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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Solito

Los responsables de entretener a la gente que ni en esta época tórrida puede concebir su existencia sin encender la tele, tendrán graves problemas para llenar la siempre infame programación

Carlos Boyero
Imagen de la campaña "Él nunca lo haría".
Imagen de la campaña "Él nunca lo haría".

Aunque los medios de comunicación se hayan centrado durante el verano en ese trascendente, aunque aburridísimo, esperpento sobre la identidad de los que van a gobernar o desgobernar la patria, o sobre su imposibilidad, admito que los responsables de entretener a la gente que ni en esta época tórrida puede concebir su existencia sin encender la tele, tendrán graves problemas para llenar la siempre infame programación.

Sé que la meteorología, las entrañables fiestas populares, el adictivo Tour y los azarosos desplazamientos del personal pueden ocupar las tres cuartas partes de las noticias del mundo. Pero este año me ha sorprendido la desaparición de un clásico de los telediarios veraniegos, y es esa noticia tan repetida como intolerable que certifica el abandono en las gasolineras de esos perritos que ya te aburren. Y quien abandona al animalito de su alma también puede dejar en la carretera a ese abuelo que se ha convertido en un fastidio. Nos escandalizamos, decidimos que nosotros jamás lo haríamos. Y nos sentimos mejor.

Lo que me han contado no ha salido en la tele, pero les daría juego para llenar medio telediario. Ocurrió en Islandia, esa geografía deslumbrante, de belleza ininterrumpida y salvaje. Y hay parajes mosqueantes, donde supondría un grave problema quedarte sin gasolina, ya que no pasa ni dios por ese aislado paisaje. A uno de esos desiertos volcánicos llegan mi prima y su marido y se encuentran con un niño de 10 años que está solo. Les cuenta que ha dado una vuelta y al regresar su familia ya no estaba. Telefonean a sus padres, una estonia y un israelí, pero no contestan. Pasan varias horas esperando que regresen. Al final, reciben una llamada de estos. Les narran la insólita situación. Ellos la niegan. Su niño está con ellos, aseguran. Viaja detrás, en la caravana. No está. Flipan. Se habían olvidado de comprobarlo.

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