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Novelas distópicas para el fin del mundo

Relatos donde el futuro -o un presente paralelo- se torna algo aterrador aunque plausible

Lucía Lijtmaer

Es la nueva era puritana y Offred no tiene nada, todo le ha sido arrebatado. Su hija, su amante, su vida. Debe vestir las ropas que se le proveen y no ha de hablar con nadie más que para practicar “la ceremonia”, es decir, el ritual previo a la procreación. Porque el mundo para Offred y el resto de mujeres es simplemente el de criadas, seres que crían en un mundo con problemas de fertilidad.

Este es el escalofriante y desolador retrato de Margaret Atwood en su afamada novela “El cuento de la criada” (1985), que ahora pasará a cobrar vida televisiva en una serie protagonizada por la actriz Elisabeth Moss, nuestra Peggy en Mad Men. “El cuento de la criada” constituye el epítome de una serie de novelas distópicas en las que el futuro -o un presente paralelo- se tornan algo aterrador aunque plausible. Para cerrar el año que acaba o comenzar el siguiente con un buen apocalipisis, aquí van otros ejemplos de distopías literarias más allá de 1984Un mundo feliz.

-Hijos de los hombres, P.D. James: 2021. La civilización perece y ya tiene fecha de caducidad. Lo que tarden los humanos en desaparecer, lo que será pronto, porque desde 1995 no nacen niños. Ni uno solo. El problema de infertilidad asola en una dictadura bajo el mandato del Guardián, que obliga a la población a suicidarse cuando llega a una cierta edad. Solamente dos hombres y cinco mujeres desafiarán el orden establecido y puede que se engendre un hijo, producto del amor.

-La larga marcha, Stephen King: Ray Davis Garraty tiene dieciséis años, es de Maine y se ha apuntado a “la larga marcha”, una suerte de deporte nacional que se practica en un Estados Unidos fascista y militarizado. El deporte, queda claro a medida que Ray avanza, es más bien un concurso mortal: los que participan deben correr a 6.5km por hora, sin descanso, hasta una meta infinita. Solamente puede quedar uno, y ese obtendrá todo lo que desee, para siempre. Esta especie de “Danzad, danzad malditos” en un universo contemporáneo paralelo fue la primera novela de King.

-Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro: Los jóvenes del internado de Hailsham son como cualquier otro, salvo que conocen ya su misión en el mundo. Deben mantenerse sanos y no pensar en el futuro. Kathy K., una de sus integrantes, recuerda un pasado más o menos idílico, una infancia plagada de certezas y de hermetismo antes de convertirse en la adulta que es hoy, con el destino marcado. La sociedad es algo de lo que no forman parte más allá de un terrible futuro del que no escaparán porque está plenamente insertado en sus vidas. La distopía gótica por excelencia.

-La carretera, Cormac McCarthy: El presente es un bosque calcinado lleno de ceniza. Una carretera inerte. Padre e hijo vagan por ella, después de un desastre sin nombre. No tienen nada, huyen de los caníbales que puedan acabar con ellos, y el padre está enfermo. El futuro no existe en esta novela en la que el viaje americano por excelencia se ha tornado la peor de las pesadillas. ¿Cómo proteger a los tuyos cuando no queda nada por lo que luchar? El desesperado relato de amor de un padre a un hijo hace de este libro quizás el más aterrador de los futuros posibles.

-Guía del autoestopista galáctico, Douglas Adams: El mundo se acaba en los próximos noventa segundos. Sí, mala noticia. Te lo acaba de comunicar tu colega del pub, que parece ser que es un extraterrestre. ¿Quieres subirte a su nave? Y si lo haces, ¿qué tal si te llevas una toalla? Esta es la desternillante premisa de uno de los libros más divertidos de la ciencia ficción de todos los tiempos. Por las páginas de su pentalogía -aunque está definida como “una trilogía de cuatro partes”- aparecen humanos, humanoides, vogones (unos seres asquerosos que merecen todo nuestro desprecio) y dentrassis, los mejores barmans de toda la galaxia.

-Mecanoscrito del segundo origen, Manuel de Pedrolo: Escrita originalmente en catalán, se trata de uno de los libros más leídos en Catalunya. Una obra de ciencia ficción distópica de primer nivel que se sitúa en el Prat del Llobregat. Allí, dos jóvenes, Alba y Dídac, son los únicos supervivientes de un ataque extraterrestre. Como la reencarnación de Adán y Eva, avanzan por las ruinas de un pasado desconocido que se antoja similar al de un Robinson Crusoe postapocalíptico.

-El año del diluvio, Margaret Atwood: La gran trilogía de una autora fascinada con la idea del fin, tiene como pieza central un relato postapocalíptico del mundo tras una hecatombe global. Lo tiene todo: lobbies farmacéuticos, empresas de seguridad totalitarias, la desaparición completa de la sanidad, lo natural y la estabilidad. La desaparición de los gobiernos, incluso. Se suceden fanatismos religiosos, miedos atroces y la única mínima esperanza y luz la dan los Jardineros, una suerte de veganos hippies que intentan salvaguardar lo poco que queda después del Gran Diluvio Seco, que marcó el fin de un tiempo anterior y no menos terrible.

-El Dador, Lois Lowry: Jonás tiene doce años y vive en una Comunidad totalmente controlada y donde todos sus miembros tienen un papel asignado por el Comité de Ancianos, máximo organismo de mando. En su mundo no hay dolor extremo, pero tampoco profundidad emocional. Sus habitantes no sufren, ni carecen de nada, pero, a cambio, están privados de libertad. Jonás deberá asumir un vital papel: sustituir al anciano que almacena todos los recuerdos previos a esta era aséptica, y así poder proveer a la comunidad de experiencia. Una novela criticada por sus momentos planos pero que, a la larga, se convirtió en el libro distópico que enganchó a muchos jóvenes a la literatura.

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Sobre la firma

Lucía Lijtmaer
Escritora y crítica cultural. Es autora de la crónica híbrida 'Casi nada que ponerte'; el ensayo 'Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta' y la novela 'Cauterio', traducida al inglés, francés, alemán e italiano. Codirige junto con Isa Calderón el podcast cultural 'Deforme Semanal', merecedor de dos Premios Ondas.

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