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Columna
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Cuernos

Abordado con más dramatismo que comicidad, 'Alta infidelidad' se sirve en capítulos de 30 minutos y el guionista apenas se detiene en el aspecto fundamental del fenómeno

Juan Jesús Aznárez

Años después de que hubiera enviudado y mucho antes de caer en la desmemoria del Alzhéimer, pregunté a mi madre si le habían puesto los cuernos alguna vez. “No lo sé hijo mío, pero yo nunca investigué demasiado y tu padre me hizo muy feliz”. Este columnista posiblemente haya sido cornudo pero tampoco investigó para no tropezar con las astas y quedar ensartado. Los protagonistas de la serie italiana Alta infidelidad, estrenada en enero, cometen el error de indagar sobre el origen de sus molestias frontales para acabar confirmando que no se rascan un divieso sino unas protuberancias óseas de rápido y vergonzante crecimiento.

Abordado con más dramatismo que comicidad, el nuevo espacio sobre el adulterio del canal DKISS se sirve en capítulos de 30 minutos, sus desenlaces son diferentes y algunos insustanciales porque el guionista apenas se detiene en un aspecto fundamental del fenómeno: el proceso de maduración del cuerno, imprescindible para su clasificación y crítica. No es lo mismo un pitón desechable, de sábado noche, que una cuerna de floración estacional. Los lugares y situaciones de cada episodio son reales, y las experiencias, narradas en primera persona por víctimas y victimarios.

Moraleja: no incurrir en el error de husmear sobre los cambios de humor y rutinas de sus parejas porque en el negociado de la traición se miente mucho. El cuerno tiene muy mala prensa y nadie puede garantizarle que su costilla o costillo no haya tenido un desliz durante los períodos de broncas, aburrimiento, inapetencia sexual y hambrunas.

Cuando tuve mi tercer hijo a la edad de Matusalén, un amigo me preguntó si habíamos consumido mucho butano en fechas previas al embarazo. La alusión al butanero era pertinente porque el engaño siempre está ahí, al acecho, atraído por la novedad y la frescura. Sólo queda la templanza: abrazarse ciegamente al catecismo del cornudo consentido, nunca la perderás si a tu lado se sabe libre, aunque sea mentira, como en la serie italiana.

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