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Incandescencias

Una enorme Núria Espert, un Ramón Barea desbordante de humanidad y una rotunda Laia Marull protagonizan 'Incendios', de Mouawad, dirigida por Mario Gas

Marcos Ordóñez
Núria Espert, en 'Incendios'.
Núria Espert, en 'Incendios'.

Hay poco espacio para tanta historia y tanto fuego. Imposible condensar las múltiples tramas, los tiempos, los lugares. La guerra de Líbano es todas las guerras. Incendios, en La Abadía, es grandiosa porque cuenta historias enormes con un hálito poderoso, que nunca desfallece. La mejor pieza de Wajdi Mouawad, para mi gusto. Ecos de Shakespeare, de Brecht, de Lepage. Una obra sobre las herencias. Un laberinto de búsquedas. Una saga, una indagación, una tragedia.

Mario Gas dirige un reparto conjuntadísimo, de alto nivel y gran fuerza. Ramón Barea borda el rol del notario Hermile Lebel, desbordante de humanidad y coraje. Y también encarna al médico que hace ver la noria feroz de las contiendas; y Abdessamad, el viejo que conoce todas las historias. Y Malak, el gran tutor. Lebel convoca a los dos gemelos: Simon, el boxeador, a golpes con la vida (Álex García, para mí una revelación), y su hermana Jeanne (intensa Carlota Olcina), empecinada en descifrar el mutismo materno. Un doble mandato: buscar a un padre y un hermano perdido. Pistas: una lápida sin nombre ni epitafio, una camisa de tela verde con el número 72 a la espalda, un cuaderno rojo.

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Muchos nos preguntábamos: ¿qué puede hacer Núria Espert después de La violación de Lucrecia y El rey Lear? Aquí está la triple respuesta: la abuela Nazira, la madre Jihane, la hija Nawal. Basta verla aparecer como Nazira para percibir la inmensa presencia, la autoridad de una reina milenaria. Solo una actriz de la estatura de la Espert puede recordarnos a Diana Rigg en Juego de tronos y más tarde, en el tremendo monólogo del juicio, darnos el calambrazo emocional de Judy Garland en Vencedores o vencidos. Otros momentos inolvidables: Nazira transmitiendo a su nieta la necesidad de aprender para ser libre; el desgarramiento de la anciana Nawal al ver la nariz roja del clown; la frase que clava en el corazón el emblema del amor materno: “Pase lo que pase, te querré siempre”.

Laia Marull es Nawal a los 14, a los 20, a los 40. Incendios es una obra de víncu­los, pero roza la magia percibirlos en escena. Logro ver la pasión vital de la joven Nazira en la fiereza de Laia Marull, y la determinación de Nawal en Carlota Olcina dibujando a la hija y la nieta: el mismo fuego incendia a las tres actrices. Todo le sube a Marull a los ojos, que se nublan o se iluminan: el dolor cuando narra la masacre del autobús, la alegría del primer amor. Segunda revelación del espectáculo: Lucía Barrado como Sawda. Es muy difícil dar el paso de la luz a la violencia, y esta joven actriz lo consigue. Pisa fuerte, tiene frescura y tensión dramática. Ahí está, para el recuerdo, el relato de la madre y los tres hijos en el campo de refugiados, y la hermandad con Nawal, grandes ambas en su despedida. Otro regalo: Alberto Iglesias, muy crecido como actor, lidiando nada menos que con seis personajes. Antoine, el enfermero que grabó 500 horas de silencio; el miliciano asesino; el conserje y antiguo carcelero (hondo pasaje). Algo impostado como Chamsedinne, el jefe de la resistencia; creo que aún falta afinar un poco ese perfil. Soy consciente de que lo que cuenta es arduo: el gran secreto de la historia.

Edu Soto es Wahab, el joven amante, y Nihad, la bestia infernal, el miliciano loco que asesina a los compases de Psycho Killer. Mario Gas y su hijo Orestes (que firma la preciosa banda sonora) le han inventado un momento sensacional: cuando canta Mother, de Lennon, como un lobo aullante. Única pega: me parece demasiado joven para su último tercio; he de hacer un gran esfuerzo para resituarlo, y no puedo explicar más.

Es la mejor pieza del dramaturgo canadiense de origen libanés. Ecos de Shakespeare, de Brecht, de Lepage

Y hay que ver el sencillo y portentoso decorado de Carl Fillion, y las imaginativas, cuidadísimas filmaciones de Álvaro Luna.

Oriol Broggi y su banda conquistaron la montaña de Incendios en Barcelona. Ahora es una de las cumbres de Mario Gas, que narra esa historia épica como si fuera una pieza de cámara, con la esencialidad de Brook y la desnudez del último Chéreau. Como si dirigiera descalzo, los pies hundidos en la tierra, o bañados por todos los afluentes de ese gran río.

Incendios, de Wajdi Mouawad. Teatro de La Abadía (Madrid). Dirección de Mario Gas. Intérpretes: Núria Espert, Ramón Barea, Laia Marull y otros. Hasta el 30 de octubre.

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