Una telaraña perversa
Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert protagonizan 'Idiota', formidable cóctel de humor e inquietud
Es una enorme felicidad ver nacer (o renacer) un teatro: el viejo Pavón de la calle de Embajadores, antigua sede de la Compañía de Teatro Clásico, es ahora el Pavón Kamikaze. No hay hipérbole en el nombre, porque los cómicos que militan bajo su bandera se han lanzado a una aventura tan valiente como arriesgada. Sus bazas no son pocas. Cuentan con un equipo de primer orden, una programación estupenda y, para abrir boca, una comedia negra de muy alto voltaje: Idiota, de Jordi Casanovas, interpretada por Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert, y dirigida por Israel Elejalde, uno de los “socios fundadores”, junto a Miguel del Arco, Aitor Tejada y Jordi Buxó.
No es difícil empatizar con Carlos Varela, su protagonista, un hombre de media edad, aperreado por la sempiterna crisis. Haciendo honor al título, parece no tener demasiadas luces. Sus gracias son torpes, mete la pata cada dos frases, pero no le falta empeño. Un día, repasando las columnas de ofertas, topa con algo que puede cambiar al fin su suerte: un anuncio ofrece mucho dinero a cambio de prestarse a una prueba “de eficiencia mental” a cargo de la doctora Edeltraud, cabeza visible de una misteriosa Fundación para la Investigación Neuropsicológica.
Idiota es una obra admirablemente construida y pautada, un duelo pródigo en sorpresas que a algunos les recordará las estrategias de Anthony Shaffer en La huella. No hay nada azaroso, nada que huela a relleno. De la primera a la última prueba, todo suma, todo tiene un eco, una clave, con un trasfondo ideológico que es metáfora cruel y certera de uno de los muchos lados oscuros de nuestra época. La función se estrenó, en catalán, en la barcelonesa Sala Muntaner, con Ramón Madaula y Anna Sahun, a las órdenes de Casanovas, el pasado año, con una espléndida acogida. A tenor de lo visto el pasado sábado, con el cartel de “agotadas las localidades” en la taquilla del Pavón y por la intensidad de los aplausos, cabe augurarle un éxito más prolongado.
La comedia funciona como un reloj. Haberla visto en Barcelona permite comprobar su eficacia de telaraña perversa, que atrapa desde el primer minuto y tiene muchos hilos ocultos. Para mí era fascinante saber en qué momentos el público iba a reír o con qué giro iba a lanzar un grito ahogado, y a partir de entonces cómo iba a tensarse el silencio. Carlos es un antihéroe cómico, casi de la familia, y de repente sufrimos porque se ha convertido en un primo hermano del desventurado protagonista de Quitters Inc., uno de los relatos más agobiantes de Stephen King. La gran pregunta es: ¿qué quiere realmente la doctora Edeltraud? O, si prefieren, esta otra: ¿qué hay que hacer para dejar de ser idiota (o que dejen de tratarte como tal?).
Jordi Casanovas es un autor prolífico, siempre cambiante, con una gran gama de temas, tonos y recursos en la que siempre ha tenido muy presente al público. Cabe recordar su debut, Les millors ocasions, un thriller en clave de farsa salvaje, estrenado en 2012, o Un hombre con gafas de pasta (2010), que pasaba de lo costumbrista a lo vampírico, ahora triunfando en Sudamérica. O La ruina (2008), también vista en Madrid, y La revolució (2009), que mutaban inesperadamente hacia lo fantástico, y bien podrían componer, con Idiota, una “trilogía de la crisis”.
Gonzalo de Castro interpreta a Varela, un personaje muy complejo, con muchas capas, desde la campechanía chulesca del inicio al desconcierto, el temor, la furia… y algo más, un cambio esencial, definitivo. No soy más claro porque no quiero destripar la trama. Diré tan solo que De Castro logra algo considerablemente difícil. Su reto es mostrar esa evolución y ese cambio final, nacido de la presión extrema, en un corto lapso de tiempo, y que resulte verosímil: un arco que el actor atrapa y muestra de un modo rotundo, conmovedor. Yo diría que De Castro es un actor profundamente instintivo, de los que se hacen con un personaje como un cazador indio: por rastreo y por cerco. Los actores instintivos tienen un peligro: a veces se desbordan o no acaban de modular su entrega. Algo de eso le sucedió, a mi entender, el pasado sábado, quizás a causa de los nervios. En algún pasaje sonó un tanto embarullado a causa de la ira acelerada; en otro, el más íntimo, le faltó una mayor proyección vocal. Es la única pega que le veo a un trabajo tan entregado como notable.
Elisabet Gelabert es una de nuestras actrices más precisas: suele clavar el dibujo de sus personajes sin que pierdan misterio, y servirlos con una dicción cristalina. Es ideal para encarnar a la doctora Edeltraud, que tiene más revueltas que un serpentín: ¿la compasión que parece despertarle Carlos es real o forma parte del juego? Eso ya lo decidirán ustedes, porque ambas facetas son posibles. Si quieren hacerse una idea de esa inquietante ambigüedad hay que ver a la actriz en el Pavón, por supuesto, pero les recomiendo, porque habla por sí mismo, que vean en YouTube su pasmoso trabajo en Don Pepe Popi, el brutal corto de Carlos Vermut, y se preguntarán lo mismo que yo: ¿cuántos matices cambiantes puede tener una sonrisa de Elisabet Gelabert?
Israel Elejalde firma la versión castellana y la puesta, ambas modélicas. Su dirección controla con mano maestra las riendas del ritmo y las capas actorales ya señaladas; la modulación de los tonos, la utilización minuciosa y eficaz de todo lo que tiene en escena. De una larga lista, elijo los gags visuales con la silla hundida o la distancia del micrófono, o los más elaborados elementos de iluminación (gentileza de Juanjo Llorens): ese arco destellante en la mesa, que evoca un concurso terrible, o las líneas rojas, indicativas de la amenaza creciente. También hay que aplaudir la escenografía claustrofóbica de Eduardo Moreno, que evoca los espacios ominosos del lejano (y tan presente) Brasil de Terry Gilliam. Quizás convendría reforzar un poco la amenaza de alguno de los vídeos de Joan Rodón, aunque comprendo que el primero es insuperable. Corran a reservar entradas para Idiota: van que vuelan.
Idiota, de Jordi Casanovas. El Pavón/Teatro Kamikaze (Madrid). Dirección: Israel Elejalde. Intérpretes: Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert. Hasta el 30 de octubre.
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