De lectura obligada
Diez cartas de Herman Melville a Nathaniel Hawthorne fechadas entre 1851 y 1852, muestran las dos caras de una vida literaria
Quizá sea éste el libro breve más sugerente que haya leído en mi vida. Contiene diez cartas fechadas entre 1851 y 1852 dirigidas por su autor a Nathaniel Hawthorne y dos más, de 1860, dirigidas a sus hijos Malcolm y Elizabeth y que se publican como complemento al volumen.
Nathaniel Hawthorne tenía 46 años, y Herman Melville, 31, como se cuenta en el eficiente prólogo del traductor, cuando se conocieron durante una excursión por Monument Mountain. Cito: “Su primera conversación tuvo lugar en plena ascensión a la montaña, cuando, a causa de una tormenta de verano, se refugiaron bajo un parapeto, en una hendidura de las rocas. Hablaron durante las dos horas que duró la tromba”. Ese mismo año (1850), Hawthorne publicó La letra escarlata. Ambos vivían en sendas granjas separadas entre sí por nueve kilómetros y medio. Melville sentía una gran admiración por Hawthorne, que entonces se alzaba como el gran novelista norteamericano y Melville se había dado a conocer con su libro Typee, que le había concedido una cierta notoriedad. Entre los dos años de correspondencia mencionados, Melville consigue dar fin a Moby Dick, acogida muy tibiamente, y después a Pierre o las ambigüedades, escrita con el deseo de alcanzar al gran público y que resulta ser un sonoro fracaso. Entretanto, Hawthorne culmina su alto reconocimiento crítico con la publicación de La casa de los siete tejados.
Son las dos caras de una vida literaria: Hawthorne, un hombre tranquilo, de escritura sosegada y fondo oscuro proveniente del puritanismo de Nueva Inglaterra, y Melville, neoyorquino y aventurero en su juventud, de escritura intensa y vida atormentada.
"Quizá sea éste el libro breve más sugerente que haya leído en mi vida"
En las cartas (admirables, emocionantes, imprescindibles) habla de La casa de los siete tejados como si se introdujera físicamente en ella; de su amigo con una generosa admiración que contrasta con sus propias dudas y una cierta conciencia de estar marcado por el maleficio del fracaso (en esos momentos estaba escribiendo Moby Dick con el título The Whale); del deseo de descansar de su trabajo y largarse a vagabundear lejos de los agobios del trabajo; de la emoción que le produce el reconocimiento de Hawthorne a su Moby Dick (“¡Menudo libro ha escrito Melville!”).
En la carta del 17 de julio habla de la popularidad de su interlocutor, que ha podido comprobar en calles, gentes y bibliotecas, y por ahí asoma una especie de añoranza y sana envidia del reconocimiento social y literario recibido por Hawthorne, sentimiento que no se permite aceptar, con extrema honestidad.
Pero las tres cartas más impresionantes son las que hablan de una historia real que le fue referida a Hawthorne por un abogado, la que él llama “la historia de Ágatha”. Melville se la propone a Hawthorne, y la excepcionalidad de las cartas estriba en que, al proponérsela, le plantea también el desarrollo dramático, lo cual es como “ver en acción de creación” a un autor tan formidable. Son unas pocas páginas, impagables, emocionantes y únicas como testimonio de escritor. Hawthorne rehusó la oferta y tiempo después escribirá uno de sus cuentos más conocidos, ‘Wakefield’, sobre el mismo asunto con distinto enfoque.
Las cartas a los hijos, por último, son una muestra afectiva de un hombre de vida difícil y un matrimonio difícil que nos muestra la cara entrañable de un padre recto, honorable y preocupado. Este es un libro que yo recomendaría como lectura obligatoria a quienes aman la literatura y deben a Melville una de las más grandes novelas jamás escritas.
Cartas a Hawthorne. Herman Melville. Traducción: Carlos Bueno Vera. La uÑa RoTa, 2016. 108 páginas. 11 euros
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