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LIBROS

Efectos colaterales

Edmundo Paz Soldán publica un volumen de relatos que completan aspectos fantásticos esbozados en su última novela

Los cuentos que componen Las visiones se desarrollan en el mismo territorio acotado en Iris (Alfaguara, 2014), la última novela del boliviano Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967), un mundo posnuclear atravesado de toda suerte de convenciones propias de la ciencia-ficción. Para los lectores que gustaron de Iris, estas piezas prolongan aspectos que allí quedaron incompletos o apenas esbozados; lo diferenciador es que aquí se atiende más a la posición de los perdedores que a la perspectiva de las jerarquías dominantes. Podría decirse que son largas notas a pie de página de una novela que, por lo demás, no era especialmente convincente. Costaba admitir el uso peculiar de una lengua hecha de contracciones y neologismos adaptados del inglés o del quechua, que debía reflejar, según la pretensión del autor, la distorsión de un lenguaje intervenido. Ese estilo estorbaba la lectura en la novela y aquí continúa estorbando. No cabe dudar de la buena intención de Paz Soldán, pero su alcance carece de brillantez y, en no pocas ocasiones, resulta irritante.

Pero no es solo el estilo lo que hace extraños estos cuentos. La arbitrariedad también se comporta atendiendo a su significado, acaso debido a que en Iris (ciudad, isla, planeta) no hay otra ley que el nudo de la dominación y la insurgencia, y dependiendo del lugar que se ocupe se tendrá una mentalidad práctica o penitencias en forma de alucinaciones. El primer cuento, que da título al libro, se inicia con una frase que, más que anunciar lo que vendrá después, declara más bien el albedrío del autor: “Y un día, así, sin más, las visiones aparecieron”. Se trata de un juez corrupto, perseguido por pesadillas pobladas por sus víctimas, que concluirá en un incendio. ‘Así sin más’ sucede todo en este mundo habitado por irisinos, por santones llamados kreuks, por pieloscuras, por ­shanz (militares); se toma una droga llamada swits; hay una divinidad, Klött, “figura compleja que encarnaba el bien-mal”, y otra cuyo nombre, Malacosa, lo dice todo. Hay mucho más en ese mundo distorsionado. Abruma, por el lado del aburrimiento, la inclusión y el batiburrillo de viejos mitos y de novedosas técnicas (militares y tecnológicas), fruto de un avezado posmodernismo, muy complaciente para la imaginación del autor, pero confuso para el lector.

Sin embargo, si se consigue olvidar el marco de ciencia-ficción y los trampantojos de estilo, se aprecia en estos cuentos momentos radiantes de una inconsciente adhesión al género fantástico. Las alucinaciones están expresadas con una concisa angustia expresiva en el magnífico ‘Los tigres de Kondra’. También es turbador y vibrante ‘Temblor-del-cielo’, sobre una niña con poderes provisionales, un cuento dotado de un pasmoso lirismo a ras de tierra. ¿No se ha repetido ya demasiado que hay otros mundos, pero están en este?

Las visiones. Edmundo Paz Soldán. Páginas de Espuma. Madrid, 2016. 168 páginas. 15 euros


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