de los tártaros a manos de Stalin, provocando la reclamación rusa al considerar que violaba las normas del concurso, que prohíben las proclamas políticas. Probablemente, su intérprete Jamala se benefició de una corriente de simpatía hacia Ucrania, país agredido en el conflicto de Crimea.
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